“Ya basta de separar familias”
Un repartidor de pizzas sin papeles se convierte en símbolo contra Trump
Los repartidores de pizza, y de comida en general son una institución en Nueva York. Una tropa de trabajadores que surcan las calles de la ciudad a cualquier hora, siempre en el anonimato.
Carecen de nombre. Sólo son los delivery. Hasta que apareció Pablo Villavicencio, ecuatoriano de 35 años, el delivery pizza más célebre de la ciudad, y tal vez de Estados Unidos. A su pesar, después de “una crucifixión de 53 días” o “un duro calvario”, como alude a su encierro en la prisión de Kearny (Nueva Jersey).
El pasado martes, 24 de julio, experimentó una sensación de ensueño, “al ver la luz del mundo, ya de noche, y mirar al cielo”.
Horas antes y a la vista de su encierro, el magistrado Paul Crotty, nombrado por el presidente George Bush (hijo), cuestionó durante la vista judicial a los abogados del Gobierno. “¿Hay algún concepto de justicia aquí?”.
Pablo se arrodilló para darle las gracias al Dios en el que cree tras recuperar la libertad y reencontrarse con su familia a los 53 días de su separación. Su hija Luciana, de cuatro años, se abalanzó sobre él. Antonia, que cumple tres en agosto, saltó del carrito por el revuelo y corrió hacia su padre.
Se hallaban en medio de un despliegue extraordinario de cámaras y periodistas, de activistas, de políticos. De pronto se abrió paso el portavoz del Congreso estatal. Todo eso era por él, convertido en símbolo de la intolerancia y la persecución de la Administración Trump hacia ciudadanos limpios, sin mancha, aunque carezcan de “papeles”, detenidos no en una redada, sino desempeñaba su ocupación cotidiana.
Casado con Sandra Chica, de 38 años, ciudadana estadounidense de origen colombiano, inició en febrero la petición de la green card o permiso de residencia esponsorizado por su esposa.
El gobernador del estado, Ande drew Cuomo, o el alcalde Bill de Blasio han salido en su defensa.
Nueva York es ciudad santuario, una de las que más desafía al trumpismo en la protección de los derechos de los inmigrantes.
Sin embargo, la presión de los agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), que lanzan numerosas operaciones encubiertas, en lugares inesperados, provoca que crezca la sensación inseguridad entre el medio millón de indocumentados.
En los primeros ocho meses del mandato Trump, el número de arrestos practicados por el ICE, la migra, en esta región aumentó un 67% comparado al mismo periodo del curso anterior. Las detenciones de inmigrantes sin antecedentes se incrementaron el 225%. En ese periodo, estos agentes encerraron a 2.031 personas en Nueva York. El arrebato sigue, como experimentó Pablo.
“Había visto las manifestaciones en la tele, los reportajes, gente que se hacía detener por mi. Mi esposa me contaba el apoyo recibido, pero no me podía imaginar una magnitud así, tan grande”, se asombra, en una conversación mantenida este jueves, por el recibimiento hacía 48 horas.
“Si no nos hacemos sentir, si no alzamos la voz, aquí pasan por encima de uno. Si no tengo a mi esposa y no hubiese movilizado a tanta gente, me habrían deportado, hubiesen hecho conmigo lo que hubiesen querido”, sostiene.
Pablo, Sandra y sus dos hijas –ambas nacidas en EE.UU.–, abrieron las puertas de su casa en
PABLO VILLAVICENCIO
Ha estado 53 días detenido, tras ir a repartir pizzas a una base militar de Brooklyn
LA CACERÍA DE LA ‘MIGRA’ Los agentes aumentan su persecución más allá de redadas, incluso en lugares de trabajo
Hempstead (Long Island). Hay un punto de conexión al arrancar la charla. Dos hermanas de Pablo residen en España, Corina en Villena (Alicante) y Elsa Yomaira, en Barcelona. Al poco suena el móvil de Pablo. “Es un compañero de la cárcel”, se excusa.
“Me estoy acostumbrando a la normalidad –le comenta–. Le dije que le ayudaría, no le voy a dejar solo, no se deje doblegar y saludos por ahí”, se despide.
“Hay mucha gente buena allá, en la misma situación. No son criminales, su único delito es ser una persona indocumentada. No somos ilegales, esa palabra no existe ni siquiera en la Constitución”, reflexiona Pablo.
