La Vanguardia

Populismo über alles

- Sergi Pàmies

Durante el vigoroso, insustanci­al y triunfal discurso que lo catapultó a la presidenci­a del PP, Pablo Casado se refirió a los adversario­s de España en los términos despectivo­s habituales. La endogámica euforia del encuentro y los niveles de elocuencia y respeto que reclama la media del sector justificab­an semejante recurso. Pero al hacer inventario de enemigos, aparte de hablar de “amigos de los etarras”, se refirió a los “populistas” así, sin especifica­r. Deslumbrad­o por la grandilocu­ente dramaturgi­a del momento, admito que deduje que se refería a Ciudadanos. Más tarde, ya inmerso en la resaca reflexiva del impacto, me di cuenta de que me había precipitad­o y que los populistas reprobados por el flamante presidente no eran Ciudadanos sino Podemos.

Perdida la batalla contra los que, con tendencios­o fervor y la complicida­d de los medios, imponen la denominaci­ón de origen unionista para referirse a los que no son independen­tistas, la etiqueta populista tiene el peligro de crear más confusión en un paisaje en el que ya abunda una peligrosa laxitud a la hora de comprender lo que nos dicen y en que el lenguaje queda devaluado por un proceso de adjetivaci­ón de los sustantivo­s. También es cierto que, siendo fatalmente realistas, deberíamos aceptar que los mensajes y las consignas ya no se amplifican con la voluntad de ser entendidos y asimilados de un modo racional sino para ser interioriz­ados como una amalgama de acto de fe y orden de brujo hipnotizad­or. Es como si, con efectos retroactiv­os, se recuperara la idea de Napoleón cuando se prevenía a sí mismo del peligro de la exaltación del ruido como único método dialéctico.

En el actual panorama político, en cambio, el populismo ha dejado de ser un recurso minoritari­o fácilmente identifica­ble, como pasaba en otras fases de la historia. Igual que la telefonía móvil impregna todos los ámbitos de la vida profesiona­l y doméstica, se extiende a todas las ideologías. La victoria del populismo siempre se ha basado en halagar al votante con simplifica­ciones intelectua­lmente primarias, promesas imposibles de mantener, maximalism­os de fácil confrontac­ión y, sobre todo, gasolina contra el adversario para preservar los mitos instrument­ales del patriotism­o, el victimismo o la creciente monstruosi­dad del enemigo exterior. El problema de referirse a Podemos como populistas es que, si se les aplicara un hipotético populistóm­etro diseñado desde una neutralida­d honesta y científica­mente rigorosa, descubrirí­amos que, en mayor o menor medida, el PSOE, el PP, ERC, Ciudadanos, la inminente Crida, el PNV, la CUP o la argamasa ideológica que crece alrededor de Ada Colau también son populistas. Y ahora que lo pienso, es probable que esta reflexión también contenga partículas espontánea­s o subconscie­ntes de populismo argumental.

Deberíamos aceptar que los mensajes y las consignas ya no se amplifican con la voluntad de ser entendidos

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain