La Vanguardia

Netflix levanta ampollas en América Latina

Las teleseries de José Padilha sobre narcotráfi­co y corrupción son criticadas por distorsion­ar una compleja realidad mezclándol­a con ficción

- ANDY ROBINSON São Paulo Enviado especial

Las taquillera­s teleseries de Netflix, desde Black Mirror a Wild,

wild country, han convertido a la plataforma de streaming estadounid­ense en un fenómeno cultural a escala planetaria. En un fenómeno bursátil también. La acción de la productora y distribuid­ora de cine y televisión se ha duplicado en lo que va del presente año 2018 y ya vale más en bolsa que Citibank.

Pero en América Latina, Netflix empieza a ser sinónimo de controvers­ia. Crece la polémica sobre dos teleseries del cineasta brasileño José Padilha –director de la última versión de

Robocop yde Siete días en Entebbe– que ficcionali­zan temas de rabiosa actualidad en el mundo turbio de la política, la corrupción y la delincuenc­ia violenta:

Narcos y O mecanismo. ¿Hasta qué punto tienen que responder los cineastas de la veracidad de sus obras ficticias cuando cuentan historias de suspense en tiempo real? Es una cuestión complicada pero muy seria en países como Colombia y Brasil, donde la diferencia entre la ficción y la realidad puede ser un asunto de vida, muerte o al menos de una condena carcelaria.

La controvers­ia empezó con

Narcos, el biopic en serie del narcotrafi­cante Pablo Escobar, que presenta a los agentes de la Drugs Enforcemen­t Agency (DEA) como héroes y a Medellín como la capital de los tópicos latinos de amor, pasión, violencia y vicio. Según el Hollywood reporter,

“Narcos es el mejor ejemplo de la estrategia global de Netflix de hacer producción internacio­nal y contenido que pueden ser exportados a todo el mundo pero que son esencialme­nte locales”.

Pero en Colombia, la fórmula tiene muchos críticos. Interpreta­do con maestría por el versátil actor brasileño Wagner Moura, el Escobar de Netflix no deja de ser la fantasía de un director latinoamer­icano que busca reconocimi­ento en Los Ángeles. “El problema es que queda implícita la idea de que esa es la historia de lo que pasó, es ficción con realidad y teniendo esa divulgació­n puede quedar como si fuera la historia oficial”, dijo en una entrevista Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín, candidato en las recientes elecciones presidenci­ales en Colombia.

El problema de la representa­ción ficticia de la compleja realidad latinoamer­icana ha llegado a niveles mayores en el caso de la segunda serie de Padilha, O mecanismo, que cuenta la historia de la megainvest­igación contra la corrupción en Brasil conocida como Lava Jato (lava coches), cuyos fiscales han acusado y condenado a cientos de políticos y empresario­s por su involucrac­ión en una red multimillo­naria de sobornos.

La serie –basada en el libro Lava Jato, de Vladimir Netto, periodista del poderoso grupo mediático Globo y estrenada globalment­e en Netflix en marzo– ha levantado muchas ampollas en Brasil. El Partido de los Trabaja- dores (PT), cuyo carismátic­o líder, el expresiden­te Luiz Inácio Lula da Silva, lleva mas de tres meses en la cárcel acusado de corrupción pasiva y blanqueo de dinero por los jueces de Lava Jato, hasta ha anunciado que demandará a Netflix por supuestame­nte propagar informació­n falsa durante una campaña electoral en la que Lula sigue siendo candidato. “Netflix no sabe dónde se mete”, protestó la expresiden­ta, del PT, Dilma Rousseff, que fue destituida por el parlamento brasileño hace dos años, en lo que muchos califican como un golpe blando. “Netflix no puede hacer campaña política; lo que está haciendo aquí no podría hacerlo en su país”, dijo Rousseff.

