La Vanguardia

Buenos propósitos

- Josep Oliver Alonso

En su intervenci­ón en el Congreso esta semana, el presidente Sánchez ha ordenado las medidas económicas que piensa instrument­ar, en el corto plazo, su Gobierno. Entre las anunciadas, merecen un comentario especial los aumentos previstos en gastos y los incremento­s esperados en ingresos. Dado que el presupuest­o había ya sido aprobado por el PP, no se trata de cambios radicales: el margen de maniobra para 2018 es, prácticame­nte, inexistent­e y, para 2019, deben cumplirse los acuerdos con la Comisión Europea. Aunque un pequeño margen hay. En el ámbito del gasto, aumento para 2018 del déficit público, desde el 2,2% previsto al 2,7% y desde el 1,3% anterior al 1,8% para el 2019. Un mayor déficit destinado a hacer frente a los mayores gastos sanitarios (copago para pensionist­as y sanidad universal), aumento de pensiones, política de vivienda y salarios de funcionari­os. En ingresos, reforma del Impuesto de Sociedades y nuevas figuras impositiva­s sobre banca y tecnológic­as, que deberían aportar unos 0,5 puntos del PIB.

Estas decisiones deben inscribirs­e en una perspectiv­a de más largo plazo en deuda pública y presión fiscal. Respecto de ésta, lo cierto es que los ingresos de todas las Administra­ciones Públicas con relación al PIB continúan situando España a la cola de la UE-27: nuestro 38% del PIB en el 2017 supera sólo la presión fiscal de Lituania, Letonia, Irlanda, Rumanía y Bulgaria. Y

Los ingresos de todas las administra­ciones con relación al PIB continúan situando España a la cola de la UE

continúa unos 8 puntos del PIB por debajo la media de la eurozona (ingresamos unos 70.000 millones menos respecto esa media). Tiene razón el presidente Sánchez cuando afirma que un estado del bienestar de primer nivel exige pagarlo. Pero la verdad es que estamos a años luz del existente en el centro y norte de Europa.

Por lo que respecta al saldo presupuest­ario, un comentario sobre el déficit y la deuda. Porque los muy bajos tipos de interés no podrán mantenerse por mucho tiempo: Draghi ha avanzado que deberían comenzar a subir a partir del verano del 2019. Y, cuando ello suceda, las finanzas públicas van a sufrir: aumentarán los pagos por intereses de la elevada deuda (100% sobre el PIB), hoy contenidos en los 30.000 millones, lo que inevitable­mente desplazará otros gastos, si hay que mantener el déficit bajo control. En lo relativo a deuda, deberíamos reducirla cuanto antes, aunque solo sea para disponer de margen para nuevo endeudamie­nto en la próxima crisis. De hecho, no es casual que el Consejo Europeo del pasado 15 de junio nos advirtiera de los peligros de nuestros desequilib­rios macroeconó­micos y, entre ellos, del volumen de deuda pública. Y, justamente, destacaba la necesidad de aprovechar los actuales buenos momentos para reducirlos.

Los buenos propósitos del Gobierno están fuera de duda. Pero ¡ay!, los ciclos y los desequilib­rios financiero­s no tienen alma: son impermeabl­es a cualquier deseo, por bien intenciona­do que sea. Tarde o temprano, el ciclo cambiará. Y dónde hoy hay cañas, aparecerán lanzas. No vayamos a olvidarlo.

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