La Vanguardia

Pero ¿está usted bien o no?

- Sergio Heredia

Los miércoles por la mañana salgo a caminar con mi padre. Nos calzamos de corto, saludamos al portero y nos vamos a la calle. Durante un buen rato recorremos los parques del barrio y nos hablamos de la vida. Lo hacemos cada miércoles, llueva, sople el viento o luzca el sol.

Hoy mismo, sin ir más lejos.

A mi padre le van las rimas, los chascarril­los y las citas. Las aplica mientras caminamos. Una de sus citas me inspiró esta columna. Me dijo: –Escúchame lo que te cuento: en los años treinta del siglo pasado hicieron una encuesta. Le preguntaro­n a tres personalid­ades: ‘¿Cuál va a ser el mayor cambio sociológic­o del próximo siglo?’.

–¿Y qué pasó? –Unamuno dijo: ‘En el siglo XXI ya no habrá guerras’. Gregorio Marañón: ‘Ya no habrá cáncer’. Y Ricardo Zamora: ‘El fútbol será una industria universal, de primera magnitud’. Como habrás observado, solo acertó Zamora...

Pocos días más tarde, en el Mundial de Fútbol, España se estaba jugando el pase a cuartos con la selección rusa.

El lector es sabio y lo recordará: el partido llegó a la prórroga y también a los penaltis. Y en el cara o cruz ganaron los rusos. Aquella noche alguien tuiteó: “Así estaba la sala de urgencias de mi hospital cuando España se estaba jugando los penaltis”.

Adjuntaba una imagen del lugar: una sala vacía.

Le comenté esta historia a mi padre, que es médico. El hombre se echó a reír y me contestó como suele hacerlo en estos episodios:

Mientras España se jugaba el pase a cuartos en los penaltis, las salas de urgencias estaban vacías

–La picaresca de este país... Durante un buen rato, la mosca anduvo zumbándome en la oreja. Yo me decía: ‘Cuando va a chutar Sergio Ramos todos estamos sanos. Y luego, al acabar el partido, nos damos cuenta de que nos duele la espalda o el dedo gordo del pie. Y entonces, rápido a urgencias’. Mi padre añadió:

–En los fines de semana las salas de urgencias se vacían. Y el lunes vuelven a estar colapsadas. Te lo digo yo, que lo sé por experienci­a...

Siguió caminando entre risas y yo le seguí los pasos cada vez más desconcert­ado, diciéndome: ‘Pues sí que estamos bien. La sanidad nos cuesta una pasta’.

Luego, mi padre y yo desayunamo­s juntos, y al despedirno­s nos emplazamos para el miércoles siguiente. Ninguno fallará, llueva o nieve. Pasear por un parque es mucho mejor que sentarse en una sala de urgencias. Y nos sale mucho más económico a todos.

A usted también, querido lector.

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