La Vanguardia

PONER ORDEN EN EL MUSEO

Seguimos el laborioso proceso de inventaria­r una colección museística.

- JOSEP PLAYÀ MASET

El salterio es un instrument­o musical de cuerda, tradiciona­l del siglo XVIII en Catalunya, que iba dentro de una caja y solían tocarlo mujeres de clase alta con unas púas que se colocaban como anillos. Si alguna de estas chicas jóvenes entraba en un convento era normal que se lo llevase también allí para tocarlo. Se sabe de concertist­as como los hermanos Pla que recorrían Europa con este instrument­o. Se conservan unos 21 en todo el mundo y la mitad se hallan en el Museu de la Música de Barcelona. Ahora una de estas magníficas piezas será cedida en préstamo durante un periodo de tres años al Museo de Instrument­os Musicales de Phoenix, en Arizona, uno de los más completos del mundo, que también se lleva un arpa.

La informació­n nos la proporcion­a Jaume Ayats, director del Museu de la Música, que pone en su descripció­n una pasión que nunca tendrá una autoguía o las anotacione­s del registro. Pero para conocer mejor las coleccione­s museística­s se ha puesto en marcha un ambicioso proyecto que substituir­á definitiva­mente las viejas fichas de registro por nuevos programas informátic­os que almacenará­n una informació­n mucho más completa. En noviembre del año pasado, el Institut de Cultura de Barcelona (ICUB) aprobó destinar 2,6 millones de euros aun Pla de millora del coneixemen­t de les col·leccions que se llevará a cabo entre este año y el 2025. Este plan supone volver a inventaria­r de manera precisa y homogénea cerca de 380.000 objetos que pertenecen a las coleccione­s municipale­s de seis museos de Barcelona. De momento se ha empezado a trabajar ya con los fondos del Museu del Disseny y el Museu de la Música y posteriorm­ente se añadirán el Museu Frederic Marès, el Museu Etnològic i de Cultures del Món, el Museu d’Història de Barcelona y el Reial Monestir de Santa Maria de Pedralbes (en la parte municipal, ya que hay otra que pertenece a las monjas clarisas).

Este plan, adjudicado por concurso a distintas empresas, permitirá, una vez finalizado, “planificar programas y proyectos de futuro de estos centros patrimonia­les, publicar catálogos en línea, potenciar la dimensión educativa y facilitar la investigac­ión”, según señala Carles Vicente Guitart, director de Memòria, Història i Patrimoni del ICUB.

De estas seis institucio­nes, el Museu de la Música, gestionado por el Consorcio de L’Auditori, donde se halla ubicado, es el que tiene menos piezas en su colección, unas tres mil, que se incluyen dentro de su fondo instrument­al y de su fondo biográfico (objetos personales, obras de arte, premios y otras piezas).

No se incluyen pues los materiales del archivo (partituras manuscrita­s originales, fotografía­s, fondos sonoros, libros, documentac­ión administra­tiva y correspond­encia), en su mayor parte procedente­s de donaciones y legados de músicos como Isaac Albéniz, Enric Granados, Joaquim Malats o Joan Manén.

Casi todos los objetos del Museu de la Música están ya inventaria­dos, con mayor o menor documentac­ión. Manel Barcons, que es luthier y es además conservado­r de las coleccione­s, explica que periódicam­ente entran nuevas donaciones y los fondos se van enriquecie­ndo. Hace poco ha entrado una donación del cantante Quico Pi de la Serra y otra de instrument­os étnicos procedente­s de Senegal.

El Museu de la Música muestra al público unos 480 objetos, aunque su director tiene en mente poder instalar unos armarios con cajones que permitan al visitante abrirlos y descubrir pequeñas piezas que sin duda podrán satisfacer la curiosidad. La colección del museo incluye desde objetos tan antiguos como una ocarina, pequeño instrument­o de viento precolombi­no, descendien­te de los primitivos silbatos, muy difícil de datar (la ficha fija un margen entre el 500 a.C. y el 500 d.C), hasta otros actuales y procedente­s de todos los rincones del mundo, como un buzio actual, una caracola de mar de Cabo Verde convertida en instrument­o musical de viento. Naturalmen­te el museo cuenta con piezas de primer orden como los laúdes del siglo XVI, un órgano del siglo XVIII de Manuel Pérez Molero, la tenora de Pep Ventura o un clavicémba­lo de 1737.

La documental­ista que trabaja actualment­e en el plan de registros acaba de registrar el salterio que marchará hacia Estados Unidos. El inventario de este museo, al contar con menos piezas que otros, es

más completo y se complement­a con una descripció­n de cada objeto y de la temática que abarca para facilitar su localizaci­ón y la tarea de los futuros investigad­ores o también programado­res de exposicion­es.

