Parece carne, pero no es
La Dirección de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. ha dado el plácet a la venta de una hamburguesa vegetal que sabe a carne y que tiene aspecto de carne, tanto que incluso sangra si está poco hecha.
Hollywood, con películas como El exorcista, y otros narradores de ficción han contribuido a caricaturizar cuestiones como la existencia del demonio y la realización de exorcismos. Y expresiones como “prácticas satánicas”, “posesión diabólica”, “demonio en el cuerpo” o “llamada de los espíritus” parecen propias del pasado, alejadas de la racionalidad y del conocimiento científico. Y lo mismo se puede decir de comportamientos en los que las personas dicen “hablar lenguas inexistentes e incomprensibles”, sufren ataques en los que “expulsan espuma por la boca” o “levitan”.
Y sin embargo nos llega la noticia de que el Vaticano organiza cada año cursos de formación de exorcistas y sugiere a los obispos, que dado el aumento de casos en los que se da una “presencia del maligno”, nombre a nuevos exorcistas, como acaban de hacer los obispos de Vic y Girona. En el último curso celebrado el pasado mes de abril, el cardenal Ernest Simoni, de 89 años, un veterano exorcista, quiso apuntarse a la modernidad explicando que cada día realiza cuatro o cinco exorcismos a través del móvil y recita las oraciones necesarias en latín, tal como haría si el ritual lo realizara presencialmente.
La Iglesia dice que Jesús hizo exorcismos, que hay cuestiones relativas a los milagros, a la existencia del demonio o del Espíritu Santo, a la resurrección de la carne que no se explican racionalmente, sino únicamente por la fe. Y para curarse en salud señalan que sólo un 2 ó 3% de los endemoniados lo son realmente y el resto son gente con problemas psiquiátricos. Los exorcistas, en consecuencia, lo primero que hacen es descartar aquellos casos que puedan tener una curación psíquica.
Aún así, y aunque sólo sea por una cuestión semántica o de imagen, la Iglesia católica –y otras religiones que también hacen exorcismos– deberían plantearse una actualización del lenguaje relativo al demonio. Y sorprende que el papa Francisco, tan intuitivo en los aspectos comunicativos, no haya dado pasos en este sentido.