Un futuro prometedor
Las dos selecciones de waterpolo crecen y apuntan alto, con los ojos puestos en los Juegos de Tokio 2020
Con qué se daría por satisfecho el día 28, cuando acabe el Europeo?”, preguntaba este diario a David Martín en la víspera del debut en el campeonato, su segundo torneo grande al frente de la selección masculina. La respuesta íntegra fue:
–Me daré por satisfecho si veo que el equipo ha crecido mucho, que estamos en la línea de crear un grupo muy fuerte para los Juegos del 2020, y si es con una medalla, sería culminante. Pero, sobre todo, quiero ver que la evolución va muy deprisa, que todo el mundo vea que este equipo no tiene nada que ver con el del verano pasado. Si hacemos esto, estoy convencido de que podemos ganar medalla.
Y así ha sido. Sus deseos se hicieron realidad. El vaticinio y el anhelo se cumplieron, la selección masculina dio un paso adelante, de gigante, en su crecimiento, y se colgó una plata con sabor a oro. “Hemos hecho un Europeo muy brillante, que tiene que servir para creer, para saber que si hacemos las cosas bien podemos competir con cualquiera. El objetivo es crecer cada año más”, decía el seleccionador, invitando a soñar en grande.
Tras el Europeo toca ya pensar en los retos inmediatos: el Mundial 2019 (en Gwangju, Corea del Sur), el Europeo 2020 (Budapest) y los Juegos de Tokio, la gran cita para las dos selecciones. En el caso de la masculina, lo encaran habiendo entrado en una nueva dimensión, habiendo roto una frontera mental, habiéndose sacudido un complejo atenaceador: se han demostrado que son capaces de luchar por medallas. Y ganarlas. Y con el equipo renovado, rejuvenecido, más fuerte, las perspectivas son optimistas.
La plata europea ganada en las Picornell debe abrir el camino. “Cuando España rompa la barrera de ganar una medalla, estoy seguro de que puede llegar un ciclo ganador, de estar siempre luchando por las semifinales. Hay que llegar a este punto, hay que romper esta maldición, y el equipo mentalmente irá hacia arriba”, decía Martín, con su dosis de psicólogo. Por lo tanto, debería abrirse una fase ilusionante para la selección. Tanto por el salto mental, anímico, de confianza, como por la evolución natural de un grupo en crecimiento, formado por esa mezcla justa de veteranos y jóvenes. “Es una selección con un margen de mejora muy grande, con una combinación muy buena de jugadores con experiencia y jóvenes, que han demostrado que están para competir contra todos”, comentaba Dani López Pinedo, el más veterano (38), que no descarta seguir. “Si me quieren y tengo la motivación, continuaré. ¿Hasta Tokio? Iré viendo cómo estoy, si el cuerpo responde, y sobre todo la cabeza”.
Un grupo de 13 jugadores con una media de 26,4 años, en el que se observan dos generaciones dispares, sin tierra media: los cinco veteranos por encima de los 30 (Pinedo, Perrone, Mallarach, Fernández y Minguell), y 8 jóvenes menores de 25 (Munárriz, Lorrio, Larumbe, De Toro, 24; Cabanas, 23; Tahull, Bustos, 21; y el niño Granados, 19). “Podremos luchar por más medallas, no sé si habitualmente, pero seguro que tendremos más oportunidades. A estos jóvenes la historia les dará algo grande”, augura Pinedo.
Pero para seguir en la élite y optar al oro “habrá que trabajar mucho, cada día; no siempre un equipo joven crece”, advierte Felipe Perrone, que seguirá con la selección. “Ahora nos tenemos que creer que podemos, pero sobre todo debemos volver a ser humildes, trabajar, mejorar”, receta Martín. El técnico confía en que su selección podrá “estar de manera más continua en la lucha por las medallas”, pero con la dificultad añadida de que ahora “hemos asomado la cabeza, la gente ya nos ha visto, ya se habla de que España ha vuelto, por lo que cada vez será más difícil”. Aun así, tiene una corazonada: “Estoy convencido de que esta generación tiene la calidad y el talento para poder dar muchas alegrías, si mantiene el trabajo, la ilusión y la convicción”.
“Esta generación tiene la calidad y el talento para dar muchas alegrías si mantiene el trabajo y la ilusión”