La Vanguardia

Regreso a casa un siglo después

Noruega se prepara para recibir al ‘Maud’, el último barco del explorador Amundsen

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Navegando: así es como el Maud, el último barco del mítico explorador noruego Roald Amundsen, acaba de celebrar su primer centenario. Y eso a pesar de haber pasado los últimos 87 años semihundid­o bajo las aguas de una remota bahía del norte de Canadá. Tras superar numerosos impediment­os, la nave fue rescatada hace un par de años y ahora se halla en ruta hacia Noruega, donde llegará dentro de pocos días y recibirá finalmente el tributo que se merece.

Para los noruegos, los grandes aventurero­s polares de comienzos del siglo pasado son motivo de orgullo nacional y una de las partes más gloriosas de su historia. Por eso, la idea de que uno de los barcos más emblemátic­os que utilizaron se estuviera pudriendo bajo las aguas del Ártico no gustaba a nadie.

Amundsen lo mandó construir en 1917. Ya se había convertido en el primero en cruzar el paso del Noroeste (1906) y el primero en conquistar el polo Sur (1911) y en aquel momento planeaba otra expedición al Ártico con la idea, esta vez, de llegar al polo Norte. Pero los barcos que había empleado hasta entonces, el Gjøa y el Fram, estaban en malas condicione­s, y decidió encargar uno nuevo. Lo bautizó Maud en honor a la reina consorte, esposa del rey Haakon VII.

La expedición salió de Noruega en el verano de 1918. Su objetivo era navegar hacia el extremo norte y dejar el barco deliberada­mente encallado en el hielo para convertirl­o en una especie de estación científica flotante, al tiempo que intentaban llegar al polo Norte.

Los tripulante­s del Maud pasaron varios años a la deriva en el hielo ártico y nunca lograron alcanzar el polo, por lo que la expedición no llegó a obtener la atención pública merecida. Pero las investigac­iones sobre la naturaleza, el clima y la vida de la región que pudieron llevar a cabo sí fueron de inestimabl­e valor y recibirían reconocimi­ento mundial años después de la mano del oceanógraf­o Ulrik Sverdrup, que era quien estaba al frente de los trabajos científico­s de la expedición.

Acosado por sus acreedores, Amundsen tuvo que vender el barco en 1925. Lo adquirió una compañía llamada Hudson Bay. Primero se convirtió en almacén y luego en estación de radio hasta que, en 1931, se hundió parcialmen­te en el puerto de Cambridge Bay. Parte de su estructura seguía visible desde la costa, con lo que pronto se convirtió en una auténtica atracción turística.

Los noruegos intentaron recuperar el barco en la década de los noventa. Pero, para aquel entonces, la nave también había adquirido valor histórico y cultural en Canadá. No fue hasta el 2011 cuando la promotora noruega Tandberg Eiendom logró sacar adelante un plan concreto y más realista para salvarla.

“Hemos tenido que superar muchos desafíos, empezando por el permiso para poder sacar el barco de Canadá, pues estaba protegido”, explica el líder del proyecto, Jan Wanggaard, en una entrevista con La Vanguardia mientras navega junto al

Maud entre Islandia y Noruega, muy cerca ya de su destino final.

Dadas las condicione­s heladas propias de la zona, el rescate se ha tenido que realizar por fases, de verano en verano. “Lo primero, fue analizar el estado y la posición exacta del barco para definir la mejor manera de llevarlo a la superficie sin que sufriera daños”, detalla. Después, compraron un remolcador y una estructura sumergible especialme­nte diseñada para la operación y los llevaron hasta esta remota región de muy difícil acceso. “Fue un viaje largo que duró otro verano entero, en unas condicione­s del hielo difíciles”, recuerda.

Finalmente, en el 2016, lograron sacarlo a flote y en el 2017 empezó su largo viaje de regreso a Noruega. Ese verano, los rescatador­es lograron superar el angosto paso del Noroeste y conducirlo hasta Groenlandi­a, donde la nave pasó este último invierno. Finalmente, hace cosa de un mes, retomaron la última parte del viaje que está conduciénd­ola hasta Vollen, cerca de Oslo, el mismo municipio que la vio nacer un siglo atrás.

La compañía Tandberg Eiendom, que es originaria de esta misma zona, se ha hecho cargo de todos los gastos y también construirá un museo especialme­nte dedicado al Maud, similar al que ya tienen el Fram yel

Gjøa. A falta de tumba, los barcos que utilizó Amundsen son una de las pocas maneras que tienen los noruegos de rendir homenaje a su héroe, que desapareci­ó en 1928 mientras sobrevolab­a el archipiéla­go de Svalbard a bordo de un hidroavión.

La nave ahora rescatada había permanecid­o semihundid­a en Canadá desde 1931

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BETTMANN / GETTY Escala. El Maud, camino del polo Norte, cargó en Seattle un avión embalado
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