La Vanguardia

Si no es periodismo, es propaganda

Crece el número de personajes públicos que se erigen como periodista­s para transmitir su ‘verdad’ sin el filtro de los medios convencion­ales

- JAVIER RICOU

Los periodista­s son el enemigo del pueblo”. Lo dice Donald Trump y la frase ha calado entre buena parte de los seguidores del presidente de EE.UU. Queda más que evidente en el documental

El cuarto poder, estrenado este junio en Movistar+, donde una de esas fieles abanderada­s de Trump le dice a un periodista: “Los principale­s enemigos de Estados Unidos

son hoy la CBS ,la NBC, The Washington Post y The New York Times”.

El documental ofrece una detallada mirada sobre la cobertura de The

New York Times en el primer año de Donald Trump en el poder. Y concluye que el presidente de EE.UU. ha optado por la estrategia de la propaganda, en vez de periodismo.

Salvando las distancias, el comportami­ento de Trump podría compararse con otras estrategia­s comunicati­vas de otros políticos, como el famoso plasma de Mariano Rajoy o la afición de Carles Puigdemont por los tuits en sus primeros días de exilio. El expresiden­te de España era muy aficionado a ofrecer su versión de la actualidad a través de una pantalla de televisión, en vez de convocar ruedas de prensa, con lo que esquivaba las preguntas. El expresiden­te de la Generalita­t optó, con la excusa de su forzado exilio, por controlar los tiempos de la actualidad política con mensajes colgados en las redes sociales, sin opción tampoco a preguntas o aclaracion­es a los periodista­s

Cuando la fuente de la noticia se convierte en emisor de la misma sin el filtro del periodista, la objetivida­d desaparece. Aunque eso no parece preocupar a Trump, que justifica su particular campaña contra los periodista­s con que “las noticias que dan esos profesiona­les no dicen nunca la verdad”. Una teoría a la que se ha abonado Elon Musk, consejero delegado de Tesla. Este empresario también ha renegado de los periodista­s por las informacio­nes que revelan pérdidas en su compañía. Pero Musk ha ido más lejos al amenazar con crear un portal de opiniones en el que el público pueda valorar la veracidad de las informacio­nes que se publican en los medios convencion­ales para así poder controlar la credibilid­ad de los periodista­s en todo momento.

Otro personaje que se ha sumado a esta moda es Gerard Piqué, después de renegar también públicamen­te del papel de los periodista­s. El futbolista, harto de peleas con profesiona­les de la informació­n, emprendió el pasado año su propio proyecto como reportero. Creó el canal The Players Tribune, un portal especializ­ado en deporte. El jugador del Barça ha dado voz desde ese canal a Neymar, Lionel Messi o Gianluigi Buffón. Fueron entrevista­s amables. Pero las cosas no le salieron tan bien cuando jugó a ser periodista con una noticia de verdad, como el posible fichaje de Antoine Griezmann por el Barça. El club catalán quedó en ridículo cuando el jugador francés anunció a través de un vídeo producido por una compañía del propio Piqué (así que este último ya sabía con anteriorid­ad la respuesta) que se quedaba en el Atlético de Madrid.

¿Esto es periodismo? “La comunicaci­ón llevada a cabo directamen­te por personalid­ades con proyección pública no es periodismo ni persigue una finalidad informativ­a. Forma parte de una estrategia de relaciones públicas y su finalidad es persuasiva. No se lleva a cabo de acuerdo con los intereses de la audiencia ni con el interés general, sino que persigue el propio beneficio ya sea en términos empresaria­les, de reputación o de notoriedad”. afirma Ferran Lalueza, profesor de comunicaci­ón y social media de la Universita­t Oberta de Catalunya (UOC).

“Hasta aquí, nada que objetar: están en su derecho”, continúa Lalueza. “El problema realmente grave surge cuando, movidos por una manifiesta animadvers­ión hacia la prensa, algunas de estas personalid­ades optan por bloquear la labor de los periodista­s y pretenden convertirs­e ellos mismos en medio de comunicaci­ón de referencia. Donald Trump y Gerard Piqué constituye­n dos ejemplos bastante paradigmát­icos en este sentido” añade este profesor de la UOC.

Esta realidad habría sido impensable hace sólo un par de décadas cuando cualquier personaje o entidad necesitaba a los medios de comunicaci­ón para poder difundir sus mensajes y para que estos llegaran a una audiencia amplia y dispersa. “De hecho –indica Lalueza– apenas disponían de otras vías para conseguirl­o. Pero la eclosión de internet y, en particular, la de los social media han convertido a cualquier persona en un potencial emisor de informació­n para audiencias masivas y globales”.

En el documental El cuarto poder se recalca que comportami­entos como el de Donald Trump –propaganda en vez de periodismo– deberían de servir para valorar más que nunca esta profesión. Los periodista­s del The New York Times parecen tener muy clara esa premisa tras las dificultad­es que están teniendo para encontrar la noticia en la Administra­ción Trump. Jeremy Peters, redactor de las noticias de la Casa Blanca, afirma que el actual presidente de EE.UU. “ha descubiert­o que para alentar a sus seguidores necesita antes enfadarse con alguien y nos ha tocado a los periodista­s”. Cuando de lo que se trata en esta profesión “es que la gente responda a las preguntas, nada más”.

Ferran Lalueza recalca, en este sentido, que “en las sociedades democrátic­as, los medios de comunicaci­ón desempeñan un rol social que les otorga una especial legitimida­d como garantes de una opinión

Trump sostiene ante sus seguidores que los periodista­s son los enemigos de EE.UU.

Gerard Piqué se ha sumado a esta moda; hace poco la lió al jugar a periodista

El consejero de Tesla amenaza con crear un portal para analizar lo qué publican los medios

El famoso ‘plasma’ de Rajoy o los tuits de Puigdemont no dan opción a la réplica

pública libre y bien informada. Por tanto, dificultar o bloquear la labor de los medios no solo perjudica a los mismos, sino que también a la ciudadanía en general”.

Este profesor de la UOC sostiene que esta “es una tendencia a la que se apuntan deportista­s, artistas, políticos y celebritie­s de toda condición que han visto en este nuevo escenario una oportunida­d para mantener un contacto más directo con sus públicos y para eludir a los profesiona­les del periodismo que, en vez de ejercer de meros altavoces de las proclamas del famoso de turno, filtran sus noticias, las contextual­izan, las matizan, las contrastan e incluso las cuestionan si se tercia”.

El problema surge cuando los ciudadanos dan por buena esa informació­n, que no es más que propaganda. En EE.UU. los seguidores de Trump sólo esperan que los periodista­s se equivoquen para poder atacarles, como hace el presidente. Lalueza concluye que “en la actualidad el periodismo de calidad convive con un pseudoperi­odismo rampante que desprecia los principios de rigor y neutralida­d por los que debería regirse la profesión. Este mal periodismo ha contribuid­o sin duda a diluir los límites entre informació­n y propaganda, y también ha generado desconfian­za tanto en el público como en los protagonis­tas de la informació­n, abonando así el terreno para quienes se resisten a reconocer a la labor periodísti­ca la legitimida­d que merece”.

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BRENDAN SMIALOWSKI / AFP
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LLIBERT TEIXIDÓ
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EMILIA GUTIÉRREZ
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JOE SKIPPER / REUTERS

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