El pasado 1 de junio fue a realizar un reparto a la base militar de Fort Hamilton, en Brooklyn. Como empleado de una pizzería de Queens ya había hecho ese mismo trayecto en varias ocasiones.
Aquella jornada, sin embargo, acabó en el infierno. Presentó el carnet “oficial” que instauró el Ayuntamiento neoyorquino, en buena medida para ofrecer a los inmigrantes indocumentados una identidad. Paso la primera garita, la segunda, pero en la tercera, el celo de un funcionario civil le puso en una ruta trágica al no tener un documento federal.
Que los militares que le conocían salieran en su defensa no logró parar la maquinaria. Llegaron los del ICE, lo esposaron y se lo llevaron a Federal Plaza, las dependencias de inmigración en el bajo Manhattan. Allí, siempre según su versión, le presionaron para que firmara su deportación.
“Wow, Villavicencio no tiene ninguna opción, no tiene derecho a nada”, dice que le dijo uno de los oficiales al certificar que perduraba vigente una orden de deportación del 2010. Se negó a firmar.
Estos agentes están en discusión. “Hemos pedido al Congreso que no dé más fondos al ICE porque está atemorizando a la gente y destruyendo familias”, remarca Yatziri Tovar, de la organización Make the Road. El Gobierno instauró en mayo la política de “tolerancia cero”, que llevó a separar a más de 2.500 niños en la frontera.
Debate abierto. Los progresistas piden abolir el ICE, mientras que Trump carga contra los demócratas por esa solicitud. “En otras palabras, quieren abrir fronteras y más crimen”, indicó ayer en su alocución semanal.
“No me arrepiento”, remarca Villavicencio al recordar porque no atendió su salida voluntaria. Había entrado en el 2008. Pidió asilo y lo mandaron a Nueva York para su tramitación. Se demoró dos años, con resultado negativo.
Aceptó irse. “Tenía el equipaje hecho”. Pero al acercarse la fecha, en el ascensor de su edificio –residía en el barrio de Jamaica,
DEBATE ABIERTO
Trump defiende el ICE y los progresistas piden su abolición porque crea pánico
BROTES DE INTOLERANCIA
“Me han culpado por casarme con él por no tener papeles”, dice Sandra, la esposa
en Queens– coincidió con una vecina y una invitada. Se cruzó miradas con la huésped. Gracias a la vecina, tuvo su teléfono. Era Sandra. Se enamoraron. Se casaron en el 2013. “Tomé una decisión valiente, mis padres me inculcaron que uno ha de luchar por lo que quiere. Por esa decisión estoy con mi esposa, tenemos dos hermosas hijas y hemos salido adelante a pesar de las dificultades”.
Pablo compartió 72 horas de aislamiento con otro hispano en un compartimiento de dos metros de largo por uno de ancho. Luego lo trasladaron al penal de Kearny, “una prisión criminal, no una instalación de inmigración, donde me metieron con otros 53, algunos con delitos por narcotráfico, gente que venía matando y había cumplido condena y los tenían allí para deportación”.
Sintió miedo y, peor aún, el despreció de los carceleros y su trato. Enfermó y no le hacían ni caso, hasta que llamó a Sandra y los abogados consiguieron que lo llevarán a un hospital de Jersey City. Lo trasladaron con cadenas en las manos, en los pies, en la cintura. “Esta es la parte más denigrante. Me trataron como a un asesino en serie. Es lo más humillante, amarrado a una cama”.
Estaba en la ducha el pasado martes cuando un compañero le dio la buena nueva. En el breaking
news de la tele acababan de informar de su libertad inmediata.
Sus abogados habían recibido esa misma mañana una carta con la fecha del 21 de agosto para su entrevista de cara a obtener la residencia. El juez Crotty permitió que continúe este proceso.
“Hay justicia en este país”, suspira. “A esta administración irrespetuosa, abusiva, le diría que ya basta de separar tantas familias, de marcarnos como criminales. No lo somos. Venimos a servir, a hacer fuerte este nación”.
En su caso ha predominado la solidaridad, “en un 99,9%”, aunque ha habido ataques racistas y xenófobos por las redes a su mujer o al dueño de la pizzería, por emplear a un simpapeles.
Sandra intervine. “¡Me han culpado por casarme con él por no tener documentos!”. Y suspira “Siempre ha habido deportaciones, pero ahora es una cacería”.