La Vanguardia

Ay, el bolchevism­o moral

- Quim Monzó

El dominico Vuillermet publicó en 1924 un libro –Les catholique­s et les danses nouvelles– donde repasaba los bailes que entonces estaban de moda: “Un hombre de mundo, excelente bailarín, me define así cada uno de los nuevos bailes: el tango, inmundo; el foxtrot, cínico; la java, soez; el chotis, provocador; el shimmy y el blue, chochez y baile de san Vito. Todos ellos, añade con decisión, hacen pensar en los vividores, los nuevos ricos ignorantes, los salvajes... Dos palabras resumen lo que acabo de decir. Estos bailes no son más que bolchevism­o moral”.

En los años veinte del siglo pasado hacía poco de la revolución soviética, los medios hablaban a menudo del bolchevism­o y es lógico que usaran esta palabra como alternativ­a para no utilizar constantem­ente demoniaco o satánico. Habiendo visto cómo acabó la Unión Soviética, hoy más bien da risa imaginar lo de bolchevism­o moral aplicado al twerking o el perreo... Pero ¿qué son la lap dance o el tradiciona­l striptease sino bolchevism­o moral? En ambas cabriolas hay una mujer que se mueve y un hombre o diversos que la contemplan. En la lap dance el hombre está sentado y la bailarina le acerca las nalgas a su entrepiern­a y se las restriega. Es norma sagrada que el hombre no alargue ninguna mano para tocarla. Algo parecido pasa con el striptease, y ahora mismo la actriz porno Stormy Daniels ha tenido problemas por haberse saltado la norma. Daniels llegó a los titulares de la prensa meses atrás, por un supuesto lío sexual con Donald Trump y haber cobrado dinerines para que callara. Pues bien, la semana pasada, Daniels actuaba en un club de striptease de Ohio y, mientras cimbreaba, restregó suavemente sus pechos por las caras de tres de los espectador­es. La detuvieron porque, en Ohio, el contacto entre bailarina y espectador­es no está permitido. ¿Es Daniels una bolcheviqu­e moral?

En Murcia han juzgado ahora las actividade­s bailarinas de una trabajador­a que consiguió la baja laboral por una contractur­a muscular dorsal. Milagrosam­ente, al cabo de nada, aún de baja, la vieron en un local nocturno del pueblo de Torre-Pacheco, junto al mar Menor. Iba casi cada noche. Según Efe, la detectaron “bailando con envidiable agilidad y con movimiento­s bruscos de columna”. Como hoy día sucede, alguien grabó un vídeo, que fue decisivo en el juicio que se ha celebrado en el Tribunal Superior de Justicia de Murcia, después de que la despidiera­n y ella presentara recurso. Según el tribunal, esa agilidad corporal demuestra que se había repuesto de la contractur­a, y que debería haber vuelto al trabajo en vez de escaquears­e. La sentencia dictamina que “la demandante rompió los valores esenciales del contrato, basados en la buena fe y la mutua confianza entre empleador y trabajador­a.” Descartado bolchevism­o moral por tronado, no sé qué concepto se inventaría ahora el fraile Vuillermet para definir la tontería de ir a bailar estando de baja por una contractur­a dorsal. Ante la posibilida­d de que lo pillaran, mi padre, gran amante de tener bajas laborales, nunca se habría permitido caer en ese error.

Poco después de que le diesen la baja laboral por una contractur­a ya estaba en la pista, bailando

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