La Vanguardia

ESPAÑOLES CONTRA EL VIETCONG

Una isió del e érci o españo artici nla uer del Vietnam.

- ENRIQUE FIGUEREDO

La llamada ofensiva del Tet de 1968, aquella en la que durante la guerra de Vietnam las fuerzas del norte atacaron en masa en el sur, se ha convertido ya en un recuerdo con 50 años de antigüedad. Fue uno de los episodios más sangriento­s de un conflicto terrible que a su conclusión en 1975 se había cobrado millones de muertos. La contienda entre las dos partes en que estaba dividido el país, una región conocida en otro tiempo como Indochina, fue una de las expresione­s de la geopolític­a de bloques que imperaba entonces: el choque entre los países con economía capitalist­a y los comunistas. Fue una colisión que ya se había visto durante la guerra de Corea.

La unificació­n vietnamita inspirada en los preceptos del tío Ho, Ho Chi Minh, líder político y de la guerrilla comunista del norte, era algo inaceptabl­e para Estados Unidos y por eso se implicó en la guerra civil que disputaban ambos bandos.

Dentro de ese choque de concepcion­es del mundo, los Estados Unidos quisieron sumar a su causa a cuantos países pudiera; la Casa Blanca lo veía como una cruzada internacio­nal contra el comunismo. Y entre esos países estuvo también España desde 1966, como lo estuvo Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur o Filipinas, entre otras naciones.

La misión sanitaria de los militares españoles en Vietnam fue llevada con gran secretismo durante mucho tiempo. Aunque su existencia ya fue revelada hace varios años –en este terreno La Vanguardia fue pionera (1998)–, en la conciencia colectiva no ha calado todavía la existencia de ese episodio histórico nacional. Hay muchísima gente –solo hace falta preguntarl­o a cualquiera que se tenga alrededor– que no sabe que desde 1966 y hasta 1971 hubo en la guerra de Vietnam una misión de sanidad militar española que estuvo atendiendo a enfermos y a heridos de uno y otro bando. No se está en general al corriente de que ese grupo de militares expertos en cirugías e infeccione­s estuvo durante años en el delta del Mekong bajo el paraguas norteameri­cano y su colosal poderío militar, llevando incluso a veces el uniforme de campaña estadounid­ense.

El inexorable paso del tiempo hace que cada vez queden menos miembros de aquel grupo de españoles que fueron testigos del horror de la guerra y activos luchadores contra el severo daño que los avatares del combate causan en el ser humano. La Vanguardia ha localizado a dos de ellos: al capitán enfermero, Ramón Gutiérrez de Terán, de 83 años, y al general cirujano, de 77, Antonio Velázquez. Ambos comparten, además de haber formado parte del contingent­e sanitario de servicio durante la guerra de Vietnam, de un todavía vivo sentido del humor. Además, los dos sostienen una teoría que no solo la verdad oficial sino también los historiado­res contradice­n. Según sus opiniones, Estados Unidos no fue derrotado; simplement­e se marchó. Abandonó. Sus militares se volvieron a casa dejando casi todo el material, ligero y pesado, en tierra. “No ganaron la guerra, pero no la perdieron”, afirma el general Velázquez desde el cómodo butacón de la sala de estar de su casa de Chiclana de la Frontera.

Un centenar de militares sanitarios españoles prestaron sus servicios en Vietnam entre 1966 y 1971. Lo hicieron en una localidad llamada Go Cong, situada en pleno delta del Mekong. Se trataba de una ciudad secundaria, “un lugar de recreo del Vietcong”, afirma el capitán Gutiérrez de Terán con cierto desdén. Lo hace mientras esparce el muestrario de sus recuerdos en forma de recortes de periódicos, fotos y documentos sobre la mesa del comedor de su casa de un pequeño pueblecito de la provincia de Toledo. Allí muy pocos saben que ese vivaracho vecino ochentón –aunque no lo aparente–, estuvo 42 meses sumergido en un escenario de guerra a miles de kilómetros de España.

La misión sanitaria a la que Gutiérrez de Terán y Velázquez pertenecie­ron fue la materializ­ación de una demanda que el presidente de Estados Unidos Lyndon B. Johnson hizo al general Francisco Franco. El intercambi­o de cartas entre ambos mandatario­s se inició en 1965. En las misivas, el inquilino de la Casa Blanca reclamaba a “los países amigos” ayuda en el frente vietnamita ante el aumento de la potencia militar del norte (La Vanguardia, 9.08.2005).

Franco se mostró del todo reacio a enviar tropas españolas a Vietnam. A la luz de la ya desclasifi­cada correspond­encia intercambi­ada con Johnson, se sabe que el dictador gallego sentía incluso cierta admiración por el líder norvietnam­ita Ho Chi Minh, al que veía como un patriota defensor de su tierra; reconocía en él una determinac­ión que el tío Ho ya había demostrado durante la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial.

Finalmente, Franco optó por no enviar tropas de combate sino médicos y enfermeros (entonces conocidos como practicant­es) para contentar a su gran socio militar. Johnson podía así poner una bandera más en el pabellón de las naciones coaligadas para luchar contra el comunismo en el sudeste asiático y el inquilino del palacio del Pardo se cubría las espaldas. Aunque todo se llevó con gran secreto, Franco calculó que siempre resultaría menos impopular para la opinión pública descubrir que se habían enviado sanitarios a Vietnam que soldados de infantería. Estados Unidos aceptó el trato.

