Comer, beber y comprar
El nuevo Tablafina y la antigua ferretería Casa Ràfols, ahora convertida en restaurante, completan su propuesta con un pequeño colmado
Levantarse de la mesa y, antes de marcharse, comprar algunos de los productos que al comensal le han parecido más interesantes. Es un aliciente más en algunos restaurante, donde completan su propuesta con un pequeño colmado. Una opción que han elegido en Tablafina y en la histórica ferretería Casa Ràfols, ahora convertida en un espacio gastronómico que incluye restaurante, una amplia barra de picoteo y en un futuro próximo también coctelería con actuaciones de jazz y un comedor clandestino. Son dos de las novedades gastronómicas de este verano en Barcelona que, aunque con propuestas totalmente diferentes, comparten esa voluntad de completar su oferta con la venta de algunos productos muy especiales.
Tablafina ocupa el local a pie de calle del reformado hotel NH Collection Calderón (Rambla Catalunya; 26), donde cuentan como asesores con Abel Valverde y David Robledo, jefe de sala y sumiller del restaurante madrileño Santceloni. Los quesos, seleccionados por alguien tan experto como Valverde, merecen la visita (se han hecho hacer una mesa refrigerada en la que expone una pequeña muestra de todas las variedades que tienen y que va variando), pero también los embutidos (casi imposible encontrar mejor sobrasada que la que elabora Xesc Reina o un pa de fetge como el que sirven). En la carta, un apartado de ensaladas, un selección de conservas, encurtidos y platos tradicionales catalanes como el canelón de carn d’olla ,la bomba de la Barceloneta versionada, el fricandó o un suquet de pescado. Son platos que prepara el chef Nicolau Torra. El acierto de esta fórmula, que ya ha empezado a funcionar con éxito en Madrid y en Marsella (preparan nuevas aperturas) es adaptarse a la tradición, los productos y los platos de cada lugar en el que recalan, con lo que consiguen interesar tanto a los huéspedes del hotel como a la clientela local. También han reformado la terraza del hotel, donde hay picoteo y coctelería y que en un futuro se ampliará con parrilla.
Los productos de proximidad también son una de las claves del nuevo Casa Ràfols. La que fue una de las ferreterías emblemáticas de la ciudad, que cerró tras casi un siglo de andadura, se ha convertido en un espacio gastronómico polivalente. Sus dueños, el grupo Balcastro (creadores de la exitosa sangría Lolea) han querido conservar todos los elementos del interior que han podio y, sobre todo, rendir homenaje a un espacio cuyo sótano en su día sirvió de comedor clandestino durante la Guerra Civil. En ese sótano, un espacio de grandes dimensiones, abrirán en septiembre una coctelería en la que habrá actuaciones de jazz y un pequeño espacio privado. De momento han arrancado con el comedor y la barra (donde también se puede comprar una selección de productos) y beber la cerveza artesana que preparan en colaboración con La Zaragozana. El chef, Txema Andrés, ha trabajado durante años para Sagardi y domina las cocciones de las carnes. Prescindibles el entrante de salmón al eneldo con un toque de gintónic y un cebiche muy poco peruano. Muy sabroso el arroz caldoso de bogavante, las croquetas de jamón ibérico o la carne a la parrilla con piparra casera y los postres.
Tablafina cuenta con una buena selección de quesos a cargo de Abel Valverde, del madrileño Santceloni