El caballo digital de Troya
HAY una frase que se ha hecho célebre en Silicon Valley que dice: “Respeta a tus padres, porque aprobaron sus estudios sin Google ni Wikipedia”. Por imposible que les parezca a las nuevas generaciones, hubo un tiempo no tan lejano en el que no existían los móviles, los ordenadores no disponían de buscadores y las dudas se resolvían en los 28 tomos de la Larousse. De hecho, Google nació hace veinte años: su estreno fue el 27 de septiembre de 1998. Sus fundadores fueron dos estudiantes de posgrado en Ciencias de la Computación de la Universidad de Stanford, que pensaron en crear un motor de búsqueda de contenidos en internet. El nombre está inspirado en el término matemático gúgol, que significa el número 10 elevado a la potencia de 100, en referencia a su objetivo de organizar una gran cantidad de información en la web. El éxito fue espectacular, casi tan rápido como sus búsquedas.
Google ha pasado a ser imprescindible, nos ha creado verdadera dependencia: cualquier cosa que necesitamos nos la consigue de inmediato, desde mapas hasta vídeos, desde juegos hasta libros, desde correos electrónicos hasta redes sociales. Google recibe más de mil millones de búsquedas diarias. Y claro, lo sabe todo de nosotros. Es posible que un día Google sea nuestra vida: en el futuro dispondrá de coches autónomos a bancos sin sucursales. Uno de sus fundadores, y actual director ejecutivo de Alphabet (la compañía que explota este universo), es Larry Page, uno de los hombres más ricos del planeta. La UE les acaba de multar por abuso de posición dominante con 4.343 millones de euros (una cifra que gana en dos semanas) por usar Android como caballo de Troya para imponer sus productos en los dispositivos. Android es el sistema operativo del 85% de los móviles. No perderán el sueño. Como dice Page:
“Si estás cambiando el mundo, trabajas en cosas importantes”.
Un asunto menor como una multa no tiene que preocuparte.