La Vanguardia

Ermonela Jaho

SOPRANO

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La soprano albanesa Ermonela Jaho (44) regresa al festival de Peralada tras la exitosa Madama Butterfly que protagoniz­ó el verano pasado. Esta vez interpreta­rá Thaïs, de Jules Massenet, en versión concierto y junto a Plácido Domingo.

La conexión que se establece a veces entre el público y los artistas en el Festival de Peralada llega a ser algo insólito. Especialme­nte tratándose de un festival al aire libre, abierto. Y Ermonela Jaho (Tirana, 1974) sabe bien de qué se trata pues algo de esa conexión hubo en su Madama Butterfly del verano pasado. No es de extrañar, pues quien llama a Jaho para una producción de ópera sabe que tiene garantizad­a una voz hermosa y muy correcta, pero sobre todo tiene asegurada una interpreta­ción sublime, apasionada y sincera.

Sí, lo que se conoce como el acting es una de las grandes bazas de esta soprano albanesa. En su papel de Cio-cio San en el título de Puccini llevó a las lágrimas a media platea en Peralada (lástima que la lluvia interrumpi­ó la segunda función). Este domingo (22 h.) regresa al festival del Empordà con una propuesta que ya tiene rodada: Thaïs de Jules Massenet, junto a Plácido Domingo, una ópera que aquí se verá en versión concierto con el Coro y la Orquesta del Teatro Real. No en vano estaban ambos cantantes ayer ofreciendo este mismo título en el teatro de Madrid. Y de hecho a Plácido ya se le vio en el Liceu haciendo de Athanaël, el monje cenobita que intenta salvar a la cortesana alejandrin­a convirtién­dola al cristianis­mo. Completan el elenco Michele Angelini (el amante de Thaïs), Jean Teitgen (el jefe de la comunidad) y voces femeninas muy nostrades: la de Elena Copons, Lidia Vinyes Curtis, Marifé Nogales y Sara Blanch.

Con Thaïs volvemos al Egipto dominado por Roma, a la prostituta que adora a la diosa Venus pero descubre a Cristo y le agradece al monje la conversión... ¿Le parece que el libreto no conserva el tono irónico y la dialéctica entre pecado y redención que hay en la novela de Anatole France? Thaïs es hermosa, joven, vuelve loco a todo el mundo, pero yo no la llamaría prostituta, pues al final la belleza no dura siempre, no se es siempre joven. Su alma, su corazón son puros y está abierta a trabajar su espiritual­idad, una espiritual­idad eterna. Tal vez si pensó en algún momento que siempre sería joven, pero las palabras de Athanaël le abren los ojos. Es tan pura que vira en esa dirección. Y al final es ella la que realmente llega al nirvana mientras que él se da cuenta de que su deseo es físico: van en direccione­s opuestas. La música... mientras ella vuela hacia el paraíso... es tan hermosa, tan profunda... Ahí tienes la sensualida­d, la sexualidad, la delicadeza, la fortaleza. No diría que es una lección pero es una lucha.

La ha cantado en varias ocasiones ya con Domingo. ¿Impresiona compartir escena con un ídolo? Domingo es fantástico. Somos de distintas generacion­es pero hablamos mucho. Cuando tuve mi primer encuentro con él me quedé en shock, porque le vi tan natural y humilde. Fue en una Traviata, hace un par de años. Le vi ensayando como cualquier otro del elenco, sin que- jarse, en condicione­s de igualdad total. No todo el mundo puede ser una leyenda y a la vez ser tan sencillo. Recuerdo que cuando regresamos de hacer Thaïs en una super producción en Pekín, él llegaba dos días después, y teníamos que ensayar otra ópera, y yo pensé que si yo todavía no me había recuperado del jet lag el maestro probableme­nte necesitarí­a descansar. Pero ahí estaba él, en el ensayo. Me quedé alucinada. Yo creo que es el poder de la pasión y el amor que tiene por el escenario. Su grandeza es que es sencillo y nunca está cansado. Es alucinante. Nunca más me volveré a quejar de cansancio. Con Thaïs hemos hecho un viaje muy hermoso juntos. Le he visto ante mí como una leyenda... Y nunca olvidaré ese momento en Pekín, cuando en el escenario nos olvidamos de quiénes éramos, sólo Thaïs y Athanaël.

¿Recuerda el verano pasado en Peralada con Madama Butterfly? Cómo podría olvidarlo. Me encantó. Ofrecer este papel al público es una terapia para mí, alimento para mi alma. Ya llevo 25 años en el escenario y cada vez que subo me digo a mi misma que es mágico. Cuando te abres tanto puedes resultar herida, pero el público me da tanto cuando estoy abierta... Es una energía maravillos­a, una combinació­n emocional de la que nunca me canso. Doy todo lo que puedo para que la gente sienta la sinceridad y la verdad, por eso cuando lloro es de verdad que lloro. Y en Peralada hallé

una energía maravillos­a. Quizás nos une la mediterran­eidad, y quizás fue la familia de Peralada, que es tan abierta... Me sentí como una pequeña butterfly rodeada de amor.

¿Pero cómo consigue cantar mientras llora?

El arte ha de ser real, porque es una catarsis, de lo contrario solo es un sonido que haces enfundada en un hermoso vestido, etc. La música ha de tocar el alma. Y cantar es como la vida: cuando en tu vida tienes un momento dramático o hermoso no piensas en que has de llorar o sonreír para expresar el dolor o la alegría. Pues es lo mismo. Ya no piensas en la técnica o en interpreta­r una emoción. Eres Cio Cio San y estás sufriendo, tu voz canta y siente a la vez, y es así como la gente te cree.

¿Cómo era la situación en Albania siendo usted niña?

Era el periodo del comunismo, no eras libre de expresar lo que sentías. Eso lo vi en mis padres y hermanos mayores: en sus historias había algo que te hacía ver que no eran libres. Habían de ser iguales. Cuando decidí que quería ser cantante de ópera fue cuando el dictador murió y el comunismo llegaba a su fin. Imagínese: casi 50 años de encierro y aislamient­o y de repente el país se abría. Y teníamos problemas económicos hasta para sobrevivir. Fue en esa situación que me construí un mundo paralelo en mi mente. Me dije que nada era imposible. Quizás los papeles románticos y dramáticos me encajan tanto porque he pasado por cosas intensas. Tengo cosas que decir más allá de las notas.

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JEAN-MARC ZAORSKI / GETTY
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Un dúo de impacto. Ermonela Jaho y Plácido Domingo fotografia­dos entre bambalinas en Orange, Francia, el verano del 2016
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