Música para el verano
El tenor alemán emociona en el repertorio wagneriano aunque no logra convencer al público del festival en las arias francesas
El último sábado de julio llegó con numerosas propuestas musicales que invitaron a disfrutar la noche, ya fuera con la espléndida voz de Jonas Kauffman, la electrónica que retumbó en el Tomorrowland de Can Zam o el regreso a sus orígenes de Luz Casal.
Kaufmann es mucho Kaufmann. Ningún otro tenor de la actual escena operística despierta tanta expectación y, por lo tanto, sube al escenario con el peso de esas esperanzas puestas en él. En este sentido, el tenor alemán está curado de mal de espanto. Y aún así no lo tenía fácil ayer en Peralada, después del grandísimo recital que había ofrecido el día anterior su colega de cuerda Javier Camarena. “Qué quieres que te diga, me emocionó más ayer Camarena”, se oía decir por los pasillos del Auditori del Parc en el entreacto. Claro que uno es tenor lírico dramático y el otro lírico ligero...
La concentración de tenores en el festival ampurdanés hacía presagiar un fin de semana de grandes deleites. Alojados en un mismo hotel de la localidad, Camarena, Kaufmann y un ya baritonal Plácido Domingo –que siguió el concierto desde el palco, junto con la soprano Ermonela Jaho y el baloncestista Pau Gasol– no podían permanecer ajenos al factor Peralada. Es decir, sí, es un festival al que la gente acude a disfrutar de una deliciosa velada veraniega, pero también es una cita para la crítica nacional e internacional y el público aficionado. Vamos, que en Peralada hay que disputarse el candelero. Y tal vez no fue ese el ánimo con el que Kaufmann salió ayer a escena.
A su favor jugaba que el mismo programa lo había cantado pocos días antes en el Teatro Real, aunque la crítica madrileña lo acusó de frialdad. Encumbrar a un cantante para luego ponerle en duda puede llegar a ser deporte nacional. Con todo, no hay que desoír a los defensores de la ópera italiana cuando dicen que Kaufmann no cumple al cien por cien en este repertorio. No era el caso ayer, pues el divo germano de aterciopelada voz, talante contenido e interesante rostro –mejor no detenerse a calcular la densidad de mujeres que había entre el público– blandió su arte en un programa francés y wagneriano.
Una combinación que le fue sugerida desde la dirección artística del Real y que a él le pareció fantástica. Cómo no iba a gustarle, si Wagner es una pista de aterrizaje para su lucimiento vocal y, por otra parte, el año pasado sacó cd de arias francesas.
La Orquesta del Teatro Real, muy compacta en manos de Jochen Rieder, inició la primera parte francesa del concierto con la Bacchanale de Samson et Dalila de Saint-Saëns. Y acto seguido apareció él para interpretar “Ah, léve-toi, soleil”, de Roméo et Juliette de Gounod. Bueno, no fue para tirar cohetes ni su voz estaba situada en el mejor punto (a veces se diría que Kaufmann desea ser barítono), pero al final hablamos de un artista sensible, frágil como una vela que con el viento puede avivarse pero también consumirse. Una particularidad de los verdaderos artistas.
La cosa no fue a más en “La fleur que tu m’avais jetée” de Carmen de Bizet, pero comenzó a despegar en La Juiv de Halévy y logró proyectar otro estado de ánimo en “Ó souverain” de Le Cid de Massenet. De manera que el público se llevó consigo al descanso un regusto a elegancia un tanto fría: la fuerza de la que es capaz Kaufmann estaba por llegar.
De acuerdo, el tenor muniqués no es tan idiomático para el repertorio italiano o el francés, hay otros top-tenors que pueden hacerlo mejor. Aún así, pocos argumentos puede haber contra de su versatilidad. Porque, ¡quién en su sano juicio vocal puede abordar correctamente arias francesas –en el caso de ayer– y después entregarse a Wagner!
La orquesta, potente, dio paso con preludios en la segunda parte a cada una de las tres arias que cantó. Kaufmann se entregó a La Valquiria, luego a Los maestros cantores de Núremberg y finalmente a un Lo-
Plácido Domingo y Ermonela Jaho (que actúan hoy) acudieron al concierto, como lo hizo Pau Gasol
hengrin (“In fernem Land”), todo un viaje hacia las fuerzas telúricas. Luego, en los bises, regresó al francés con “Pourquoi me réveiller” de
Werther para swingear de nuevo hacia Wagner con “Winter Sturge” de La Valquiria, y dedicar luego a Carmen Mateu el lied “Träume” de los Wesendonck Lieder.
Que disculpen los tenores de hermosa voz o de potencia titánica, pero Kaufmann sigue ocupando el candelero de Peralada. Una plaza de artistas sensibles.