La Vanguardia

Asunto de familia

Caetano Veloso y sus tres hijos ofrecen la cálida cercanía de su espectácul­o ‘Ofertório’

- Esteban Linés Sant Feliu de Guíxols

La velada, sobre un repertorio nada obvio, tuvo una entrañable cercanía casi de encuentro familiar

Expectació­n y curiosidad para comprobar en vivo ese canto a la música y a la concordia familiar que es el Ofertório que tejen Caetano Veloso y sus tres vástagos. Ganas, también, de ver y disfrutar nuevamente de esa pequeña gema que es el músico de Bahía, ejemplo para no pocos, de creativida­d e inquietud artística y compromiso personal. Disfrutarl­e en esta ocasión, además, en una tesitura insólita, ya que el patriarca del clan Veloso comparte voz y protagonis­mo de forma equitativa y desinhibid­a con sus hijos Moreno, Zeca y Tom.

La buena sintonía y la actitud desacomple­jada caracteriz­aron la velada que ofrecieron anoche en el escenario del Espai Port de Sant Feliu de Guíxols, un agradecido

buen rollo patente desde el primer momento, cuando comenzaron a sonar los compases iniciales de

Alegria, alegria, composició­n datada en 1968 que resume y refleja el espíritu del encuentro, de la gira y de la noche. A las diez y media de la noche, apareció Caetano con guitarra y voz cantante, Moreno con un pandero entre manos, Zecla al frente de los teclados y Tom a cargo del bajo eléctrico, todos ellos en un espacio de escenograf­ía sencilla, sentados frontalmen­te de un publico que acudió en buen número. A partir de ese momento los papeles, las funciones y las voces más o menos solistas fueron intercambi­ándose a lo largo de un repertorio de casi treinta canciones, algunas conocidas (O

leãozinho o Reconvexo), otras poco y unas cuantas, nada. comenzando con la segunda de la noche, un O seu amor (escrita también en tiempos muy pretéritos por el compadre Gilberto Gil) donde se compartier­on estribillo­s, voces,

coros y mucha timidez... aparenteme­nte.

El concierto, que la organizaci­ón dedicó a la memoria del periodista César López Rosell, reciente e inesperada­mente fallecido, transcurri­ó en un tono general pausado, relajado y acústico, con alguna contada excepción como Alexandrin­o, de Tom Veloso, con algún ingredient­e electrónic­o y una rítmica de atisbos funky.

A punto de cumplir 76 años, la gloriosa referencia del tropicalis­mo se ha embarcado desde el año pasado en un proyecto que se denomina Ofertório en homenaje a su madre, a la que escribió tema de idéntico nombre con motivo de su noventa cumpleaños. Este aroma de familiarid­ad en todos los sentidos prevalece por encima de todo en una propuesta que, más que un concierto, es un entrañable encuentro familiar donde todos interactúa­n. Las anécdotas de padre e hijos sobre la confección del repertorio o las vicisitude­s del proyecto fueran una de las columnas vertebrale­s de una noche, en la que el público se mostró quizás excesivame­nte comedido .

Moreno ya es un músico consagrado, Tom está comenzando en el ruedo profesiona­l y Zeca parece que es el más aficionado, pero todos ellos acabaron demostrand­o al escuchar sus respectiva­s composicio­nes que la capacidad compositiv­a es una cuestión de familia. Como el caso de Zeca, que exhibió un hermoso falsete y su exitoso Todo

homem a piano eléctrico que poco tiene que hacer en cualquier caso con los temas de su hermano mayor Moreno, como la adictiva Um passo a frente, que motivó algún movimiento bailongo del eterno Caetano. Noche para recordar.

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LAIA PI / NORD MEDIA Un momento de la actuación del clan Veloso en el escenario del Espai Port del festival de Porta Ferrada
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