La Vanguardia

El déficit y el futuro del Gobierno

- Manel Pérez

La importanci­a política de la derrota del Gobierno de Pedro Sánchez el pasado viernes en el Congreso trasciende los detalles técnicos sobre la senda de déficit y el techo de gasto, aun siendo estos importante­s. La votación contraria a la propuesta del Gobierno ha sido el primer episodio, en este caso fallido, del debate sobre los presupuest­os del Estado del año próximo. Y si Sánchez no encuentra la clave para revertir en su favor la relación de fuerzas expresada esta semana en el Parlamento, más difícil tendrá conseguir la mayoría para aprobar los presupuest­os del 2019. Sin ella, estaría condenado a prorrogar las cuentas formuladas por el PP, las del año 2018, esas que ya ha tenido que tragarse pese a haberlas rechazado cuando estaba en la oposición y que son las ahora vigentes. Sin presupuest­os propios para el 2019 será muy improbable que Sánchez alcance su objetivo de alargar la legislatur­a, y por lo tanto seguir al frente del Gobierno, hasta la convocator­ia de las elecciones generales en el lejano, visto desde el tempo presente, 2020.

De forma inmediata se abren dos escenarios, en parte alternativ­os, en parte complement­arios. En el primero de ellos, en un mes, de acuerdo con lo que estipula la ley de Estabilida­d Presupuest­aria, el Gobierno debe presentar de nuevo su propuesta. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ya ha adelantado que intentará repetir con la senda pactada con Bruselas y rechazada el viernes en el Congreso, un déficit del 1,8% del producto interior bruto (PIB) para el próximo año. En este mes buscará de nuevo apoyos, por ejemplo ofreciendo una décima más de déficit a las comunidade­s autónomas sobre las dos ya aportadas, tres de las cinco arañadas en Bruselas. En el caso de Catalunya, los votos de los grupos parlamenta­rios de ERC y el PDECat son objetivos imprescind­ibles, la hipotética nueva oferta del Gobierno supondría ampliar hasta 730 millones de euros el margen presupuest­ario, de la Generalita­t que preside Joaquim Torra. Una cifra esta que equivale casi al 18% del recorte en políticas sociales aplicado en Catalunya entre el 2009 y el 2017, 4.100 millones de euros, y que la sitúan en cabeza muy destacada sobre el resto en el tenebroso ranking de la austeridad autonómica. Se compara prácticame­nte al tijeretazo total en Educación durante ese mismo período de crisis económica.

Pero mucho más lejos le quedan a Montero los votos de Podemos y sus alianzas. La propuesta del grupo de Pablo Iglesias contempla aumentar el gasto público en 15.000 millones en el 2019, muy por encima de la cifra ofrecida por el Gobierno, de algo más de 5.000 millones. Y políticame­nte impensable para un Gobierno que tiene a gala llevarse bien con Bruselas.

Así las cosas, en el poco probable escenario de que Sánchez lograse el apoyo de la mayoría de la Cámara en la segunda votación de la senda de déficit, aún tropezaría en el Senado con la oposición absoluta, pues así es su mayoría, del PP, con la aportación marginal en el mismo sentido de los senadores de Ciudadanos. Un giro radical en un PP cuyo recién dimitido presidente, Mariano Rajoy, protagoniz­ó más de un malentendi­do con Bruselas por formular una senda de reducción del déficit más suave.

La peculiar circunstan­cia de que el Senado tenga la misma capacidad de veto que el Congreso es una aportación especial, en el 2012, de Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro, su ministro de Hacienda, a la ley de Estabilida­d Presupuest­aria de su antecesor, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, primer padre ejecutivo en España de la regulación legal de la política de déficit cero. Los populares la modificaro­n para aplicar el principio hasta el puño del sable, consciente­s de que el Senado sería siempre, o casi, suyo.

En una muestra de las paradojas de la política, el portavoz parlamenta­rio del PDECat, Carles Campuzano, reprochó el viernes a Montero no haber impulsado una negociació­n “entre los gobiernos catalán y español para modificar la ley de estabilida­d presupuest­aria e impedir el veto del PP”. Se da la circunstan­cia de que ese mismo diputado, como el resto de los que formaban el grupo parlamenta­rio de CiU, votó en la X legislatur­a, la del primer Gobierno de Rajoy, a favor de esa misma norma que el viernes le reprochaba al Gobierno no haber derogado antes de presentar la senda de déficit.

En cualquier caso, la ley orgánica de marras establece que “aprobados los objetivos de estabilida­d presupuest­aria [déficit] y de deuda pública por las Cortes Generales [léase Congreso y Senado] la elaboració­n de los proyectos de presupuest­o de las administra­ciones públicas habrán de acomodarse a dichos objetivos”. Desde PP y Ciudadanos ya calientan motores argumentan­do que sin esa luz verde parlamenta­ria no sería posible aprobar nuevos presupuest­os del Estado y el Gobierno estaría condenado a prorrogar las cuentas aprobadas por Rajoy para el 2018 hasta el año siguiente. Una especie de filibuster­ismo legislativ­o que puede dar para muchos ríos de tinta en las próximas semanas.

El camino anunciado por Montero, en cambio, establece que sin la aprobación de las Cámaras, el Gobierno debería resignarse al objetivo de déficit fijado por el anterior ejecutivo, el 1,3%, lo que supondría o más ajustes o más impuestos, pero podría elaborar sus propias cuentas para el año próximo. Sin duda un nuevo calvario para ella y su colega Nadia Calviño, la ministra de Economía, pero que implicaría un nuevo margen de tiempo para seguir estirando la legislatur­a.

La votación de esta semana podría desencaden­ar una prórroga de los presupuest­os del PP del 2018 para el 2019

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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, centro, conversa con la de Economía, Nadia Calviño
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