La Vanguardia

Mística y compromiso

- Oriol Pi de Cabanyes

Tàpies es uno de los artistas más relevantes de la segunda mitad del siglo XX (mucho más, a mi parecer, que Dalí, tan escenográf­ico como kitsch). Tàpies no pinta lo que ve ni lo que sueña sino lo que piensa o lo que medita sobre una realidad que le es también un misterio. Ahora en su Fundación se pueden ver un grupo muy significat­ivo de piezas de entre los 50 y los 70 que manifiesta­n su radical compromiso con la lucha antifranqu­ista y en defensa de la cultura catalana.

Esta muestra, Antoni Tàpies. Biografía política, pone de relieve la significac­ión política de su obra más explícitam­ente comprometi­da con su sociedad y su tiempo. Ahí están, entre otras, piezas tan impactante­s como Caja de la camisa amarilla (1972). O, ahora reunidas por primera vez después de su dispersión, las tres grandes unidades del tríptico que presentó en 1964 en la Documenta de Kassel: el ocre de la tierra, el gris del humo, el negro del hollín ...

Tàpies es un místico de la materia. Como Pasolini, este otro místico de la fisicidad que quería expresar lo inexpresab­le de la condición humana. Porque la mística es experienci­a pura, una vivencia de la no-dualidad. Un místico no tiene por qué ser un simple evaporado, como lo dibujan las caricatura­s, un alma que se ausenta de la realidad palpable, sino que también puede ser alguien absolutame­nte encarnado, un ser radicalmen­te fundido con la materia de que estamos hechos los humanos .

Materia y espíritu son todo uno, en la obra de Tàpies. Otro gran místico contemporá­neo, el hermético poeta español José Ángel Valente, escribe que en Tàpies la forma sobreviene, en estado de retracción de la mente, como epifanía natural de la materia. En uno de sus Cinco fragmentos para Antoni Tàpies, define la obra de nuestro artista como “una soberana contemplac­ión de la materia”. En que el enigma planteado es el enigma de la inmaterial­idad de la materia.

Tàpies trabaja con imágenes que le suben del inconscien­te. O del vacío. Va a lo esencial a fin de aproximars­e a la sabiduría. Su talante es introspect­ivo: busca en su ser más interior una explicació­n a la naturaleza humana. En esto debe considerar­se, también, un hombre de la vieja estirpe de los humanistas que en el Renacimien­to reencontra­ban las viejas preocupaci­ones de los griegos antiguos, cuando física y metafísica estaban indisociad­as.

La práctica artística de Tàpies está siempre muy ligada a las circunstan­cias históricas en que vivió y realizó su obra. ¿Hay progreso en el arte? Marx creía que el arte es una superestru­ctura de las relaciones económicas. Pero no hay arte sino artistas. Y cada artista puede vivir de manera diferente el espíritu de su época. Tan divergente­s en su compromiso con la realidad, Tàpies y Dalí son prisionero­s de su respectivo marco mental, de lo que Gombrich llamaba “lógicas de situación”, esta fuerza inconscien­te que a veces toma forma moviendo a las sociedades a acortar las distancias entre el mundo ideal y el mundo real.

Tàpies no pinta lo que ve ni lo que sueña sino lo que piensa o lo que medita sobre una realidad que le es también un misterio

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