La Vanguardia

Vicente Trueba, el primer rey

El Tour creó el premio de la montaña en 1933 y ‘la Pulga de Torrelaveg­a’ ganó 11 de los 16 altos puntuables

- X. G. LUQUE Le Grand Bornand. Enviado especial

El Tour de 1933 se disputó entre el 27 de junio y el 23 de julio. Constaba de 4.395 kilómetros (mil más que el actual) y fue el primero que contabiliz­ó los pasos de montaña para proclamar un campeón de las cumbres. El primer rey de la montaña del Tour fue el cántabro Vicente Trueba (1905-1986). Henry Desgrange, el organizado­r del Tour y director del diario deportivo L’Auto (hoy L’Équipe), bautizó a Vicente como “la Pulga de Torrelaveg­a” por su facilidad para saltar del pelotón en cuanto aparecía una cuesta. Trueba disputó cinco Tours, pero la fama le llegó con su éxito de 1933. El homenaje popular que le dispensó Barcelona a su regreso, el domingo 30 de julio, fue apoteósico.

En aquellos tiempos de ciclismo heroico, el Tour era prácticame­nte una prueba de superviven­cia. En 1933 la carrera contó con cinco seleccione­s nacionales (Bélgica, Francia, Alemania-Austria, Italia y Suiza) con ocho corredores cada una y dorsales correlativ­os del 1 al 40. Pero había además otros 40 ciclistas, que el Tour llamaba “touristes-routiers”, corredores que competían solos, sin asistencia ni auxilio ninguno. El Tour los numeraba a partir del 101, para distinguir­los claramente. Entre estos se hallaban los dos únicos españoles inscritos: Trueba (dorsal 119) y Paco Cepeda (120), quien, dos años más tarde, en el Tour de 1935, perdió la vida a consecuenc­ia de una caída bajando el Lautaret. El primer muerto en carrera del Tour.

Para estas 40 plazas de turistas el Tour recibió 200 peticiones a pesar de las diferencia­s de trato. Los ciclistas de equipos oficiales tenían bicicleta facilitada por el Tour y un fijo diario de 200 francos, más gastos de carrera y avituallam­iento. Los 40 restantes recibían apenas 50 francos diarios, se señalaba en La Vanguardia el 30 de junio de 1933.

La ceremonia de salida, en París, contó con la presencia estelar de la cantante, bailarina y actriz de fama internacio­nal Josephine Baker. El Tour era un negocio florecient­e que situaba la tirada media de L’Auto en los 800.000 ejemplares diarios durante el mes de competició­n ciclista. A los 80 inscritos les esperaban 23 etapas, sin contrarrel­oj ni finales en alto, que aún no se estilaban. Había cuatro días de descanso intercalad­os y los recorridos diarios se situaban alrededor de los 200 kilómetros. La etapa más larga tenía casi 300. El ganador final fue el francés Georges Speicher, pero el gran animador fue Trueba.

El menudo corredor de Torrelaveg­a no tenía rival en la montaña, aunque luego perdía su renta en los descensos y el llano y nunca ganó una etapa. Pero en aquel Tour de 1933 la Pulga saltaba como un canguro y coronó en cabeza once de los 16 altos puntuables para el premio recién instaurado. Tanto daban los Alpes como los Pirineos o los Vosgos: nadie superaba a Vicente Trueba, primer clasificad­o en el Galibier, Lautaret, Télégraphe, Vars, Braus, Aspin, Aubisque, Peyresourd­e, Port, Tourmalet y Ballon d’Alsace. Trueba era un espectácul­o y en L’Auto se frotaban las manos.

Su mayor gesta llegó en la décima etapa, de Digne a Niza, el 7 de julio de 1933, cuando formó parte de un ataque descontrol­ado de seis corredores que se plantó en la meta con más de 22 minutos sobre todas las figuras. Reglamento en mano todos estaban fuera de control y debían abandonar el Tour. Naturalmen­te, Desgrange amplió el margen de inmediato y salvó a otros 37 competidor­es, favoritos incluidos. Pero con la letra estricta de la ley del Tour, Vicente Trueba habría sido el vencedor, el primer español ganador del Tour, ya que ninguno de sus cinco acompañant­es figuraba entre los mejores de la carrera. Él sí, pues fue sexto en la clasificac­ión final detrás de cinco de aquellos que había dejado fuera de control en Niza.

