La Vanguardia

Marc Pastor, crononauta

- Domingo Marchena

Los viajes en el tiempo son posibles. El súper Anahit, en la calle Mallorca, 610, en el Clot, parecería trasplanta­do desde la extinta URSS a la Barcelona de hoy si no fuera porque pocos comercios debían tener los estantes tan bien abastecido­s en la URSS de antes de la perestroik­a, en el país de las colas y de escritores como Vasili Grossman.

Cervezas, refrescos, mermeladas y conservas rusas, entre otras especialid­ades del Este recuerdan que este es un local de la “ex Unión Soviética”, como reza un letrero. En la puerta hay un caballito, una máquina de esas que parecen haberse escapado de un tiovivo o de una feria y que se activan y balancean con una moneda de un euro. El caballito es un imán para los niños. Mientras los vigilan, sus padres o sus abuelos regresan al pasado al galope. A los días de la infancia y de las aventuras.

Sí, los viajes en el tiempo son posibles. Leed a Marc Pastor, si aún tenéis dudas. Este autor es el principal crononauta de la literatura catalana y uno de los más atrevidos revitaliza­dores y renovadore­s de la actual narrativa en catalán. Sus obras, con generosas tiradas, se han traducido a numerosos idiomas, incluido el castellano, por supuesto.

Marc y su legión de admiradore­s nunca viajan solos. Empresas como la británica Woodsboro o como la rusa Iefrenov-Strugatski, heredera del NKVD y del KGB, aparecen y desaparece­n en sus novelas. También personajes como Víctor Negro, Irene y Moisés Corvo, Enriqueta Martí y Douglas Moriarty. Estas y otras de sus criaturas literarias saltan de un libro a otro o cambian de país y de época.

De la Barcelona del siglo XIX y de la vampira del Raval a una Barcelona apocalípti­ca, invadida por los ladrones de cuerpos. O de los campos de concentrac­ión nazis a la Guinea colonial y al falso paraíso de un archipiéla­go de la Polinesia.

Montecrist­o, La mala mujer, El

año de la plaga, Bioko... Cada nuevo libro de Marc Pastor es un salto al vacío sin red, una experienci­a que deja a los lectores huérfanos cuando llegan a la última página. Su título más reciente, Farishta (Amsterdam), no es una excepción. Es la primera vez que el autor convierte a una mujer en la protagonis­ta central (el personaje que daba título a La mala mujer era en realidad secundario). El escritor se mete tan dentro de la piel femenina que parece que un ángel le guíe, como Beatriz con Dante en el Purgatorio. O que escriba mientras una deidad le dicta al oído, como Stefan Zweig decía que escribía Lev Tolstói. ¿Una Beatriz o una deidad? ¿Y por qué no Jules Verne o H.G. Wells? Sea quien sea el genio inspirador de Marc Pastor, cuando los lectores llegan al punto final se quedan tan desolados como los niños del caballito cuando se acaba el viaje y han de bajarse.

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LLIBERT TEIXIDÓ El caballito (“un euro, tres viajes”) del súper Anahit, junto a una puerta con los colores de la bandera rusa
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