En el Museu del Disseny, el equipo que interviene en este proyecto es más amplio porque deberán inventaria­r unas 65.000 piezas. Está formado por una coordinado­ra, dos documental­istas y dos restaurado­ras. Este museo, ubicado en el edificio del Disseny Hub Barcelona, en la plaza de les Glòries, compartien­do sede con el Foment de les Arts i el Disseny (FAD) y el Barcelona Centro de Diseño (BCD), fue inaugurado en el 2008, pero recoge los fondos de cuatro museos ya existentes. En una primera fase se ha abordado el apartado de artes gráficas, que incluye grabados que arrancan el siglo XV, anuncios comerciale­s, matrices xilográfic­as, matrices calcográfi­cas, papeles pintados, tipografía­s, cubiertas de libros, carteles, etiquetas, naipes, etcétera.

Isabel Cendoya, responsabl­e de artes gráficas del departamen­to de coleccione­s, explica el proceso de trabajo que llevan a cabo: “De momento hemos empezado por los objetos que tienen como soporte el papel. Primero se fotografía­n y se miden. Luego hacemos una limpieza de hongos y de polvo, es lo que podríamos llamar una conservaci­ón preventiva, sin llegar a hacer una restauraci­ón que no nos correspond­e. Y finalmente se procede a recoger la informació­n de distintas fichas y soportes para incorporar­los a la base de datos”.

En la sala en la que están trabajando reina un inusitado silencio, todas –coincide que todas son mujeres– trabajan con bata blanca y quienes manejan las piezas lo hacen con guantes. “Esto es como la cocina del museo”, bromea Carles Vicente. El mismo equipo realiza una foto de cada objeto. “Con la obra gráfica –explican– es más fácil, pero cuando se trata de fotografia­r un mueble o un vestido utilizamos un plató especial”.

De la importanci­a de documentar cada objeto con una fotografía que en el futuro podrá consultars­e online da idea el hecho de que recienteme­nte la Asociación de Museólogos organizó un cursillo sobre cómo hacer fotos con el móvil, una forma fácil de incorporar una primera imagen en la documentac­ión de las piezas. El equipo que trabaja en este inventario reconoce que es una labor de años. “Por poner un ejemplo –dice Isabel Cendoya– solo de matrices xilográfic­as hay unas siete mil”. Y se trata de un trabajo delicado. Al visitante le sorprende por ejemplo el uso de un aspirador especial para la limpieza de estos papeles.

El Museu del Disseny, concebido como el gran museo de las artes del objeto y del diseño, incluye piezas dispares como lo son las distintas coleccione­s que lo han conformado. En la primera planta se muestran objetos cotidianos que han hecho historia, desde la silla de Barba Corsini o la de Javier Mariscal a

las vinagreras de Rafael Marquina o la pinza de hielo de André Ricard.

En la segunda planta, las coleccione­s de artes decorativa­s y artes de autor incluyen desde una berlina que data del 1750 a un tocador modernista. La tercera planta explica a través de 173 vestidos cómo se ha modelado el cuerpo externamen­te. Y se puede ver desde un vestido de corte de 1760 a un vestido de novia de Caroline Montagne de 1905 o un mono de trabajo con pantalones cortos de Paco Rabanne.

Y en la cuarta planta, la flamante exposición permanente abierta el pasado mes de junio

titulada ¿Diseñas o trabajas? La nueva comunicaci­ón visual

(1980-2003) explica desde el boom del diseño gráfico hasta el diseño por pantalla. Y aquí se pueden admirar desde las bolsas de Vinçon, los carteles de los Juegos Olímpicos del 92, diferentes portadas de las revistas Madrid me mata o Cave

Canis o un cartel contra la guerra de Irak que firma Isidro Ferrer hasta el diseño reciente de páginas web.

Pero todo esto no llega ni a la décima parte de las piezas que guarda en su almacén. Todos esos objetos tan diversos serán no solo inventaria­dos sino documentad­os porque la museística actual se define no tanto por los fondos que se poseen sino por aquello que se hace con lo que se tiene.

Del conjunto de coleccione­s municipale­s ha quedado fuera de este plan el Museu de Ciències Naturals de Barcelona porque requiere una metodologí­a de inventario distinta. Entre sus fondos botánicos, geológicos y zoológicos alcanza la cifra de tres millones de unidades.

El salterio, instrument­o de cuerda del siglo XVIII en Catalunya, lo tocaban las mujeres de clase alta con unas púas

El Museu de la Música prestará durante tres años al museo de Phoenix el salterio que está inventaria­ndo

La museística actual se define no tanto por los fondos que se poseen sino por lo que se hace con lo que se tiene

El Museu del Disseny, el otro museo que ha iniciado el inventario, trabaja en ordenar sus 7.000 matrices xilográfic­as

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MONTSE GIRALT
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MONTSE GIRALT

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