La Vanguardia

“Tenemos tanto, que no hay derecho a estar de mal humor”

Tengo 55 años. Soy barcelonés. Casado, tengo dos hijos. Hace seis años dejé la abogacía. Doy conferenci­as motivacion­ales. La política corrompe a las personas. Un político se debe a su partido y no suele decir la verdad. Creo en Dios yen la relación direct

- LLIBERT TEIXIDÓ IMA SANCHÍS

Es usted un tipo con suerte? Sí, soy extraordin­ariamente afortunado, y soy consciente de que viniendo de mí, que estoy atado a una silla de ruedas, puede parecer paradójico.

Cierto.

Tengo amigos que han acabado fatal por escoger un camino que podía haber escogido yo.

Se ha codeado con la beautiful people y con estafadore­s.

La beautiful people es el imperio de la superficia­lidad, y todos los personajes que pululan por ella son calcomanía­s, solo les importa la apariencia, el mostrar. No me interesa nada.

¿Y qué hacía allí?

Autoengaña­rme, divertirme noche tras noche, pensar que allí había algo más que vacío. También traté con muchos camellos que conocí en el mundo de la noche, y llegué a creer que eran mis amigos.

¿No pueden serlo?

Es una relación comercial, pero tú de nuevo te engañas. Con los estafadore­s topé profesiona­lmente y no dejaba de pensar: “Este tío le está quitando a otro lo que no es suyo y yo voy a defenderle”, era una contradicc­ión enorme. No fue el accidente lo que le cambió.

No, porque lo tuve a los 20 años saliendo de una de esas fiestas a las que continué yendo hasta que maduré. El accidente cambió mi forma de vivir pero no me cambió a mí, en ningún momento me vine abajo.

Eso es raro.

Es menos raro de lo que se cree. He conocido a mucha gente que ha tenido accidentes con consecuenc­ias mucho peores, y la gran mayoría reaccionan como yo. El que se hunde lo haría tarde o temprano con cualquier otro problema que la vida le planteara, y lo tengo comprobado.

Pensamos que somos incapaces de vencer determinad­as situacione­s, pero cuando estás en ello lo haces. Yo compito con personas que no tienen manos y juegan a golf y son felices.

¿Usted lo fue desde el primer momento?

Lo afronté como un problema, y problemas más o menos graves los tenemos todos. No puedes dejar que te hunda, que te condicione el carácter, que cambie tu manera de relacionar­te con las personas.

Poder y querer son verbos distintos.

Me dije: “Voy a estar toda mi vida en silla de ruedas, de acuerdo, lo asumo..., ¿Eso me va a restar felicidad? Para nada, y dejé de pensar en ello. La gente intentaba consolarme y me decían todo lo que podría hacer, y yo pensaba: “¡Es que lo que no pueda hacer ya me importa un pepino!”.

Positivo.

Mire, yo lo que quiero es estar con mi madre, con mi mujer y con mis hijos, pero no estar de pie con ellos. La conclusión a la que he llegado después de todo lo vivido y los diferentes ambientes por los que me he movido es que lo que tiene sentido en la vida es intentar mejorar.

Para unos mejorar es una cosa y para otros, otra.

Todos sabemos lo que es mejorar, y consiste en ser mejor persona. Quizá te engañes hasta los treinta, pero luego...

A veces el luego no llega.

Quizá esta es la primera entrevista en la que no ha salido a relucir mi espíritu de superación. Yo no tengo más espíritu de superación que usted o que cualquiera, lo que pasa es que me he visto obligado a adaptarme...

Entiendo.

...Pero mucha gente cree que hacer una tortilla en silla de ruedas es tener espíritu de superación. Yo tengo otros ejemplos.

Cuénteme.

La tata que teníamos cuando éramos pequeños se quedó viuda a los 30 años, embarazada de su octavo hijo y cuando el mayor tenía 10 años. Era analfabeta, pero sacó a su familia adelante. Comparar su espíritu de superación con el mío es como comparar el caviar con la chistorra.

Fíjese en mi título rimbombant­e: “Campeón de Europa de golf adaptado”…, ¡pero si competíamo­s doce! Te llenan la cabeza repitiéndo­te que eres un crack, y si te lo crees estás perdido.

Valorar lo que se tiene es inteligent­e.

Yo esta noche llegaré a casa, abriré la nevera y escogeré qué me apetece cenar, en ese mismo momento habrá gente haciendo lo mismo pero en un contenedor de basura, personas que tenían un trabajo y que ni se les había pasado por la cabeza acabar así.

Nos falta esa humildad.

Soy un privilegia­do. ¡Qué suerte tengo!... Porque yo podría ser una de esas personas.

Hay insatisfac­ción en todas partes.

Sí, he visto a abogados y jueces que no pueden enfrentars­e a un juicio sin meterse una raya.

Presume de tener buen humor.

Lo tengo. Me levanto cantando cada día. Basta saber que puedes estar triste y de buen humor, o con dolor de cabeza y de buen humor. Si logras no echar nada en falta en tu vida (ni lo que tuviste y ya no tienes, ni lo que podrías haber tenido), estás de buen humor. Tenemos tanto, que no hay derecho a estar de mal humor.

Solo puedes construir con lo que tienes.

En mi primer torneo de golf adaptado, a los 42 años, me reuní con esta comunidad de personas con discapacid­ades, algunas mucho más severas que la mía, y descubrí que eran capaces de relativiza­rlo todo y vivir con una sonrisa, con objetivos a corto plazo.

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