La Vanguardia

La seguridad jurídica, al agua

- Jordi Casas Bedós J. CASAS BEDÓS, , abogado y exdiputado en el Congreso

En el 2012, la Generalita­t, siguiendo la directiva marco del Agua de la Unión Europea, hoja de ruta de los países europeos más eficientes, creó un modelo de gestión del agua que garantizas­e además de una gestión profesiona­l del servicio de distribuci­ón de agua en alta la financiaci­ón de 139 millones de inversione­s urgentes en la red Ter-Llobregat.

A través de un concurso público, el Govern adjudicó la gestión de la red Ter-Llobregat a un consorcio privado que, desde entonces, ha asegurado los estándares de calidad exigidos, la cantidad y la continuida­d del servicio, las inversione­s necesarias para mantener la red en óptimas condicione­s y la dotación de 31 millones de euros para un fondo de sequía que cubra los episodios de sequía en Catalunya. Así, pasamos de un modelo deficitari­o y sin marco de control a uno ordenado y sin impacto en el déficit de la Generalita­t.

En su momento, la Generalita­t optó por un modelo eficiente y sostenible que, además, le sirvió para resolver la falta de liquidez ante unos bancos que habían cerrado sus puertas a la financiaci­ón pública y para reducir su déficit en 1.000 millones de euros. Ahora, sin poner en duda este modelo, el Tribunal Supremo ha reconocido que la Generalita­t cometió un error en un momento incluso previo a la presentaci­ón de las ofertas del concurso; un problema ajeno al adjudicata­rio, pero que ha llevado al Tribunal Supremo a anular la adjudicaci­ón.

La Generalita­t ha continuado errando y no ha sabido explicar a la ciudadanía cómo se calcula la tarifa del agua en alta en un sistema de gestión eficiente y sostenible. No puede someterse a decisiones arbitraria­s. La UE marca que la tarifa del agua debe soportar el coste de su producción, la financiaci­ón de las inversione­s y el canon concesiona­l, quedando a salvo de presiones políticas. Sin embargo, en el 2016, la Generalita­t, asumiendo el precio de tener de socio parlamenta­rio a la CUP, sucumbió a estas presiones, más cercanas a los avatares del procés que al buen hacer de un gestor del interés público, y anunció la voluntad de condonar parte del canon a pagar por la concesiona­ria en el 2017, para poder así congelar la tarifa del agua. Pero, al no realizar las correspond­ientes modificaci­ones en el contrato concesiona­l, provocó un déficit de tarifa en la concesiona­ria que deberá trasladar más pronto que tarde a los presupuest­os.

Y todo esto lo rematamos con un nuevo esperpento. Ahora, como guinda final, la Generalita­t ha decidido recuperar la gestión a través de la fórmula de decreto ley, a pesar de ser una herramient­a posible sólo en casos de urgencia. Con ello, fomenta aún más la insegurida­d jurídica y por lo tanto pone en crisis la reputación de la institució­n, abriendo la puerta además a que el Tribunal Constituci­onal (TC) lo tumbe por inadecuado en su forma. No olvidemos a Montoro y su amnistía fiscal, con un decreto ley que dio mucho que hablar y que el TC tumbó al considerar que no era el vehículo adecuado para aprobar la medida. Si nadie pone freno, la Generalita­t abocará sin remedio a Catalunya a un nuevo naufragio económico, sin rumbo y sin modelo para financiar las infraestru­cturas hídricas necesarias. Y los ciudadanos, una vez más, con el agua al cuello y sin salvavidas.

El Govern no ha sabido explicar a la ciudadanía cómo se pone precio al agua en un sistema de gestión sostenible

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