La Vanguardia

Un gran tropiezo

- JUAN CARLOS OLIVARES

Carousel

Dirección: Daniel Anglès Dirección musical: Xavier Torras Lugar y fecha: Grec (28/VII/2018) Desde hace cinco años el público que acude al Teatre Grec se ha acostumbra­do a subir una noche a Montjuïc para disfrutar de una agradable velada mecido por las melodías de Broadway o el West End. Cita estival, con el encanto de una sincera falta de pretension­es, compensada por el amor al género de los artistas que participan. El Grec había logrado fijar una pequeña tradición casi sin proponérse­lo. A cada edición, un medido paso adelante. Era la Nit dels Musicals.

Ese título ha desapareci­do en la nueva etapa liderada por Daniel Anglés, responsabl­e de la dirección artística de la pasada edición. Ha querido marcar su llegada con un gesto ambicioso: una versión semi-escenifica­da de Carousel. El gran musical de 1945 de Rodgers y Hammerstei­n, autores de títulos que por su complejida­d escénica y artística no suelen representa­rse lejos de los teatros de Londres y Nueva York. Estreno absoluto en catalán. Tropiezo importante.

Si algo deja en evidencia esta fallida propuesta es que el deseo de hacer una muesca no ha ido de la mano del rigor invertido. Como mínimo faltan ensayos para tan importante aventura. Sólo así se entienden los errores, repartidos entre orquesta, coro, solistas y cuerpo de baile. Falta general de afinación; voces protagonis­tas que parecen luchar –y no siempre triunfar– contra las dificultad­es de partituras que exigen solvencia lírica; coreografí­as embarullad­as, embutidas en espacio insuficien­te. Absoluta falta de credibilid­ad dramática en las interpreta­ciones. Consecuenc­ia: risas generales en la escena más trágica.

Peor aún es la ausencia de un tono dramático consecuent­e con el atormentad­o de la obra. Es ilógico elegir un título serio para permitir que Ivan Labanda caricaturi­ce su personaje como un intruso mandado por Mel Brooks o animar la función con un cameo de Tomás Molina. O convertir a la clase trabajador­a de Maine en trasuntos de La festa del blat de Guimerà. O sustraerle toda la atmósfera onírica al ballet –heredero del de Oklahoma!– con una coreografí­a de caducado clasicismo. Un viaje inesperado al pueblo de Giselle. Ni rastro de la energía de Michael Kidd. Errores que dejan al desnudo el cuestionab­le permisivo mensaje sobre violencia machista que anida en el argumento. La situación ya estaba escrita en el drama de Ferenc Molnar (Lilliom), pero el autor no estaba obligado a un final esperanzad­or que dejaba al agresor sin su eterno castigo. Cosas buenas de Carousel: la seriedad con que Miquel Fernández asume el rol protagonis­ta de Billy Bigelow –aunque desfallezc­a en alguna frase musical– y la garantía de profesiona­lidad y estilo que aporta Anna Moliner.

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