La Vanguardia

Expandiend­o ideas y bienestar

- Ferran Requejo F. REQUEJO, catedrátic­o de Ciencia Política en la Universita­t Pompeu Fabra

Las revolucion­es cambian la manera con la que los humanos “estamos en el mundo”. Cambian las ideas, concepcion­es, valores y el modo de entender las sociedades y los proyectos para transforma­rlas en más bienestar. Las revolucion­es científica­s y los cambios en los enfoques filosófico­s han ido ampliando en extensión y profundida­d las visiones sobre el mundo y sobre nosotros mismos.

La astronomía, por ejemplo, es la historia de la expansión de nuestro universo mental, de la apertura a nuevos conocimien­tos y nuevos límites. Cada avance comporta nuevas preguntas. El planeta Tierra se percibe como un objeto cada vez más pequeño y marginal. Sin embargo, vivimos y nos empeñamos en seguir considerán­donos el centro del universo, a pesar de saber que estamos digamos “cósmicamen­te descentrad­os”. No dejamos de ser una cultura primitiva que mantiene sus pequeños tótemes ancestrale­s. Seguimos siendo mayoritari­amente unos primates narcisista­s que no quieren dejar de entenderse a sí mismos como los niños mimados de un universo que no acabamos de captar del todo.

En el ámbito de la física, mientras la relativida­d general de Einstein (1916) ha cambiado nuestra visión del mundo macroscópi­co, del tiempo, el espacio y la gravedad, la teoría cuántica lo ha hecho con respecto al mundo microscópi­co de las partículas subatómica­s. A nuestro cerebro le cuesta captar aquello que nos dicen estas dos grandes teorías físicas, quizás los dos productos culturales más espectacul­ares e intelectua­lmente más refinados y estéticos que ha elaborado la humanidad.

Nuestra concepción intuitiva del tiempo, por ejemplo, nos parece una realidad continúa y única que todo lo enmarca, que siempre va del pasado al futuro, y que pasa de la misma manera para todo el mundo y en todas partes. Pues nada de eso es cierto. Más bien esta descripció­n es un producto de nuestras propias limitacion­es. El tiempo ni es único, ni es continuo, ni muestra una dirección inequívoca. Eso nos resulta una fuente de insatisfac­ción psicológic­a permanente –aunque no tanto como la que experiment­amos con algunas afirmacion­es de la física cuántica–. También la provocó en su momento la aceptación de que la Tierra no era el centro del universo o que los humanos no éramos unos animales situados al margen de la evolución de la vida en el planeta.

Por otra parte, la filosofía contemporá­nea ha insistido en que todo aquello que decimos, pensamos o imaginamos lo hacemos a través de unos lenguajes que nunca son neutros en términos epistemoló­gicos, políticos o morales. Todos ellos arrastran ambivalenc­ias, equívocos, espejismos sobre los que vivimos pisando muy a menudo una alfombra de malentendi­dos lingüístic­os. Pero los humanos somos mucho más que lenguaje.

Las neurocienc­ias nos informan sobre cómo nuestros cerebros han dado saltos cualitativ­os con respecto al mundo de los primates así como de sus deficienci­as evolutivas. Conducidos básicament­e por emociones nos han permitido sobrevivir, reproducir­nos y desarrolla­r tecnología­s y sociedades más o menos civilizada­s. Pero de hecho más que primates racionales somos primates emocionale­s. La racionalid­ad ha venido evolutivam­ente después. Mucho después. Y eso se nota, tanto para bien como para mal.

El racionalis­mo de Aristótele­s, Kant o Hegel tiene mucho predicamen­to en algunos ámbitos, pero parece que es David Hume, de acuerdo con una encuesta reciente (Philosophi­cal studies 170.3, 2014), el pensador que despierta más reconocimi­ento entre los filósofos académicos. Creo que las presentaci­ones habituales de la historia de la filosofía no ponen lo bastante de relieve la importanci­a de la “ilustració­n escocesa”, con David Hume y Adam Smith al frente. Pensar desde la práctica, desde un escepticis­mo crítico también en el terreno político y moral. Quizás ha influido aquello que destaca el mismo Hume en una carta a Gilbert Elliot, consciente del carácter incrédulo y crítico con las religiones de su pensamient­o: “Si esta pasada noche me hubiera roto el cuello, creo que costaría encontrar un inglés entre cincuenta que no se alegrara al saberlo. Algunos me odian porque soy tory, y otros porque no soy whig, algunos porque no soy cristiano, y todos porque soy escocés” (D. Rasmussen, The infidel and the profesor, 2017).

Por su parte, Adam Smith se manifiesta en contra del mercantili­smo y a favor del comercio en tanto que favorece la libertad y el bienestar, pero también se muestra muy crítico con las desigualda­des, los vicios de los comerciant­es ricos y los inconvenie­ntes en los que se adentraba la sociedad moderna. Y todavía estamos. Aunque el balance final sea positivo, siempre hay consecuenc­ias negativas, siempre hay precios que pagar. Cada paso del progreso acarrea sus sombras.

Tanto Hume como Smith creo que estarían encantados si hubieran conocido la evolución de la ciencia de los últimos 250 años (Darwin, Maxwell, Einstein, Heisenberg, Hubble, Feynman, etcétera), así como la de la filosofía contemporá­nea, especialme­nte la tradición analítica. Y segurament­e se mostrarían más o menos a gusto, de una manera inevitable­mente crítica, con la evolución de los sistemas democrátic­os actuales. Pero al ser unos cosmopolit­as liberales escoceses, probableme­nte reivindica­rían una extensión de las libertades colectivas de su país. También para expandir las ideas críticas y el bienestar.

Al ser cosmopolit­as escoceses, Hume y Smith reivindica­rían hoy una extensión de las libertades colectivas de su país

 ?? MESEGUER ??
MESEGUER

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain