‘El proceso’: la verdad de un documental
Tal vez una obra más aconsejable para entender lo que pasa en Brasil en estos momentos es el nuevo documental sobre la destitución en el 2016 de Dilma Rousseff, El proceso, que cuenta la historia de una operación política contra Rousseff disfrazada de juicio por presuntas irregularidades fiscales. La frase atribuida a Lula en O mecanismo vuelve a colocarse, en el documental, en la boca de Romero Jucá, estrecho colaborador de Michel Temer que sustituyó a Rousseff en la presidencia pese a que Rousseff sea uno de los pocos políticos fuera de sospecha de ser cómplice del “mecanismo”.
Las escenas de la celebración de la destitución de la presidenta en el Congreso las protagonizan personajes grotescos e infantiles que superarían la ficción de una teleserie de Netflix. Janaina Paschoal, la abogada católica de ultraderecha que se echa a llorar durante sus intervenciones en el Congreso emocionada por su propia importancia y se relaja tomando toddynhos (una bebida de chocolate para niños). Los diputados –más de la mitad bajo investigación por corrupción– que celebran el golpe parlamentario dedican su voto en favor del impeachment a sus madres, al equipo de fútbol local y cantan versos infantiles contra el Partido del Trabajo.
A diferencia del vertiginoso y efectista estilo Netflix, la directora de El proceso, Maria Augusta Ramos, “utiliza planos muy largos (…) con pocos cortos en los discursos de quien habla; lo cual permite ver el juego verdadero de la política (…) caen las máscaras que mantiene el volátil periodismo diario”, dice Daniel Gonçalves, director del nuevo documental brasileño Meu nome e Daniel.