La Vanguardia

Haider al-Abadi

Las protestas de cada verano retan a la clase política iraquí, que aún no ha formado gobierno tras las elecciones de mayo

- CATALINA GÓMEZ ÁNGEL

PRIMER MINISTRO IRAQUÍ

Los iraquíes han salido a la calle para protestar contra los cortes de luz y agua, el desempleo y la mala gestión política. El gobierno de Haider al-Abadi ha reprimido duramente las protestas con la muerte de 14 personas y el corte de internet.

Se ha convertido en una costumbre que cada año cuando las temperatur­as superan los 45 grados y los cortes de electricid­ad hacen la vida insufrible, los iraquíes se tiren a la calle a protestar por la precarieda­d de los servicios públicos, el desempleo y la mala gestión política. Este año no ha sido una excepción. Sin embargo, los analistas coinciden en asegurar que las protestas son diferentes en esta ocasión.

Como ya había quedado claro en las elecciones de mayo, cuando sólo el 40% de la población votó (la más baja participac­ión desde el 2005), los iraquíes han reiterado su hartazgo contra la clase política que tomó las riendas del país tras la invasión del 2003. Las protestas, que comenzaron en las ciudades de mayoría chií del sur como Basora o Nayaf hace dos semanas, y que se han ido extendiend­o, incluso a Bagdad (a escala menor), se han centrado en pedir la caída de los políticos a los que acusan de haber fracasado en traer bienestar a los ciudadanos.

El Gobierno declaró la victoria contra el Estado Islámico (EI) el pasado diciembre después de más de tres años de guerra para recuperar una tercera parte del país. Aun a pesar del sentimient­o nacionalis­ta que ello despertó, no logró ocultar el malestar acumulado con los años.

Basora, la principal ciudad del sur, es la cuna de las mayores explotacio­nes petroleras pero los sucesivos gobiernos han sido incapaces de proveer de electricid­ad y agua potable a una población que se percibe cada vez más empobrecid­a. Muchos de los hombres que lucharon contra el EI son originario­s de las regiones del sur y se sienten abandonado­s. El Gobierno ha movilizado al ejército y las fuerzas especiales para reprimir una movilizaci­ón que ha dejado al menos 14 muertos. Otra medida ha sido cortar internet para evitar que las protestas se extiendan. Este año los cortes de energía han sido mayores a consecuenc­ia de la decisión de Irán de dejar de proveer de electricid­ad. Los cortes, en una de las regiones más calientes del planeta, sumados a la escasez y mala calidad del agua, parecen haber agotado la paciencia de los habitantes. A esto se suma el desempleo, la pobreza y la falta de oportunida­des para los jóvenes.

Irán se halla en un momento degados cisivo tras las nuevas sanciones económicas de Washington, que empezarán a imponerse en agosto. Cualquier país que comercie con la república islámica se arriesga represalia­s. Tanto EE.UU. como Irán tienen grandes lazos económicos con Bagdad. De ahí que, aseguran analistas en Irán, Teherán presione al Gobierno iraquí para que pague lo que debe por el suministro de energía –1.500 millones de dólares– antes de la entrada en vigor de las sanciones. Asimismo, Irán envía un mensaje a EE.UU. sobre los problemas que podrán surgir en la región si decide prohibirle la venta de petróleo como ha anunciado.

A este factor hay que agregar que Irán tiene sus propios problemas. Las regiones vecinas a la provincia de Basora, donde también se encuentran las mayores reservas persas, ha sido testigo en las últimas semanas de protestas por la escasez de energía y, especialme­nte, de agua.

Las sedes de algunos de los partidos chiíes iraquíes más tradiciona­les, como al que pertenece el primer ministro Haider al Abadi, han sido atacadas por los manifestan­tes en los últimos días. A esto se suman ataques a sedes del Gobierno y el aeropuerto de Nayaf, donde aterrizan miles de peregrinos chiíes lle- de otras partes del mundo para visitar el mausoleo del imán Alí, considerad­o el fundador de esta rama del islam que es mayoritari­a en Irak.

Un detalle particular de estas protestas es que se llevan a cabo en zonas de mayoría chií, donde la población ha tratado de desmarcars­e de cualquier grupo político a pesar del apoyo que ha recibido de algunos líderes religiosos, en especial el gran ayatolá Ali Sistani, considerad­o la persona más influyente en Irak.

El clérigo Moqtada al Sadr, cuya

Las nuevas sanciones de EE.UU. a Irán afectan a Bagdad, que debe millones a Teherán por suministro eléctrico

coalición Sairoon fue la fuerza más votada en las pasadas elecciones, se mostró del lado de los que protestan y pidió posponer la formación del nuevo Gobierno hasta que se dé respuesta a los reclamos de la población. Al Sadr, que en el pasado era quien instigaba este tipo de protestas, ganó las elecciones con una coalición que incluía a los comunistas y otros grupos seculares opuestos a la política tradiciona­l, la corrupción y el sectarismo como discurso central.

Días atrás, el primer ministro Al Abadi, que busca salir reelegido, anunció que destinará 3.000 millones de dólares a programas en estas regiones petroleras para crear empleo y mejorar los servicios públicos, pero esto no parece suficiente para la población, que ha pedido medidas más extremas como una renovación dentro del sistema político iraquí.

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NABIL AL-JURANI / AP Una protesta, el viernes ante el gobierno provincial de Basora, en demanda de servicios públicos y empleo

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