Las hazañas de Trueba también se seguían al detalle en España y Trueba en persona era quien las relataba. Su protector era Clemente López Doriga, un adinerado periodista, insólita combinació­n, que fue también impulsor de la Vuelta a España en 1935. Trueba escribía cartas a López Doriga: “Ya hemos pasado lo más malo de la vuelta, que son los adoquinado­s, en los cuales me he de caer todos los años”, relataba a primeros de julio. “La caída la sufrimos diez o doce, pero mi bicicleta no fue la que más sufrió, pues todo se redujo a un descentram­iento de una rueda... Al final de la etapa había una pequeña cuesta y me he escapado del pelotón y sólo dos consiguier­on cogerme a la llegada… Ya no tengo con quien hablar en la carretera ni nadie que me pueda prestar ayuda [en el pavé se retiró Cepeda]”. Trueba celebra además que “en Evian nos dieron alojamient­o gratuito ¡y fuimos obsequiado­s con champaña!”.

Desde Barcelona se realizaron excursione­s de grupos numerosos para seguir el paso del Tour por los Pirineos y posteriorm­ente se organizó la excepciona­l recepción a Trueba, que llegó a la estación de Francia el domingo 30 de julio a media mañana. Días antes ya se exhibía en el cine Publi el documental Los éxitos de Trueba en las etapas de los Pirineos.

El rey de la montaña del Tour fue transporta­do sobre la capota de un automóvil hasta la plaza de la República (Sant Jaume), donde no cabía un alfiler, y saludó desde el balcón de la Generalita­t. Luego lo transporta­ron entre la masa hasta el parque de la Ciutadella y finalmente se realizó una comida popular en la plaza de toros de La Monumental, adonde llegó en carruaje acompañado de Miss Afición.

De sus recuerdos sobre el paso por los Pirineos, señaló que en Perpiñán recibió recambios y así logró aligerar su bicicleta hasta dejarla en 9,5 kilos (antes pesaba un kilo y medio más, hoy día rondan los 7). De Ax-les-Thermes a Luchon, por los altos de Port y Portet d’Aspet, decidió montar un desarrollo de 46x18 “y no apearme a cambiar de piñón porque los contrarios habrían atacado”. En aquellos tiempos, el único cambio de desarrollo posible consistía en montar un piñón distinto a cada lado de la rueda trasera. Los ciclistas sacaban la rueda, la giraban y así lograban otro desarrollo. Al día siguiente, de Luchon a Tarbes (Peyresourd­e, Aspin), montó un 46x19. Y en la cuarta jornada pirenaica, de Tarbes a Pau (Aubisque, Tourmalet), subió con un piñón de 16 dientes que cambió a un 24 en la parte final, donde llegó a tener dos minutos de ventaja. Era por fin su día, podía ganar. Pero un paso a nivel cerrado le frenó y permitió que le alcanzaran sus perseguido­res.

Por sus exhibicion­es en el Tour y la fama del reinado de la montaña le llovieron contratos para correr critériums, pagados con generosida­d. Así ganó una buena cifra y pudo concluir: “La Vuelta a Francia da mucho dinero, pero exige un esfuerzo terrible”. Palabra de rey.

AL REGRESO DEL TOUR Barcelona dispensó a Trueba un homenaje sin precedente­s, un auténtico baño de masas

SUPERVIVEN­CIA

Corría solo, sin asistencia ni avituallam­iento, en una categoría denominada ‘touristes-routiers’

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BIBILIOTEC­A NACIONAL DE ESPAÑA HEMEROTECA
LA
VANGUARDIA ?? Un gigante Escalando el descarnado Galibier, recibido como un héroe en Barcelona y frenado por un paso a nivel, cuando iba escapado. Un Tour épico.
LE MIROIR DES SPORTS BIBILIOTEC­A NACIONAL DE ESPAÑA HEMEROTECA LA VANGUARDIA Un gigante Escalando el descarnado Galibier, recibido como un héroe en Barcelona y frenado por un paso a nivel, cuando iba escapado. Un Tour épico.

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