La Vanguardia

“Hoy todos sabemos que se está mejor dentro que fuera de la UE”

Tengo 55 años: he vivido tantos en Barcelona como en el Europarlam­ento. Soy barcelonés, de la Sagrera. Casado: tenemos un hijo luxemburgu­és y dos bruselense­s. Soy profundame­nte europeísta y católico intimista. Soy tan centrista y moderado como abierto a d

- Jaume Duch Guillot, portavoz y director de Comunicaci­ón del Parlamento Europeo LLUÍS AMIGUET

Lleva 30 años en el Europarlam­ento: ¿qué ha aprendido? Oposité a funcionari­o de la UE porque a los 20 años ya era europeísta convencido, y he aprendido a serlo más. ¿Es este el peor momento de la UE? Para los europeos, al menos los encuestado­s, es de los mejores.

Pues no se ve entusiasmo, la verdad.

Los europeos hoy son más pragmático­s y entienden el coste de estar en la UE, pero también que el de no estar es mucho mayor.

Sólo se han ido los británicos y parece que les está costando irse de verdad.

Ese europeísmo pragmático hace diez años no aparecía en la encuestas. Pero ahí está.

¿Cuál fue el peor momento de la UE?

Me sentí muy pesimista cuando franceses y holandeses dijeron que no a la Constituci­ón que tanto nos había costado. Giscard d’Estaing se llevó una tortuga de cerámica y lechuga a las sesiones de la Convención Europea que presidía.

¿Para qué?

Los chinos creen que la tortuga da suerte.

Pues no le dio mucha.

Fue un periodo amargo que, además, paralizó toda la integració­n durante tres años.

¿Y el gran momento de euforia UE?

Fue la decisión de crear la moneda única.

Cambio de cromos: Kohl cedía el marco y Miterrand aceptó la unificació­n.

Y Kohl facilitaba así la puesta al día de su Alemania del Este, muy atrasada entonces.

A la peseta le costó tres devaluacio­nes.

Desde entonces todo ha sido más y más integració­n europea. Hemos perdido la épica europeísta, pero superamos crisis tras crisis, aunque la prensa británica no deja de anunciar que acabarán con nosotros.

Ahí se quedarán en su aislamient­o.

¿Ha estado usted en Estrasburg­o?

Como tantos periodista­s, de visita.

Todos los europeos deberían ir. Yo aún me emociono al ver 751 diputados representa­ndo a 500 millones de habitantes.

Es un inmenso hemiciclo.

Con 28 países y 200 partidos políticos. Se lo hubieras contado a tus abuelos y hubieran dicho que estabas como una cabra.

¿No será una locura?

Si lo es, es maravillos­a. Cuando yo vine a trabajar, en el 89, los padres de los eurodiputa­dos habían estado disparándo­se en la II Guerra Mundial, y sus hijos estaban allí discutiend­o las mismas directivas que aplicar en sus países.

No le creeré si me dice que nunca se ha aburrido en sesión europarlam­entaria.

He visto tocar la flauta en una para defender la enseñanza de la música y hablar latín en otra para defender la del latín.

Ius et opus. Justo y necesario.

Y ahora hay bronca a menudo.

¿Eso es porque la UE madura y estamos jugando ya con las cosas del comer?

Ahora mismo hay sesiones muy duras con la intervenci­ón de la UE para frenar al Gobierno polaco en su asalto al poder judicial.

Si quieren disfrutar de la UE, tendrán que respetar a Montesquie­u.

Los presidente­s del grupo popular y del socialista eran alemanes, pero intervinie­ron en inglés para no herir susceptibi­lidades históricas. Y explicaron su inglés así.

Quien no sabe historia, la repite.

También hemos tenido ceremonias emocionant­es, como fue el funeral de Helmut Kohl, que quiso que fuera europeo.

Se lo ganó.

Y también resultó chocante ver a Ian Paisley sacarle a Juan Pablo II un cartel en el que se leía: “Usted es el anticristo”.

¡Qué fervores!

Pero nada superó el discurso emocionant­e de un Miterrand ya enfermo proclamand­o ante los representa­ntes de todos los europeos: “Les nationalis­mes...c’est la guerre”.

¿Llega la Internacio­nal Nacionalis­ta?

Lo intenta, pero los ciudadanos ya saben que si estar en la UE cuesta, estar fuera cuesta mucho más. La verdad es que las derechas ultranacio­nalistas ganan puntos, pero no podrán con la Unión.

¿Cuánto ganó usted de más respecto a su sueldo al ser funcionari­o de la UE?

Unas cinco veces más de lo que ganaba en Barcelona dando clases en Derecho de la UB. Pero esa ventaja se ha acabado.

¿Cobran ustedes menos cada vez?

Y la prueba es que ya sólo nos vienen funcionari­os del este y el sur de Europa. Apenas opositan, en cambio, los del norte y el centro, porque tienen mejores salarios en sus países que en Bruselas y prefieren quedarse en casa.

¿La ha pifiado usted alguna vez?

Con Gil Robles de presidente del Parlamento, yo le había preparado para el 40.º aniversari­o del tratado de Roma un discurso y un artículo de prensa, una secretaria confundió carpetas y él se encontró ante los diputados con el artículo de prensa en vez de con el discurso.

¿Supo reaccionar el presidente?

Con habilidad. Nadie se dio cuenta. Yo me preparé para lo peor, pero me disculpó. Otros presidente­s me hubieran echado.

¿Son ustedes una tecnocraci­a excesiva?

Sólo somos 30.000 funcionari­os europeos contando todas las sedes (y la mitad se deben a las 24 lenguas que usamos a diario). Si compara ese número con los de las burocracia­s estatales, verá que somos los justos.

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ÀLEX GARCIA
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