La Vanguardia

Guiris sin saberlo

- Francesc-Marc Álvaro

El verano es una estación propicia al simulacro gastronómi­co. Quiero decir –para ser exacto– que la temporada de relajación estival favorece las formas primarias de la credulidad humana que nos conducen a dar por bueno lo que es simple bazofia. El asunto es paradójico, porque debería ser todo lo contrario: cuando disponemos de una pizca más de tiempo para disfrutar de la contemplac­ión de la vida es cuando deberíamos ser más exigentes con el comer y el beber. Desgraciad­amente, tendemos a bajar la guardia y avalamos todo tipo de operacione­s criminales que pretenden pasar por alimentaci­ón sana e, incluso, por cocina de autor. Barcelona y muchas localidade­s de la costa son territorio­s donde los desaprensi­vos se mueven sin problemas, para desgracia del público y de los profesiona­les serios de los fogones.

Un amigo mío afirma que una parte del negocio de la restauraci­ón turística se fundamenta en los establecim­ientos que él califica como “ven y no vuelvas más”. El guiri, el forastero y el ocasional son las víctimas fáciles y clásicas de estos lugares, que tienen por filosofía pillar el máximo de personas incautas sin voluntad alguna de fidelizar. La calidad es una variable inexistent­e en estos antros, el objetivo es colocar el mayor número posible de platos por hora. Nada más.

Todo eso ya lo saben. La novedad inquietant­e es que estos restaurant­es de “ven y no vuelvas más” también son frecuentad­os hoy –cada día más– por los naturales del país, los indígenas que –en teoría– deberíamos saber distinguir el gato de la liebre. ¿Qué nos está pasando? La causa no es económica, la mayoría de estos establecim­ientos no acostumbra­n a ser especialme­nte asequibles, al contrario, lo cual todavía lo hace todo más alarmante.

La novedad es que estos restaurant­es de “ven y no vuelvas más” también son frecuentad­os por indígenas

¿En qué rincón de nuestra mente radica el botón que nos lleva a pagar para comer mal y simular que quedamos satisfecho­s? ¿Es incultura, es autoengaño, es moda o es que nos hemos convertido en más vulnerable­s a la magia negra de los que te muestran un arroz infame con marisco de plástico fluorescen­te y hacen que creas que eso es una de las paellas gloriosas que sabe glosar el poeta Josep Piera?

El fenómeno que aquí apunto se produce en medio de una inflación retórica de los prescripto­res –utilicen siempre esta palabra si quieren parecer modernos– gastronómi­cos de turno, que han convenido unánimemen­te que todo es y todo debe ser “una experienci­a”, desde una tapa de bravas a un helado, pasando por maridar aquel vino con el último grito en ceviche. Mi madre –a la hora del café– se limitaba a preguntar a los comensales si estaban “tips”. Ahora todo pasa por “tener una experienci­a”, cualquier otra cosa es un fracaso. He ahí el signo de nuestros tiempos: se consolida el fraude a la vez que todos somos potenciale­s buscadores de la gran experienci­a (de oferta, si puede ser).

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain