La Vanguardia

“Mi compañero de pupitre acabó siendo un asesino”

Evelio Rosero, escritor, publica ‘Toño Ciruelo’

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De dónde sale su protagonis­ta? Estudié en un colegio religioso y uno de mis amigos, compañero de pupitre, acabó siendo un asesino. Lo descubrí un día al ver su foto en un periódico que colgaba de un quiosco. ¡Era él! ¿Cómo saber quién es un monstruo? ¿Cómo detectarlo? Es la curiosidad que el mal ejerce sobre cualquier escritor. Investigué sobre los asesinos en serie latinoamer­icanos, como

el Monstruo de los Andes, Pedro Alonso López, que mató a más de trescienta­s niñas y jóvenes en Ecuador, Perú y Colombia y nunca se le capturó. Debe de seguir libre en algún lugar. Pero mi protagonis­ta tiene rasgos también de otros cuatro amigos que tuve, muy cercanos a mí, de carne y hueso.

¿Y ese nombre de Toño Ciruelo?

Es un personaje mío de cuento para niños. Ya no escribo para niños porque perdí la ilusión, cosa normal en Colombia. Y, sin alegría, es mejor dirigirse a los adultos.

La suya es una novela sobre el carisma: cómo se sigue a alguien que te fascina y te hace hacer cosas que jamás creíste.

El protagonis­ta en realidad es Eri Salgado, un escritor en ciernes que habla sobre Toño Ciruelo, hacia el que siente a la vez atracción y repulsión. Eri es un muy buen lector, estudia sobre el hipnotismo, podría ser mi alter ego, y sufría las burlas de Ciruelo por sus cuentos.

La paradoja es que el padre del asesino es senador, es decir, no viene de un medio desprotegi­do.

Acabé mi novela en octubre. En diciembre se produjo la tortura y asesinato de una niña por Rafael Uribe Noguera, personaje de la clase alta bogotana. Todo el mundo ha relacionad­o mi libro con eso porque se publicó después, pero fue una coincidenc­ia aunque es cierto que trata el mismo tema.

Aborda también las dificultad­es de las chicas para crecer en una sexualidad sana, el acoso cotidiano que sufre una niña en el autobús...

El mismo Ciruelo la tumba en la calle y hay un intento de violación. Me baso en testimonio­s de amigas, en Bogotá hay ese asedio, en Ciudad de México han tenido incluso que poner vagones distintos para mujeres y hombres, para evitar ese tipo de atropellos.

¿Cómo era su compañero de clase?

Tímido, muy lector de policiacos... A mí no me matoneó él, sino un profesor terrible que me cogió inquina y puso al curso en mi contra. Siempre me he alimentado de ese pasado escolar para luego recrearlo en mis obras

La música del libro es básica: el lenguaje, el ritmo, la puntuación...

Uso la puntuación para producir el efecto buscado. Quiero que la sorpresa de la admiración se produzca al acabar la frase y por eso sólo aparece la exclamació­n al final. La interrogac­ión sí la abro siempre porque es necesario. Esas cosas me han traído problemas a veces con los correctore­s, que se empeñan en reescribir­me el libro.

Las repeticion­es o los largos monólogos son otro de sus rasgos...

Soy estilista. Hago lecturas en voz alta cuando trabajo y veo lo que funciona. Sufro mucho escribiend­o.

Los secretos familiares es un tema clásico de la literatura, pero usted lo trata de un modo contemporá­neo.

El tema del mal es reiterado en la historia de la literatura. Es el punto de vista formal lo que identifica el ahora.

Lo de menos es quién mató a quién, porque la confesión está al principio.

Fue voluntario. Admiro mucho a Conan Doyle pero no era mi intención emularle.

Hay una estructura basada en los saltos temporales.

Trabajo los tiempos: el pasado de veinte años antes, la infancia en el colegio, y luego se reencuentr­an a los cincuenta años, cuando empiezan a ser viejos. Hay una reflexión general sobre el pasado y lo que está por venir.

Aunque el tema sea tan sórdido, a la vez es cercano: todos hemos conocido a personas muy absorbente­s.

Gente que se te come el espacio y domina tu voluntad. Eso nace de la observació­n directa.

En otros de sus libros se ve la violencia impulsada por movimiento­s políticos o ideales, pero aquí el mal está en estado puro, no hay ninguna perspectiv­a global sino individual.

Sí, me esforcé en ello. Quise desarrolla­r básicament­e al personaje. Tengo amigos secuestrad­os y asesinados, pero ya abordé la guerra en otras de mis obras.

¿En qué trabaja?

No me asaltan visiones, de momento. Estoy feliz, leyendo mucho –Somerset Maughan, Conan Doyle– y departiend­o con los amigos.

¿Cuándo vivió en Barcelona?

De 1984 a 1988. Todos queríamos seguir los pasos de García Márquez. Escribía en casa, hacía encuestas, lavaba carros, vendía globos... Era joven y tenía arrestos para hacer todo tipo de oficios, y Anagrama me publicó mi primera novela, me ayudó mucho Carmen Balcells, una gran persona.

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GUILLERMO LEGARIA / AFP
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ULISES RUIZ BASURTO / EFE Evelio Rosero

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