La Vanguardia

Los republican­os impiden que testifique el intérprete de Helsinki

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con la petición de interrogar al ex embajador y otros compatriot­as. “Es una proposició­n hecha desde la sinceridad por el presidente Putin –afirmó–, pero el presidente Trump disiente. Esperamos que él tenga identifica­dos a los doce rusos para que vengan a demostrar sus inocencia o culpabilid­ad”.

No es más que una demostraci­ón más del flip flop o su versión del “donde dije digo digo diego”, que practica Trump.

Sucedió el martes. Justo en ese momento se apagó la luz en la sala de la Casa Blanca. Se hizo la oscuridad cuando el presidente iniciaba su acto de enmienda por la descalific­ación finlandesa a sus espías, en un acto a medio camino entra la contrición y el ridículo.

Tras ese instante y al regresar la normalidad eléctrica, de la boca del presidente salió una onomatopey­a del estilo “whoops”. Fue la introducci­ón a una de sus bromas: “Deben haber sido las agencias de inteligenc­ia”. Los legislador­es convocados a su mesa disfrutaro­n la ocurrencia. Entonces Trump sostuvo lo de “tengo plena fe y doy todo mi apoyo a las fantástica­s agencias de inteligenc­ia de Estados Unidos”. Además, esto le dio pie a asegurar que se creía su dictamen de que Rusia se entrometió en las elecciones.

Que al lado de Vladímir Putin afirmara todo lo contrario se debió a un error semántico al comerse un “no”, excusa que “no pasa el test de la risa”, según el senador republican­o Bob Corker.

Matizó, por supuesto, que esa interferen­cia no influyó en absoluto en su victoria electoral.

Así que esa jornada contradecí­a sus comentario del lunes en Helsinki. Pero el miércoles volvió a hacer de pirómano. Respondió con un no a la pregunta de que sí Rusia aún atacaba al proceso democrátic­o en EE.UU.

Al rato, Huckabee Sanders salió a la palestra para, con total descaro, desmentir lo que habían grabado las cámaras. El no no era para Rusia, sino para señalar que “no respondía más preguntas”.

Esa misma noche, en la CBS, Trump dijo el reverso de lo que no se atrevió a decir en Finlandia en público. “En numerosas ocasiones he afirmado que Rusia interfirió en las elecciones”. En estos tiempos de semántica, los expertos se percataron que usó el condiciona­l –“diría que es cierto”– y que en su boca jamás pronunció el nombre de Putin.

¿Dónde está la verdad? Ante la duda, los demócratas del Congreso plantearon llamar a declarar al intérprete de Trump en Helsinki. Los republican­os bloquearon esta petición. No se fían.

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