El entonces Ministerio de la Guerra se puso en marcha. La misión estaría compuesta solo de voluntario­s a los que se les premiaría con ciertas ventajas en términos de sueldo y de destino. “Que quede claro que a mí no me mandó Fran-

LA SOLICITUD DE LA CASA BLANCA

Johnson pidió a Franco que enviara infantes, pero el dictador mandó sanitarios

TRAGEDIA INTERNACIO­NAL

La guerra acabó en 1975 con casi tres millones de muertos entre civiles y militares

MEDICINA EN ESCENARIO BÉLICO

El hospital español de Go Cong atendía a civiles y militares vietnamita­s de ambos bandos

co a Vietnam, fui yo quien lo pidió”, subraya el general Velázquez como si quisiera ahora zanjar alguna antigua rencilla del pasado. Este cirujano retirado pasó un año en Go Cong.

“Ir a Vietnam fue algo único. Estoy contento de haber ido. Se me puede olvidar dónde he dejado las gafas en casa, pero las imágenes de Vietnam no se borran”, asegura Gutiérrez de Terán con cierta emoción. No en vano es uno de los tres o cuatro miembros del contingent­e que estuvo en Go Cong casi todo el tiempo que duró la misión. “Nosotros vivíamos muy de cerca las consecuenc­ias de la guerra pero no éramos combatient­es, éramos personal sanitario en una zona de guerra”, se apresura a matizar este capitán retirado.

Ambos veteranos españoles de la guerra de Vietnam se resisten en cierta manera a llamar hospital a las instalacio­nes sanitarias de Go Cong donde trabajaron. Allí, recibían principalm­ente heridos de guerra, accidentad­os por siniestros de tráfico y pacientes con patologías quirúrgica­s.

En las urgencias no se hacían distincion­es entre combatient­es del sur o del norte. Se les atendía igualmente, aunque ello no fuera siempre del agrado del ejército del sur. Gutiérrez de Terán cita un episodio en el que un alto oficial sudvietnam­ita le recriminó el hecho de que hubiera gastado cinco bolsas de plasma con un vietcong, también llamados charlies, que entró en el dispensari­o gravemente herido. “Mientras hay vida, hay esperanza, caramba”, exclama hoy el capitán.

En el ámbito de la pediatría, recuerda Velázquez que “había paludismo endémico” y continuos episodios de diarreas vinculados a la mala depuración de las aguas para el consumo humano.

Además de atender el hospital de Go Cong, el contingent­e español llevaba a cabo una o dos veces al mes lo que se llamaba visitas a los distritos. Era una especie de asistencia sanitaria ambulatori­a llevada a poblados recónditos y apartados. Con frecuencia, tales desplazami­entos se hacían en barcazas por el río, lo que resultaba sumamente arriesgado. “Había que meterse en la selva y era peligroso. Además, esas visitas eran pura propaganda”, comenta el general Velázquez. Gutiérrez de Terán va más lejos: “Eso no era medicina, era una paparrucha­da que usaban los del sur con fines propagandí­sticos”.

Sin embargo, los testimonio­s existentes, reafirmado­s por los dos veteranos entrevista­dos por este diario, vienen a coincidir en que la población civil respetaba al contingent­e español. “Muchas veces nos avisaban de que iba a haber un ataque con morteros y de que esa noche era mejor no salir”, comenta Velázquez. No es de extrañar que los vecinos manejaran ese tipo de informació­n porque, según el capitán Gutiérrez de Terán, “mucha población del sur, incluidos algunos soldados del ejército regular, eran en realidad vietcongs que por la noche se ponían sus pijama negros y realizaban acciones de guerrilla”.

Gutiérrez de Terán estaba en la residencia, situada a un kilómetro del hospital, cuando estalló la ofensiva del Tet de 1968. El Tet es la fiesta del año nuevo vietnamita en la que el país prácticame­nte se paraliza, las familias se reunen, se adornan las casas con flores, se honra a los muertos y se llevan a cabo grandes comilonas. En ese ambiente, estalló la gran batalla. Esa vez, la perdió el norte.

“Estaba echado en mi cama y empezaron a llover morterazos del 65, muchos de fabricació­n norteameri­cana”, afirma Gutiérrez de Terán. Remarca el origen de la munición porque aclara que había mucho mercado negro de material de Estados Unidos que acaba en manos del norte. “Fueron 20 o 30 minutos sin parar. Después empezó a sonar la fusilería. No iban a por nosotros, pero alguien debió decir que concentrar­an el fuego en esa posición porque teníamos pegadas a nosotros unas dependenci­as del Estado Mayor conjunto”, continúa el capitán. “Llegaron muchos heridos. Recuerdo que atendimos a una mujer embarazada herida en el vientre”, concluye.

Es una de esas imágenes que no olvida de su paso por Vietnam.

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ENRIQUE FIGUEREDO
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ARCHIVO
 ?? ENRIQUE FIGUEREDO ?? Antes y ahora Arriba a la izquierda, el general cirujano Antonio Velázquez con las condecorac­iones de Vietnam. Aquí a la izquierda, el capitán enfermero Ramón Gutiérrez de Terán con un diario de época editado por los norteameri­canos en que se cita a la misión española. Arriba, la puerta del hospital, con Gutiérrez de Terán tras la intérprete, pegado a la verja
ENRIQUE FIGUEREDO Antes y ahora Arriba a la izquierda, el general cirujano Antonio Velázquez con las condecorac­iones de Vietnam. Aquí a la izquierda, el capitán enfermero Ramón Gutiérrez de Terán con un diario de época editado por los norteameri­canos en que se cita a la misión española. Arriba, la puerta del hospital, con Gutiérrez de Terán tras la intérprete, pegado a la verja
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