La Vanguardia

‘Una aferrada pes coll’

- Llucia Ramis

Feliz año”, se despide. Y me quedo un segundo descolocad­a hasta que, al salir a la calle, el sol inclemente de finales de julio evidencia el anacronism­o. Las despedidas son un tema mal resuelto. No me refiero a las definitiva­s, las difíciles, dramáticas o traumática­s. Sino a las otras, las cotidianas, el final de un e-mail, por ejemplo. ¿Qué fórmula es la más adecuada?

El clásico “atentament­e” ha dado paso al “cordialmen­te” o al “saludos”, o a “un saludo”. Pero ¿qué diferencia un saludo de varios? ¿Cuántos engloba el plural? ¿Son acumulable­s? Y un saludo por sí mismo, sin especifica­r de qué tipo es, resulta raro, si lo piensas. Con la gente más próxima, opto por los besos o abrazos. Los besos para los amigos, los abrazos para compañeros de trabajo y demás. Me gusta el abrazo mallorquín, una aferrada pes coll. Como parece una amenaza (te agarraré por el pescuezo), a veces puntualizo que no es que quiera estrangula­rlos, sino que es una versión bestia del achuchón. Otras –la mayoría– lo dejo en “una aferrada”, y ya. El problema llega en verano. A nadie le apetece abrazarse con este calor. De hecho, nunca me abrazaría con esas personas como forma de despedida, más allá de lo verbal. Es una manera de hablar. O de mentir, según se mire.

Mandar besos también tiene su paradoja. El beso consiste en presionar los labios en una superficie –o la mejilla en otra mejilla si no hay confianza– a modo de presentaci­ón o despedida. ¿Cómo se puede mandar algo así? Existe el gesto cursi de besarse la palma de la mano y luego soplar. Al mandarnos besos, ¿estamos haciendo eso? ¿Qué entendemos por “besos gordos”? ¿Y los besos grandes? ¿Son los de abuela? ¿Los besos fuertes implican que le dejas la marca al otro?

Los emoticones recogen varios tipos de beso: los labios rojos, como si alguien hubiera plasmado el carmín en el espejo o la servilleta; el monigote con la boca en forma de piñón, y el que expulsa un corazón mientras guiña un ojo. Este último es el más utilizado en mi círculo, sobre todo cuando ya das por finalizado un chat. Antes de que la conversaci­ón se alargue, la zanjas con este dibujo, un “hasta luego” y ya.

El “hasta luego” es muy socorrido, pero de nuevo inexacto. Pueden pasar unas vacaciones enteras antes de que volvamos a vernos. El adiós se utiliza poco, no por una superstici­ón torera, sino porque suena muy pimpinela. El adéu o déu musitado es más habitual, o el chao, especialme­nte al salir de un establecim­iento. Desear un feliz verano o unas felices fiestas siempre es bonito. Y la pregunta de cada Navidad: ¿hasta qué fecha podemos desear un buen año? El dependient­e que me ha desconcert­ado se ha tomado su tiempo y lo sigue haciendo en julio. No le falta razón: aún quedan cinco meses por delante. En fin, todo este rollo es para decir que nos vemos en septiembre. A descansar mucho y una aferrada pes coll.

Las despedidas son un tema mal resuelto; no me refiero a las definitiva­s o difíciles sino a las cotidianas

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