En el pasillo de la fama
Geraint Thomas gana el Tour en su novena participación, casi un récord, después de aprovechar la sombra de Chris Froome y no fallar en ningún terreno
Un británico en el historial del Tour empieza a ser habitual. Pero un galés eso ya es novedad absoluta. Y que gane un ciclista que disputa su noveno Tour y que nunca antes había acabado entre los diez primeros, esto ya es noticia. Casi un récord, porque sólo lo supera el neerlandés Joop Zoetemelk, vencedor en 1980 en su... ¡décimo Tour! Pero es que Zoetemelk había acabado entre los diez primeros... en los nueve anteriores. E incluso había sido cinco veces segundo.
Geraint Thomas entra en la historia ciclista con su victoria del 2018. Por lo que se ha explicado, pero también porque no era el jefe de filas indiscutible de su equipo, sino que aparecía como posible recambio de Chris Froome, cuádruple campeón. Pero Thomas se afianzó por delante de su líder y con pequeños arañazos de segundos, sobre todo con bonificaciones, fue consolidando su posición de predominio en el Sky. Hasta que Froome, que ha sufrido un Tour ambientalmente complicadísimo y venía de ganar el Giro, cedió. “Todo tuyo, G”, le dijo con gran elegancia. Y G no falló. No ha fallado ni un solo día. Ninguna caída, ningún pinchazo, ningún problema grave, ningún desfallecimiento. Aunque ha reconocido días difíciles (“el del Alpe d'Huez, donde gané pero antes lo pasé mal en silencio”) y ha tenido que recordar hechos del pasado para salir adelante. Su primer Tour (2007), cuando era el competidor más joven de toda la carrera. Acabó penúltimo. Y ahora, cuando lo pasa mal, relativiza. “Aquello sí que era sufrir, iba cada día el último en la montaña, cada día descolgado, solo con una moto de la policía que me acompañaba, y yo diciéndome mañana lo dejo”. Era cuando pesaba tres o cuatro kilos más.
Para ganar un Tour hacen falta algunas condiciones. O cuando menos, ayudan bastante, más allá, evidentemente, de las imprescindibles capacidades físicas y mentales. Thomas ha tenido de su lado la buena suerte (ningún incidente inesperado, avería o lo que sea). Ha contado con un equipo potentísimo, el más fuerte de largo. Este es el octavo gran tour del Sky. Ha visto desaparecer adversarios que habrían modificado tácticamente la carrera. Gente como Porte, Urán o Nibali, por ejemplo. Y otros posibles rivales han tenido caídas e incidentes, como Landa, Quintana o el mismo Dumoulin, claramente perjudicado en el Mûr de Bretagne. El neerlandés pinchó a 6km del final (50 segundos) y además fue castigado con 20 más. En total perdió 1m10s ese día y esto es ¡más del 60% del tiempo que lo ha separado de Thomas!
Y todavía hay un factor más que ha jugado a favor del vencedor del 2018: el papel de Froome. Por una parte por haber reconocido el keniano que no era el más fuerte del equipo. Y sin montar una lucha interna. Pero además porque Froo-
EL SUFRIMIENTO
“Cuando no iba bien recordaba mi debut, siempre último, solo con una moto de la policía”
A FAVOR DEL VIENTO
Todo le ha sonreído a este galés imperturbable que empezó como recambio de lujo de su jefe de filas
me ha atraído, durante dos tercios largos del Tour, la mayoría de las miradas. Incluso el día que se rindió, en Saint Lary, Landa reconocía que no se fiaba, que pensaba que hacía comedia. Mientras todo el mundo vigilaba a Froome, Thomas iba creciendo bajo la piel siempre confortable y afianzadora moralmente del maillot amarillo. Le crecieron las alas y después ya era imparable.
El Tour 2018 cerró las puertas con el sprint royal de París. En esta ocasión con victoria de Alexander Kristoff por delante de John Degenkolb y con un galés en el punto más alto del podio. Quizás uno de los reconocimientos íntimos que Thomas agradecerá más será entrar en el pasillo de la fama de su escuela en Cardiff. En la Whitchurch High School colgarán su retrato al lado de otros ilustres deportistas que han pasado por las mismas aulas, como el jugador de rugby Sam Warburton... o el futbolista Gareth Bale.