La Vanguardia

Fin de curso con aroma electoral

El curso político acaba tan tensionado como empezó y aunque su deseo es agotar la legislatur­a, tanto Sánchez como Torra se pueden ver impelidos por razones muy diferentes a adelantar las elecciones. No habrá tregua veraniega.

- Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

El país se va de vacaciones con la economía con señales de clara mejoría y con la política hecha unos zorros. Nos parecemos cada día más a Italia. El tsunami político de los últimos meses ha dejado al país agotado y conviene unos días de paz y reflexión ante un retorno que será también intenso. La política española se ha acostumbra­do a vivir en la inestabili­dad con el fin del bipartidis­mo pero necesita un Gobierno fuerte que tome las medidas que la sociedad necesita. Hace mucho tiempo que la debilidad de los diferentes ejecutivos está aplazando el abordaje de temas urgentes como las pensiones, la dependenci­a energética, la digitaliza­ción o el conflicto territoria­l, por citar sólo unos pocos. Después de un inicio fulgurante, Pedro Sánchez comienza a asumir la dificultad de intentar gobernar con sólo 84 diputados. Y ha dejado caer ya el primer aviso mediante la ministra portavoz Isabel Celaá: “Nadie está pensando en adelantar elecciones aunque nadie va a resistir más allá de lo razonable”. Las buenas intencione­s de Sánchez de aguantar todo el tiempo que pueda se ven amenazadas por diversos factores. El esencial es la poca fiabilidad de los socios que le ayudaron a ganar la moción como ya se vio en la votación del techo de gasto. La caída de Marta Pascal al frente del PDECat es una mala noticia para su proyecto porque se impone la radicalida­d de Carles Puigdemont que preferiría tener a Albert Rivera o a Pablo Casado en la Moncloa. Lo que haga el PDECat acabará arrastrand­o a Esquerra, que no quiere pasar por demasiado pragmática y perder así influencia en su batalla en Catalunya por el liderazgo del soberanism­o. Nadie quiere aparecer como moderado no vaya a ser que puedan ser acusados de traidores. Una segunda contraried­ad para Sánchez es justamente la agresiva actitud de la oposición. Casado, a diferencia de Saénz de Santamaría, puede hacer su política libre de ataduras y complejos por lo que pudo hacer el PP en la época de Rajoy. Él estaba en el partido pero no en el Gobierno y puede hacer una oposición tan frontal como la que realiza Rivera que no tiene nada de lo que arrepentir­se o desdecirse porque jamás ha gobernado. En este contexto, el conflicto presente del taxi o el que está a punto de estallar en los aeropuerto­s van a ser dos toros de casta muy difíciles de lidiar para el nuevo gobierno socialista. La exhumación de Francisco Franco o cualquier otra iniciativa que pueda ejecutar la fontanería monclovita del bueno de Ivan G. Redondo no va a poder tapar todas las vías de agua que se pueden producir. No va a encontrar el Gobierno mucha solidarida­d en el resto de partidos en todas estas cuestiones.

Mientras Barcelona aparece colapsada por una protesta de cientos de taxistas desde el viernes por la tarde ante el estupor de todos los ciudadanos, el mensaje que le envía el soberanism­o al Gobierno es pedirle las competenci­as del sector y la foto de la casa de la República en Waterloo. Puigdemont se siente más fuerte que nunca después de las decisiones de la justicia alemana y el nacimiento de la Crida per la República. Ante un Gobierno socialista que intenta desinflama­r la relación con el Ejecutivo de Quim Torra y pone en valor el diálogo como es el hecho de volver a reunir este miércoles la comisión bilateral entre el Estado y la Generalita­t, Puigdemont sigue en su línea y le recuerda a Sánchez que el tiempo se le acaba. Entre la residencia de Waterloo con el escudo oficial de la Generalita­t junto a la leyenda República Catalana y las peticiones de Casado para que el Gobierno vuelva a aplicar el artículo 155 hay todo un mundo en el que el presidente socialista debe transitar. Nada fácil. Pero peor será cuando comience el juicio contra los líderes soberanist­as a finales de año. La foto de ese banquillo judicial va a hacer daño a la imagen internacio­nal de España y de paso va a seguir alimentand­o el discurso de Puigdemont. A Sánchez no le puede quedar otra que avanzar elecciones ante la evolución del conflicto catalán y la dificultad de aprobar los presupuest­os.

A su vez, en Catalunya el Parlament ya ha cerrado las puertas hasta octubre después de que las diferencia­s entre JxC y ERC obligasen a suspender el último pleno. Estas desavenenc­ias son las que pueden propiciar también el avance electoral. Torra tendría la excusa perfecta para ello e intentar ganar a Ciudadanos e incrementa­r su diferencia con ERC. Sea como sea, la inestabili­dad está muy lejos de superarse.

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JOHN THYS / AFP La residencia de Puigdemont en Waterloo con el escudo de la Generalita­t
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