Ana del Paso
Ana del Paso, autora de ‘Reporteras españolas, testigos de guerra’
PERIODISTA
Ana del Paso fue corresponsal en Oriente Próximo en los años noventa y ahora acaba de publicar Reporteras españolas, testigos de guerra, un gran viaje por varias generaciones de mujeres periodistas en conflictos bélicos.
Doctora en Ciencias de la Información, Ana del Paso es también profesora universitaria de relaciones internacionales. Fue corresponsal en Oriente Próximo en los noventa, enviada especial de la agencia Efe a Centroamérica y ha recibido prestigiosos premios por su trayectoria. Actualmente publica en prensa española y estadounidense. Ha vivido en Washington, Nueva York, Managua, El Cairo, Nicosia y Amán. Acaba de publicar Reporteras españolas, testigos de guerra
(Debate), un viaje por el reporterismo español con el testimonio de varias generaciones de mujeres periodistas en conflictos bélicos, una trinchera que conoce bien.
De todas las reporteras sobre las que ha investigado ¿cuál le ha impactado más y por qué?
Desde las primeras corresponsales de guerra hasta los conflictos de Crimea, las guerras mundiales o la guerra civil española, entre otras, las mujeres españolas han realizado coberturas bélicas hasta nuestros días. Carmen de Burgos,
Colombine, la primera redactora de El Diario Universal, y Teresa de Escoriaza fueron las únicas que cubrieron la guerra de Marruecos en 1909. Sofía Casanova la primera corresponsal fija que escribe sobre la revolución bolchevique, el frente polaco de la I Guerra Mundial, la ocupación nazi de Varsovia y la posterior invasión de Stalin sobre Polonia, la Revolución Rusa de 1917; además, entrevistó a Trotski, entonces ministro de Asuntos Extranjeros de Lenin.
Escoriaza y Casanova tienen en común haber sido corresponsales.
La primera en Nueva York y la segunda en Varsovia y San Petersburgo. Escoriaza firmaba en el diario madrileño La Libertad, con el seudónimo Félix de Haro. Por lo tanto, mi favorita es Escoriaza: pionera como corresponsal, como corresponsal de guerra y por usar la radio para transmitir las informaciones.
¿En qué cree, a grandes rasgos, que ha mejorado el oficio de las reporteras respecto a décadas pasadas?
No nos tenemos que esconder tras un pseudónimo, no nos vemos obligadas a hablar de moda, familia, hogar y belleza, como las primeras. Hay más mujeres que hombres en las facultades de Periodismo y antes no era así. El número de freelances mujeres sobre el terreno es parejo al de hombres y ya no es un coto vetado para nosotras... aunque algunos editores y jefes todavía eligen a sus enviados especiales en función de su género y no por su calidad profesional. De alguna manera, hemos desmitificado la imagen romántica del obsoleto término corresponsal de guerra. Mujeres como la asesinada por Daesh, Marie Colvin, que escribió sobre los principales conflictos de los últimos 25 años en The Independent. Ella no era corresponsal de guerra, era un testigo de excepción que contaba lo que pasa en zona hostil. Ese es nuestro trabajo.
¿En este oficio qué es peor, el machismo o el paternalismo? Este oficio no es distinto a otros, me temo. Hay de todo. También compañerismo. Estamos expuestos a que se nos conozca porque informamos desde zonas peligrosas, por lo importante es poder ir para contar lo que está pasando y poner voz a los civiles que padecen las guerras. Son personas como nosotros. El recorte de recursos para enviados especiales provoca la ignorancia sobre acontecimientos importantes.
Como corresponsal, enviada especial de la agencia Efe en Centroamérica, en las guerras balcánicas, etcétera... ¿cuál ha sido la particularidad con que se ha topado por ser mujer?
Te toca respetar los protocolos de comportamiento cuando viajas y más si vas a trabajar. A un musulmán radical tu no le puedes dar la mano porque es haram (pecado en árabe) pero él te mira lascivamente y eso molesta mucho, mucho. Si hablas con sus mujeres, por ejemplo, en Afganistán, te dicen que tienes la culpa por “comerles el coco” con mentiras occidentales. Los talibanes acceden a televisión por satélite y ellas... ¿no pueden hablar conmigo sobre la familia, las costumbres o el papel de la mujer fuera de sus muros de adobe? Manejar la información es nuestro gran pecado social. Se hizo en el pasado, hoy lo llaman fake news.
¿Recuerda alguna anécdota que pueda ejemplificarlo?
Los traductores con los que viajaba manipulaban las respuestas. Me di cuenta, de casualidad, en Bosnia y luego me pasó en Macedonia. Tras comprobarlo con pequeños trucos, regresé al hotel. Cambié de traductor y volví al sitio a hacer mis entrevistas que fueron muy distintas. A partir de entonces, cambiaba de intérprete todo el rato. Muchas facciones políticas, milicianas, religiosas, te marean sin darte permisos para entrevistarles. La UCK en Macedonia, el FSLN en Nicaragua, el PKK en Kurdistán o, sin ir más lejos, los musulmanes radicales que hacen propaganda desde las escuelas coránicas o las mezquitas en Catalunya, Valencia o Ceuta. Están en nuestro país y a las mujeres periodistas que trabajamos estos temas, muchos de ellos nos desprecian. Eso me molesta.
¿Cómo han reaccionado sus colegas, hombres? ¿Qué le han hecho llegar los reporteros sobre el contenido del libro?
He contado con ellos. En la parte de agradecimientos de mi tesis doctoral y del libro, doy las gracias a los periodistas que han apoyado este proyecto. Son reputados reporteros españoles que me han facilitado nombres de mujeres con las que ellos han trabajado en zonas hostiles y que yo no conocía. Marc Marginedas, por ejemplo, corresponsal en Moscú, me decía que “la historia del periodismo español no se entendería sin el papel desarrollado por las mujeres periodistas”. Y así es.
PROTOCOLO PARA MUJERES “No le puedes dar la mano al musulmán radical porque lo consideran pecado”
EDITORES Y JEFES “Algunos siguen eligiendo enviados especiales por su género y no su calidad”