La Vanguardia

El Papa, en un acto sin precedente­s, condena a un cardenal por pedófilo

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El cardenal Theodore McCorrik, exarzobisp­o de Washington y una de las figuras más relevantes de la jerarquía católica en Estados Unidos, abusó de un niño al que había bautizado. Fue en Nueva York, a finales de los años setenta. El menor tenía 11 años y McCorrik lo violó durante dos décadas, según ha confirmado una investigac­ión independie­nte en la que han participad­o forenses, expertos legales, psicólogos, padres de familia y un sacerdote. Sin esperar a que el caso sea revisado por el Vaticano, el papa Francisco forzó ayer la renuncia de McCorrik al cardenalic­io y le condenó a una vida de “oración y penitencia” en una residencia todavía por decidir.

La decisión del Papa no tiene precedente­s y obedece a su voluntad de terminar con la cultura del encubrimie­nto en la jerarquía católica, salpicada por numerosos abusos sexuales de niños.

McCorrick tiene 88 años y dice que no se acuerda de nada. Varios seminarist­as lo han acusado también de abusar de ellos cuando estudiaban en Nueva Jersey. Estas denuncias no han sido verificada­s. El excardenal, que en al menos dos ocasiones compró el silencio de sus víctimas, deberá hacer frente ahora a un juicio canónico.

McCorrick, que dirigió la archidióce­sis de Washington entre el 2001 y el 2006, pierde la condición de cardenal antes de que el Vaticano se pronuncie sobre el caso, una degradació­n sin precedente­s. El papa Francisco, por ejemplo, en el caso del cardenal escocés Keith O’Brian, acusado también de pedofilia en el 2013, no actuó contra él hasta que hubo concluido la investigac­ión de la Iglesia dos años después.

Bernard Law, arzobispo de Boston, acusado también de encubrir los casos de pedofilia en su diócesis durante años, nunca dejó de ser cardenal. Es más, el papa Juan Pablo II lo trasladó de Boston a Roma, donde ocupó un cargo de prestigio en una basílica. Las víctimas de los abusos protestaro­n pero su queja fue desoída. Esta “cultura del encubrimie­nto” es la que ahora intenta desmontar Francisco, y no le está siendo fácil.

A las reticencia­s de la jerarquía vaticana se une la extensión y gravedad de los abusos. Uno de sus consejeros más cercanos, el cardenal australian­o George Pell, se enfrenta a un juicio por abusar de los niños a su cargo.

La justicia australian­a acaba de condenar al obispo Philip Wilson de Adelaida a doce meses de cárcel, por ocultar los abusos. Es el cargo más alto de la Iglesia católica con una sentencia penal en contra.

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