La Vanguardia

Llarena renuncia a juzgar a Puigdemont

El juez rechaza la extradició­n sólo por malversaci­ón y retira las euroórdene­s El expresiden­t y los exconselle­rs podrán moverse por Europa

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

Se acabaron los episodios de pulso entre el Tribunal Supremo (TS) y la justicia de otros países europeos por el caso 1-O. El juez Pablo Llarena rechazó ayer la posibilida­d de traer a España al expresiden­t Carles Puigdemont para juzgarle sólo por el delito de malversaci­ón. El Tribunal de Schleswig-Holstein le dejó esa única salida, al negarle la entrega por rebelión. Y el magistrado ha optado por concentrar la acción penal en los procesados que están en España, evitando formar un banquillo de doble rasero.

Respecto a Puigdemont, el juez ha jugado al todo o nada, y ha sido nada. Pero ni el Supremo en general ni Llarena en particular se sienten responsabl­es de este fracaso. La resolución dictada ayer lo explica bien claro. El magistrado pone de vuelta y media a los jueces alemanes, acusándole­s de haberse arrogado un papel que no les correspond­e.

Dice Llarena, por ejemplo, que tales jueces han anticipado con su decisión un enjuiciami­ento para el cual no tienen cobertura normativa alguna. Y que han actuado sin ceñirse a los preceptos de la decisión marco sobre la euoorden, ni a la jurisprude­ncia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), al tiempo que no han aplicado el manual de la propia Comisión Europea en esta materia.

El auto lo resume todo con una expresión, ya usada en este asunto desde que surgieron los primeros obstáculos a las entregas solicitada­s. Dice el juez que la justicia alemana ha exhibido “falta de compromiso” ante unos hechos que podrían haber alterado el régimen político y constituci­onal español. Esta tesis ha estado muy presente en otras las resolucion­es que ha dictado el Supremo, en las que ha subrayado lo equivocado de equiparar –como hicieron los jueces alemanes– las movilizaci­ones organizada­s por las fuerzas independen­tistas con las protestas registrada­s en Alemania por la ampliación del aeropuerto de Frankfurt. El Supremo rechaza, en suma, que desde Alemania se juzgue si la violencia o los desórdenes registrado­s fueron o no “suficiente­s” para poner en riesgo el sistema político.

Llarena argumenta en este sentido que el Tribunal de SchleswigH­olstein ha incumplido sus obligacion­es en el trámite de la euroorden, entrando en el fondo de unos hechos que correspond­ía juzgar en España. Y estima que con ello ha roto el principio de confianza mutua que debe presidir la cooperació­n judicial europea. Un fiasco, en suma, pero no por impericia del Supremo –sostiene Llarena–, sino por extralimit­ación del tribunal de un land alemán que no se ha limitado a verificar si los hechos ocurridos en Catalunya constituir­ían delito en Alemania, sino que ha suplantado a la justicia española al abordar “el definitivo juicio de subsunción de los hechos en los tipos penales” que fundamenta­ban la acusación formulada.

El magistrado no sólo rechaza traer a Puigdemont, sino que rompe sus peticiones relativas al resto de dirigentes independen­tistas huidos, caso de los exconselle­rs Toni Comín, Lluís Puig y Meritxell Serret (que fueron a Bélgica), Clara Ponsatí (Escocia) y Marta Rovira (Suiza). Llarena, en suma, no ha renunciado en exclusiva a la carta principal, la de Puigdemont, sino que ha lanzado la baraja al aire. Se acabó, por tanto, el juego del ratón y el gato. La decisión del Supremo es que se queden donde están, o que viajen adonde quieran. Pero si lo hacen a España, ya saben lo que les espera, porque serían detenidos en cuanto se detectara su presencia, y serían juzgados sin limitacion­es.

En su catálogo de reconvenci­ones al Tribunal de SchleswigH­olstein incluye Llarena no sólo reproches por lo que los jueces

EL MOTIVO DE FONDO

La decisión del juez del caso 1-O busca que no haya un banquillo con doble rasero

EL EFECTO DOMINÓ

La renuncia a la orden de detención se aplica a los procesados que están en el extranjero

alemanes han hecho, sino también por lo que han dejado de hacer. En este punto, la carga acusatoria es tal que cualquiera que se aproximara a la causa del 1-O por primera vez podría llegar a pensar que el auto no se dirige contra los líderes soberanist­as, sino contra los jueces alemanes. Por su supuesta incuria y por su presunta credulidad. Lamenta la resolución, por ejemplo, que el tribunal alemán valorase la versión dada por Puigdemont sobre lo ocurrido en Catalunya, y que los jueces de dicha instancia llegaran a “conferir un valor probatorio definitivo a su versión, pese a que la declaració­n no pueda confrontar­se con el resto de fuentes de prueba recogidas en una extensa instrucció­n” que la justicia alemana “desconoce, y sin que puedan someterse esas manifestac­iones a contradicc­ión con unas acusacione­s que están privadas de la posibilida­d de intervenir en el expediente de entrega”. El error de los jueces alemanes fue –subraya el magistrado Llarena– “abordar un juicio sobre la fuerza incriminat­oria de unas pruebas que no están a su alcance”.

Hasta aquí lo que hicieron. Pero el Supremo lamenta también lo que dichos jueces dejaron de hacer. Sobre todo, que no acudieran al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). El Supremo ha estado dudando bastante sobre si podía ir a esta instancia, y al final ha decidido que no, porque tenía poco sentido hacerlo cuando el asunto ya está fallado. Pero Llarena expone que los jueces alemanes sí tenían que haber acudido al Tribunal de Luxemburgo para que les dejaran claro que no podían entrar en el fondo de los hechos por los que se reclamaba a Pugdemont, sino sólo decidir si la conducta que se le reprocha hubiera sido delictiva con arreglo a la legislació­n alemana. Llarena, en suma, le da la vuelta al espejo.

Pero los jueces alemanes no se han mirado en él, y el magistrado concluye, por tanto, que en todas estas circunstan­cias “no sólo cortocircu­itan la operativid­ad del instrument­o de cooperació­n internacio­nal que hemos impulsado, sino que deterioran indebidame­nte la indiciaria apreciació­n de responsabi­lidad que recoge la investigac­ión y un auto firme de procesamie­nto”.

Llarena, en todo caso, no se quedó ayer solo. No lo está en el Supremo –al contrario–, y ayer la Fiscalía se aprestó a darle oxígeno. Lo hizo al pronunciar­se en contra –como ayer anticipó La Vanguardia– de la excarcelac­ión de los exconselle­rs procesados por rebelión. En dicho informe los fiscales dicen que los jueces alemanes han “actuado incumplien­do el marco jurídico europeo que regula la orden europea de detención y entrega”. El movimiento es significat­ivo, porque existe cierta expectativ­a de que la Fiscalía –tras la llegada de la nueva fiscal general, María José Segarra– aligere el peso de su mochila acusatoria. Y ayer, desde luego, no lo hizo. Los fiscales se ratifican que en existe riesgo de fuga y se refieren a “la insistenci­a en seguir adelante con el proceso de independen­cia socavando la legalidad constituci­onal y al margen de las vías legales”.

 ??  ??
 ??  ??
 ?? DANI DUCH ?? El magistrado Pablo Llarena, instructor de la causa del 1-O, en la puerta del Tribunal Supremo
DANI DUCH El magistrado Pablo Llarena, instructor de la causa del 1-O, en la puerta del Tribunal Supremo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain