El modelo de Suecia
Cuando se habla de presión fiscal, Suecia se acostumbra a citar como ejemplo que seguir, como así ocurre, también, con relación a otras muchas cuestiones de carácter social. Sin embargo, se olvida con frecuencia la evolución que aquel ha experimentado desde la década de los setenta.
Suecia, bajo el paradigma del Estado benefactor, y con una intervención importante del Estado de carácter exclusivo y universal, alcanzó una presión fiscal superior al 50%, un gasto público superior al 60% del PIB y un alto estancamiento económico que hizo replantear su paradigma transformándolo en otro inspirado en la participación público-privada, en un sistema mixto de financiación a través de impuestos y precios en función del nivel de renta, y combinando la libertad de elegir de las personas con el derecho a una vida digna, parámetros, entre otros, que han sido decisivos para reducir su presión fiscal al 44,3%, y para dinamizar su economía. Sea como fuere, hay que subrayar que el nivel de compromiso social de los suecos con su Estado de Bienestar es fruto de una interiorización personal que se inicia desde pequeños y que se vive hasta su fallecimiento. Es, en definitiva, una sociedad arraigada en valores que marcan y rigen sus vidas. Desde esta perspectiva es, sin duda, un modelo a seguir.
Pero no es oro todo lo que reluce. Suecia también es un país en soledad. Su acción política se centra en la persona, como individuo aislado, en detrimento de la familia, como factor de cohesión y solidaridad. La responsabilidad directa frente al individuo es pues del Estado y no de la familia; aspecto sutil, si se quiere, pero no menor, ya que su consecuencia es que se fomenta una sociedad individualista en la que se vive y muere en soledad; sociedad, claro está, en la que las necesidades públicas para garantizar una vida digna son mayores que las que requerirían aquellas otras en las que el Estado es también garante pero en su condición de responsable subsidiario, esto es, que este interviene únicamente cuando la familia, como responsable directo, carece de recursos suficientes para atender a aquellas personas que, integradas en la misma, están en situación de pobreza o de exclusión social.
Sea como fuere, es importante asumir que, previo al debate fiscal, es necesario el debate sobre el modelo social. Solo después, y tan solo después, hay que concretar sus distintas políticas, incluida la fiscal. Y todo, también, en el contexto de las circunstancias concretas que definen a cada país. No todo lo que se compara es en definitiva homogénea y objetivamente comparable. Y de ahí, precisamente, que las estadísticas no son siempre la mejor referencia. Tal vez por ello, me da la sensación de que, en nuestro caso, no hemos aprendido todavía que el Estado Benefactor no es posible, ni tampoco hemos definido qué modelo social queremos. Estamos, creo, en la mera utopía populista.
“Previo al debate fiscal, es necesario el debate sobre el modelo social. Estamos en la mera utopía populista”