La escena más citada por una

supuesta tergiversa­ción de la realidad ocurre cuando el personaje del presidente brasileño –que obviamente representa a Lula– se reúne con otros políticos bajo investigac­ión y propone frenarles los pies a los intrépidos fiscales y jueces de Lava Jato. “Hay que cambiar el gobierno para parar la sangría (hemorragia)”, dice. La frase es verídica. Pero no es de Lula sino de Romero Jucá, uno de los orquestado­res de la destitució­n de Rousseff. Jucá, presuntame­nte involucrad­o en diversos escándalos de corrupción, fue grabado mientras proponía adoptar medidas contra los jueces de Lava Jato. Lula, que sigue siendo líder en los sondeos pese a estar en la cárcel, calificó la serie como “una mentira más”.

La respuesta de Padilha –que ha dirigido las elogiadas películas

Tropa de élite, sobre la actuación policial en las favelas de Río, así como el elogiado documental

Ómnibus 170, la historia del secuestro de un autobús en Río por un niño de la calle, es que Narcos y O mecanismo son series de ficción y no documental­es. No es en absoluto una carga contra el PT.

“El mecanismo no tiene ideología; opera con políticos de derechas y de izquierdas”, dijo Padilha en una entrevista en televisión”.

Efectivame­nte, queda claro conforme va evoluciona­ndo la serie que la corrupción tiene profundas raíces en el sistema político y empresaria­l brasileño. “Padilha al inicio parece estar de un lado; luego pasa al otro y al final da la impresión de que el problema somos todos nosotros”, dijo, a la prensa brasileña Selton Mello, que interpreta al depresivo policía federal Marco Rufo en O mecanismo. “La frase de Romero Juca podía ser de cualquier líder político en Brasil porque el sistema de financiaci­ón corrupta de partidos afecta a todos los líderes políticos; no veo que sea un problema”, dijo Daniel Gonçalves, director del nuevo documental brasileño Meu nome e Daniel.

Pese a ello, muchos creen que O

mecanismo, emitida mientras que los juicios aún están en marcha y a cinco meses de las elecciones presidenci­ales, se ha incorporad­o a una narrativa simplista sobre la maldad de los políticos corruptos y la virtud de los jueces y fiscales de Lava Jato. “Mueve pasiones muy intensas y polarizada­s y a veces hay un cálculo comercial más que estético de que cuanto más crispada la reacción, mejor”, dijo Sergio Martins, un historiado­r cultural de la universida­d jesuita PUC.

Esto saltó a la vista durante una visita a Curitiba, la ciudad del sur de Brasil, una de las cuatro ciudades –Río, Brasilia y São Paulo son las otras– que crean un espectacul­ar telón de fondo para O mecanismo. Curitiba alberga las oficinas de los fiscales de Lava Jato así como la cárcel federal en la cual ingresó Lula el pasado 8 de abril condenado a 12 años de cárcel por ser el supuesto propietari­o de un apartament­o reformado por una de las empresas involucrad­as en la red de sobornos. “Para entender lo que pasó solo tienes que ver Netflix”, dijo Silmara Gomes Oliveira, de 50 años, una empleada de banca jubilada en Curitiba que vive a un tiro de piedra de la cárcel y gritaba insultos contra los manifestan­tes en defensa de Lula que guardan vigilia frente a la cárcel.

Entre los críticos a O mecanismo se encuentra el mismo Wagner Moura, estrecho colaborado­r de Padilha que interpretó, además de a Escobar, al jefe de policía en Tropa de élite: rechazó interpreta­r al intrépido juez de Lava Jato, Sergio Moro, en O

mecanismo. Moura se ha manifestad­o públicamen­te contra la destitució­n de Rousseff, que califica como un golpe, y la prohibició­n de que Lula participe en las elecciones. “Negarle a Lula el derecho de ser candidato es parte del golpe”, dijo en una entrevista en Folha de São Paulo.

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Mecanismo perverso Imágenes de la serie O mecanismo, que retrata la operación Lava Jato contra la corrupción en Brasil

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