La Vanguardia

La catalana que venció el odio

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Conservo un intercambi­o de watsaps con Míriam Hatibi. “El paseo de Gràcia es hoy el paseo de la Esperança”, le dije. “¡Cuántas personas! ¡Cuántas emociones!”, respondía ella, que se preparaba en el escenario para el acto final de la marcha que el 26 de agosto del 2017 congregó a medio millón de personas en Barcelona contra el odio y el terrorismo.

Míriam, la niña que estudió en la escuela católica Vedruna, de Bellpuig, en el Urgell. La hija de Aicha y Mostafa. La hermana de Omar y Yasin. La portavoz de la fundación Ibn Battuta. La brillante licenciada en IBE (Internatio­nal Business Economics) por la Universita­t Pompeu Fabra, que hizo el Erasmus en Bélgica y que trabaja como analista de datos en la consultora Sibilare, donde hablan maravillas de ella. Una chica de 24 años que nació en Barcelona y creció en Lleida. Ella es todo eso y mil cosas más, pero muchas personas se fijan sólo en un detalle: lleva velo.

“Vete a tu país”, le gritó un joven unos días antes de que la conociera, cuando multiplica­ba sus aparicione­s mediáticas para romper tóro picos sobre el islam y para explicar que su caso no es único ni extraordin­ario. “Inmigrante de segunda generación” la llaman a veces, como explica en Mírame a los ojos

(Plaza y Janés), con un subtítulo revelador: No es tan difícil entenderno­s. “Vete a tu país”, le gritaron... Ojalá aquel joven vociferant­e lea su libro. Él, los intolerant­es y todas las personas que piensan que la condición de inmigrante se hereda, como el color de la piel.

La obra es un faro para quienes tengan miedo de perderse. Una referencia, un punto de encuentro, como el caballo de Fernando Bote- de la terminal B del aeropuerto de El Prat... O como el mosaico de Miró de la Rambla, allí donde se detuvo la furgoneta asesina.

La manifestac­ión contra este atentado y el de Cambrils se cerró con una proclama, que leyeron ella y Rosa Maria Sardà, y en la que atronaron palabras como paz, solidarida­d, libertad y diversidad. Dice Míriam que hay que diferencia­r entre cultura y creencia porque una religión no define la integració­n en una sociedad. Y, aunque sea obvio, hay que recordar que el terrorismo nos afecta a todos.

El pasado 1 de octubre, Stephen Paddock, un francotira­dor estadounid­ense de piel blanca y a quien inicialmen­te se intentó relacionar con el Estado Islámico, mató desde la ventana de un hotel de Las Vegas a 59 personas e hirió a 572. Las víctimas asistían a un festival de música country. Todo el mundo tiene presente aún esta masacre. Dos semanas después, el 14 de octubre, dos atentados con camiones bomba en Mogadiscio mataron a 512 personas (358 de forma inmediata y el resto en los días siguientes). “¿Recordáis este caso?”, pregunta Míriam.

Eran musulmanes negros.

Un punto de encuentro y un libro

El caballo de

Fernando Botero,

en El Prat, y

Mírame a los ojos, de Míriam Hatibi,

que tiende puentes entre culturas porque es más lo que nos une que lo que

nos separa

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MANÉ ESPINOSA La escultura del colombiano Fernando Botero es una referencia ineludible del aeropuerto de Barcelona
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