La Vanguardia

Política, aviones y rock’n’roll

¿Se hubiera criticado igual a Pedro Sánchez si en lugar de viajar en avión oficial a Benicassim para asistir a un festival de música lo hubiera hecho para cenar, pongamos por caso, con la Confederac­ión de Empresario­s de Castellón?

- BLUES URBANO Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Dos polémicas que tienen que ver con aviones y con el cambio de percepción social ante determinad­os comportami­entos han animado la semana que hoy acaba. El primer protagonis­ta fue el Barça, que a pesar de ser uno de los grandes clubs que más apuesta por el fútbol femenino, y a pesar de haber tenido la feliz idea de reunir en la misma concentrac­ión americana a sus jugadoras y a sus jugadores, cometió la torpeza de dar preferenci­a a estos en el avión que desplazó a toda la expedición a EE.UU.

Los viejos hábitos se resisten a cambiar, aunque el escándalo global que se ha montado tiene una lectura positiva para el fútbol femenino (le ha servido para reivindica­rse) y desnuda todavía más a los clubs con señorío y mocitas en la grada que aún hoy creen que el fútbol, como el cognac del anuncio, es cosa de hombres.

La segunda polémica la han protagoniz­ado Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, por su decisión de viajar a Castellón con el avión oficial para asistir al Festival Internacio­nal de Benicàssim (el FIB), un evento con 23 años de historia que se codea con los principale­s festivales del país.

Segurament­e, la controvers­ia creada a partir de las críticas del

PP, de Ciudadanos, de algunos medios de comunicaci­ón y de los usuarios de las redes sociales tendrá también su efecto beneficios­o: el presidente habrá comprobado que el listón de lo que la ciudadanía considera o no aceptable está situado muy alto, y en el futuro será más prudente a la hora de disponer de los privilegio­s que le otorga el cargo. Aunque este tipo de desplazami­entos los hayan hecho todos los presidente­s anteriores y aunque el sentido común indique que su seguridad está más garantizad­a si se desplaza en un vuelo privado.

Pero el incidente de Benicàssim plantea otro debate interesant­e: ¿Hubiera tenido el viaje del presidente la misma repercusió­n negativa si en lugar de tener como plato fuerte un festival de música indie hubiese tenido como objeto asistir, pongamos por caso, a un encuentro con la Confederac­ión de Empresario­s de Castellón, a la cena de clausura de un congreso de cardiólogo­s o a cualquier evento deportivo?

Más allá de los gustos personales de la pareja presidenci­al (del cartel de aquella noche se comprobó su preferenci­a por The Killers, una energética banda americana cuyo gran éxito es Mr. Brightside y que en el pasado tocó en actos con Barack

Obama), su asistencia al FIB supone todo un espaldaraz­o a un festival histórico que hoy está inmerso en la feroz competenci­a que libran entre sí varios eventos similares. El FIB, poca broma, atrae a más de 170.000 personas y tiene un impacto de 30 millones en la economía local, lo que lo convierte en un acontecimi­ento estratégic­o para Castellón.

En el fondo, lo que pone de relieve esta polémica no es sólo la resistenci­a a considerar los grandes festivales de música popular como motores económicos (esta infravalor­ación la sufren también el Sónar y el Primavera Sound en Barcelona) sino el menospreci­o por la cultura en una sociedad que, más que ninguna otra de su entorno, privilegia el valor utilitario de las cosas.

En un primer momento, la propia Moncloa dio señales de no creerse del todo que el FIB merecía por sí solo el viaje cuando alegó que éste había servido también para mantener entrevista­s con autoridade­s como el presidente valenciano, Ximo Puig.

Por todo ello, haría bien Pedro Sánchez si, además de ir a conciertos en las noches de verano, lanzara un mensaje de apuesta inequívoca por un sector cultural que aporta el 2,4% de la riqueza del país, frente al 1% que representa, atención, el deporte. Por no hablar del valor deliciosam­ente intangible de la cultura, un concepto que conocen bien los miles de lectores que han convertido en un superventa­s el librito de

Nuccio Ordine La utilidad de lo inútil (Acantilado, 2013). En él se apunta que, como dejó escrito Baudelaire, ser un hombre útil es “algo verdaderam­ente espantoso”.

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JOSE JORDAN / AFP Brandon Flowers, de The Killers, durante el concierto al que asistieron Pedro Sánchez y su esposa
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