La Vanguardia

“Mi finca es un cementerio”

Veintiocho personas murieron abrasadas en la parcela del único vecino que les abrió las puertas

- JORDI JOAN BAÑOS Mati (Grecia). Enviado especial

Una de cada tres víctimas de la última tragedia griega encontró la muerte en el terreno del agrónomo Vasilis, junto al acantilado de Mati. “Mi finca se ha convertido en un cementerio”, lamentaba ayer este cultivador de “berenjenas biológicas”, mientras se procedía al levantamie­nto de dos nuevos cadáveres de sus tierras, elevando el total a nada menos que 28.

Este hombre grueso y jovial, muy entero pese a todo, que se enorgullec­e de ser “agricultor”, solloza por primera y única vez al mentar a quien pertenecen, con casi total certeza, los restos hallados ayer por la tarde: “Son mis vecinos, Chrisi y Dimitris, una pareja que vivía aquí enfrente”, dice señalando un chalet sencillo pero con una vista idílica del Egeo.

Vasilis –Fragos para los amigos– ha sido crucificad­o en un país traumatiza­do que busca culpables. Ayer quiso poner los puntos sobre las íes de un drama que él conoce mejor que nadie, puesto que se desarrolló en gran medida en el bosquecill­o de su propia casa. Quiere desahogars­e, pero sotto voce: sólo en italiano para este diario y una reportera televisiva de ese país. “No puedo más con los medios griegos y tampoco quiero darle más revuelo”, dice, mientras rehúsa una nueva petición para que haga declaracio­nes en inglés.

Esta es su historia: “Dicen que he matado a 26 personas, pero la realidad es que le salvé la vida a otras 26 personas”. Algunos medios le han reprochado el muro con alambradas de su finca, mientras el resto de vecinos se conforma con vallas. “Pero yo fui el único que abrió todas las puertas, todas las aldabas, por eso no han encontrado ningún muerto en tierras de los vecinos. Todos los que me siguieron en coche se salvaron”.

Vasilis culpa del caos al que decidió cerrar la carretera de Rafina a Maratón –el cortafuego­s habitual de la región– y mandar hacia las playas de Mati a los cientos de vehículos que circulaban por ella. En cuestión de minutos, las estrechas carreteras del lugar se colapsaron y cuando el viento empezó a soplar, de modo huracanado, en dirección al mar, el embotellam­iento se convirtió en una trampa mortal. El pánico empeoró las cosas y cada vez que un conductor abandonaba el coche y salía por piernas, el atasco se volvía un poco más mortífero. Cientos de coches calcinados tuvieron que ser sacados con grúa de dicha carretera. Muchos más siguen en lugares donde ya no molestan.

La calle lateral de tierra de Vasilis parecía para los automovili­stas desesperad­os una de las pocas vías de escape. Pronto, una hilera de coches empezó a desfilar y Vasilis abrió las puertas de su finca, tanto la frontal como la que baja a la cala. “A quien me siguió en coche lo llevé con toda seguridad hasta la salida”, repite. Así, depositó “a 25 o 26 personas en una barca”, que estuvo en el agua “tres horas”. “Cuando venía una bofetada de calor, nos metíamos en el agua”. Luego, todos ellos serían rescatados por un barco y llevados al puerto de Rafina.

Vasilis consideró volver atrás, dice. “Mi hijo me dijo que debíamos apagar el fuego”, pero era imposible, el último que subió a la barca dijo que oía ya los chillidos de los que se habían quedado atrás y que habían salido de los coches. “El fuego les había pasaVasili­s, do por encima y se estaban abrasando”. Y añade, sin dramatizar, pese a que su propio cabello está chamuscado: “He encontrado cadáveres al borde del camino, en el porche de casa e incluso dentro. Irreconoci­bles, como derretidos, dejando charcos de grasa”.

El único periodista griego con el que Vasilis quiere hablar es la reportera de Alfa Televisión, Tina Mijailidou, que, buscando la mejor vista para su reportaje –abajo hay calas escandalos­amente bellas–, detectó una actividad inusual de la Cruz Roja. Entró y vio “junto al camino, grupos de cinco o seis personas abrasadas”, según cuenta esta informador­a. Una escena imborrable: “Pero antes que periodista soy persona, y di la orden de no filmar”, explica. “Lo que no puedo olvidar es al padre que, como un pájaro, protegía con sus brazos a su mujer y a sus dos hijos”.

por su parte, se emociona al recordar a sus vecinos, Chrisi Spilion, una actriz que fue famosa en televisión, y su marido músico, Dimitris Tourvaniti­s, cuyo hermano acaba de aparecer, para reconocer lo que se pueda. “Debieron morir por muy pocos segundos. Vi a Dimitris en su coche y le dije, sígueme, pero me contestó que no podía ir a ningún sitio sin Chrisi”. Pero “ella había entrado por la otra puerta, hemos encontrado su coche”.

Su terreno y el de los vecinos difuntos humeaban aún ayer. Y los cables de alta tensión, quemados, seguían desparrama­dos por el suelo.

Vasilis, Fragos para los amigos, licenciado en agronomía en Milán, repetía ayer una y otra vez lo que seguirá repitiendo el resto de su vida: “Las cancelas estaban abiertas y quien vino conmigo, en su coche, se salvó”.

Los restos de dos vecinos de Vasilis, una actriz y un músico, fueron localizado­s ayer en su terreno

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ALKIS KONSTANTIN­IDIS / REUTERS Los vecinos depositaro­n flores en el lugar donde los cuerpos de dos personas fueron localizado­s ayer, en Mati

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