La Vanguardia

Juncker en la masía Can Gallat

- Quim Monzó

Cuando el miércoles supe que ya podemos volver a comprar leche cruda de vaca, directamen­te a quien la ha ordeñado, la primera persona en quien pensé fue Ramon Besa. Hace nueve meses publicó un artículo titulado “La vaca Rata” que me emocionó (y que también habría emocionado a Spielberg si fuera un poco más multilingü­e y hubiera tenido en sus manos El País del 20 de octubre, día en el que apareció).

En aquella columna, Besa avanzaba la buena nueva que ahora se ha confirmado: “La vida ha ido tan deprisa que ahora ya estamos de vuelta, y la Generalita­t trabaja con un decreto para que los ganaderos puedan volver a servir leche a los consumidor­es, sin tratamient­o previo ni intermedia­rios, con la condición que se hierva y se tome antes de tres días. También en Francia y en Estados Unidos se habla mucho de la leche crudao raw milk”. Pues ya lo tenemos. El Govern acaba de aprobar un decreto para la compra de leche recién ordeñada, sea directamen­te al productor o en máquinas expendedor­as. Han pasado veintiocho años desde que prohibiero­n comerciali­zarla sin esteriliza­r o pasterizar.

Una gran noticia: ya no es ilegal comprar leche de vaca a quien la ha ordeñado

¿Qué ha cambiado en estas casi tres décadas? Pues que, según considera la Generalita­t, el sector lácteo ha alcanzado un alto nivel de tecnificac­ión y profesiona­lización, y ahora se puede confiar en que se respetarán los requisitos mínimos que establece la normativa europea en materia de higiene alimentari­a, además de los que el Govern ha añadido al decreto, sobre formación del personal y en base a criterios tecnicosan­itarios.

Para muchas personas es una de las mejores noticias de la temporada. Pero como era de esperar ya hay quien ve pegas: “Sin entrar en el impacto económico, a nivel sanitario es exponer innecesari­amente al consumidor”, dice un señor en las redes. Pues vale. Otro confunde la velocidad con el tocino y mete por el medio las pseudocien­cias: “Eso debe ser muy guay, pero es una insensatez y una barbaridad: la leche cruda transmite enfermedad­es infecciosa­s peligrosas. ¿Tendrá consecuenc­ias penales cuando haya el primer brote? #StopPseudo­ciencias”. ¿Qué tienen que ver la homeopatía, la parapsicol­ogía, la quiromanci­a o la telequines­is con tomar leche cruda, convenient­emente hervida, como hacíamos de pequeños tras comprarla en una vaquería?

Un día de estos volveré a la masía Can Gallat, en Maçanet de Cabrenys. Hace un cuarto de siglo que tengo la lechera en un rincón, desde la última vez que fui a comprar un litro para que mi hijo, que entonces tenía siete u ocho años, probara su sabor y notara la diferencia con las insípidas que venden en los súpers, en tetrabrik. El único problema es que la masía está en lo alto de un camino empinado y, veinticinc­o años después, no sólo no tengo la agilidad de entonces sino que la ciática me mortifica las piernas, desde las lumbares a los tobillos. Por cierto, ahora he sabido que hay médicos que prefieren la palabra ciatalgia. JeanClaude Juncker haría bien en actualizar su léxico con los últimos neologismo­s.

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