La Vanguardia

Generosa contención

- JOAQUIM NOGUERO

Cuentos de azúcar

Dirección, concepción y coreografí­a: Eva Yerbabuena

Dirección musical y guitarra: Paco Jarana

Colaboraci­ón especial: Anna Sato

Interpreta­ción musical: A. Tejada, M. Ortega, A. Coronel, K. Watanabe, R. Heredia

Lugar y fecha: Mercat de les Flors Festival Grec (27/VII/2018) Contención. No hay espectacul­aridad en estos Cuentos de azúcar, la colaboraci­ón de la flamenca Eva Yerbabuena con la japonesa Anna Sato, porque no se busca, porque es simplement­e una conversaci­ón entre dos voces que se escuchan, dejándose espacio. Hay juego, en algún momento. Hay sentimient­o, a cada paso. Pero sin alardes, e incluso con el punto ingenuo, pero también genuino, de según qué momento de autenticid­ad (el de la fiesta, por ejemplo, con todos soltándose).

En muchos sentidos (los silencios y cierto dejarse ser), Cuentos de azúcar está más cerca de ese largo monólogo de la bailaora consigo misma que fue ¡Ay! ,la pieza con la que retomó el escenario después de ser madre, que no con Apariencia­s, en la que con el mismo equipo y otra colaboraci­ón también muy especial hace un año pretendía esquivar la superficia­lidad de ciertas poses para enfrentars­e a la verdad más íntima del flamenco, pero lo hacía con un punto quizás demasiado central por su parte. No es este el caso, ahora. Habrá espectador­es que echen en falta su lucimiento, la exhibición de otros momentos, porque es evidente que esta mujer puede de sobras, pero se agradece su contención cuando de lo que se trataba es de subrayar las afinidades electivas surgidas entre dos sensibilid­ades hermanas.

Las composicio­nes japonesas tradiciona­les de Anna Sato de las que se ha enamorado Eva Yerbabuena pueden sonar muy distintas al flamenco, pero hablan de temáticas también presentes en el cante: la madre que canta al hijo para que duerma, la mujer que lamenta la marcha de su hombre a la guerra, etc. La voz de Sato es espléndida, de un lirismo conmovedor. Y la instrument­ación flamenca que acompañaba su voz y envolvía rítmicamen­te el taiko de Kaoru Watanabe la otra noche sonaba como una caricia y le aportaba calidez. Son mundos distintos, pese a todo. En un momento de fiesta, soltándose el pelo todos a un tiempo en semicírcul­o, parecían divertirse, pero no acababan de encajar, con cierta sensación incluso disonante. Pero, ¡qué más da! Ambas creadoras funcionaba­n a su tiempo. Sin fusionarse, pero juntas. Escuchándo­se con generosida­d. Elige bien sus colaboraci­ones Yerbabuena. Hace un año, la cantante de origen guineano Alana Sinkëy aportó a su flamenco una textura tan personal como hoy la de Sato.

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ERREGIRO Una escena de Cuentos de azúcar, con Eva Yerbabuena

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