Sudáfrica recuerda con nostalgia cien años de Mandela
El país celebra el nacimiento del líder con homenajes y decepción por la desigualdad
Sudáfrica celebró ayer el centenario del nacimiento de Nelson Mandela. Cada ciudadano dedicó al menos 67 minutos –en honor a sus 67 años de lucha por los derechos humanos– a una causa social. “Mi abuelo estaría muy decepcionado con la Sudáfrica actual”, dice su nieta.
Para Khotso Langa, Nelson Mandela es un mito y un libro de historia. Khotso nació hace 19 años en el barrio de Soweto, cuando el primer presidente negro de Sudáfrica acababa de terminar su primer y último mandato, así que ni siquiera tiene recuerdos de la vida política del Nobel de la Paz sudafricano. Tampoco de cómo llevó la democracia al país o reconcilió a una sociedad al borde de la guerra civil. Para Khotso, queda la leyenda. “Cuando oigo la palabra Mandela, me vienen a la cabeza palabras como cambio, esperanza o dignidad. Es alguien a quien respeto por que me han explicado en la escuela lo que hizo, pero cuando supe de él era un anciano”. En realidad, Khotso es la mayoría de Sudáfrica: el 56% de la población forma parte de la generación “born free” (nacidos libres), como se conoce a los menores de 30 años, que no habían nacido o no tienen recuerdos de Mandela antes de que saliera de la prisión en 1990. Ayer a Khosto el respeto a la memoria le bastó. Junto a sus compañeros de la orquesta de cuerda Buskaid, rindió homenaje al mito de Mandela, fallecido en el 2013 a los 95 años, con un concierto frente a la estatua del héroe antiapartheid en el barrio de Sandton.
Sudáfrica salió ayer a festejar el Día Nelson Mandela en el centenario de su nacimiento y cada ciudadano dedicó al menos 67 minutos –en honor a sus 67 años de lucha por los derechos humanos– a una causa social. Las calles del país se llenaron de grupos que recolectaban comida, ropa o mantas para los pobres, pintaban chabolas o recogían la basura. También había actividades originales, como una plantación masiva de árboles y operaciones gratuitas de cataratas para los sintecho, o que rozaban la extravagancia, como una marcha de moteros o grupos de yoga grupal para recaudar fondos para causas altruistas. Los políticos no faltaron al tributo al padre de la nación. El presidente Cyril Ramaphosa inauguró una clínica en Mvezo, la aldea natal de Madiba –el nombre del clan xhosa de Mandela–y, junto al expresidente Jacob Zuma, donó cien bicicletas a escuelas de la región.
Pero la jornada en honor a Mandela también despertó nostalgia entre los sudafricanos. Para Eleanor Hugget, de 58 años, el líder de la lucha contra el régimen racista blanco se convirtió en un padre para todos sin importar el color de la piel, pero su legado ha sido pisoteado. “Él nos salvó, pero en el país hoy hay millones de chicos sin futuro y Zuma contaminó todo de corrupción”.
Aunque Sudáfrica es una nación indiscutiblemente mejor que hace 30 años, cuando el apartheid otorgaba derechos sólo a la minoría blanca, la decepción se extiende entre la población. Además de haber alcanzado una cifra histórica de desempleo, un 27,7% general y un 68% entre los jóvenes, el país lidera la lista de los estados más desiguales del mundo, según el Banco Mundial. La mitad de los sudafricanos viven en un estado de pobreza crónica y las diferencias siguen relacionadas con el color de la piel: un hogar con todos sus miembros de raza negra gana seis veces menos que una familia blanca.
Anteayer, durante una conferencia en honor al centenario de Mandela
“Él nos salvó, pero hoy hay millones de chicos sin futuro y Zuma lo contaminó todo de corrupción”
en la Universidad Walter Sisulu, el profesor e intelectual Patrick Lumumba exhortó a que la sociedad sudafricana se movilice para completar la liberación y ampliarla al terreno económico. “Mandela –dijo– nos habría recordado que la última cuestión colonial es la tierra. Si no solucionas eso, nunca conocerás la paz”. Desde hace meses, Sudáfrica mantiene un encendido debate sobre la devolución de tierras que hoy son propiedad de granjeros blancos a sus propietarios ancestrales, es decir, a la comunidad negra.
Para Sahm Venter, investigadora de la Fundación Nelson Mandela y muy próxima a la familia del expresidente, en tiempos convulsos tanto en Sudáfrica como en el resto del mundo, es clave tener presente el legado de Madiba. “Ahora que el racismo, el nacionalismo y el sexismo crecen, la voz de Mandela nos recuerda los valores de igualdad, dignidad y simplicidad. Ese compromiso sin miedo por los valores democráticos es importante porque estamos yendo hacia atrás. Estamos deslizándonos a un mundo donde los valores y los principios ya no parecen tener importancia. Si estuviera vivo, Mandela se rebelaría”.