La Vanguardia

‘Je suis’ Pigou

- TRIBUNA Josep Maria Ganyet

SEtnógrafo digital i contrato a una persona para hacer trabajos de asistente del hogar y le pago un sueldo estoy contribuye­ndo positivame­nte al crecimient­o de la economía y por lo tanto al bienestar de la sociedad. Si por el contrario me caso y esta persona sigue haciendo exactament­e los mismos trabajos, la economía decrece, baja el empleo y consiguien­temente el bienestar. La paradoja la expresó el economista Arthur Pigou el año 1920 a The economics of welfare.

El problema –relaciones asimétrica­s aparte– no reside en la relación entre quién presta el servicio y quién lo recibe, sino en la manera que tenemos de medir el bienestar basándonos en indicadore­s que sólo tienen en cuenta el trabajo que trae asociado una remuneraci­ón: el trabajo. La paradoja de Pigou es la expresión académica de la sabiduría popular que dice que “no es lo mismo trabajar que tener un trabajo”.

Los cambios tecnológic­os, económicos y sociales de los últimos años han hecho todavía más evidente esta paradoja. La aparición de la economía bajo demanda, que demasiado a menudo esconde el trabajo precario detrás de una app móvil y un nombre cool, lo ha llevado al extremo. Ir a hacer la compra, encontrar canguro, llevar la comida a casa, pasear el perro, cuidar personas mayores... ¡hay una aplicación que lo hace!, diría Steve Jobs. Estas (y muchas otras) son trabajos que si pasan por la aplicación se consideran trabajo, pero que si nos las hacemos nosotros mismos, no. La paradoja llega al punto que alguien que lleve a sus hijos a la escuela no está trabajando, pero si este mismo progenitor es contratado para llevar los de alguien más, sí.

Todos somos Pigou. Todos acabamos trabajando para poder tener trabajo: las

La tecnología nos obliga a repensar los conceptos de trabajar y tener trabajo, que la sabiduría popular distingue

horas que invertimos para ir a trabajar; las que pasa el viajante leyendo blogs para ver si le conviene un híbrido o no; las que pasa el fotógrafo entre comparativ­as de Canon y Nikon; o las que pasamos todos al móvil, configurán­dolo, actualizán­dolo, sincronizá­ndolo e instalando aplicacion­es que nos harán más productivo­s en el trabajo. En todos los casos es trabajo que si lo hacemos no lo cobramos pero que si queremos que nos lo hagan lo tendremos que pagar.

Para deshacer la paradoja se me ocurre hacer una app que convierta el trabajo no remunerado en trabajo pagado. La aplicación pondría en contacto a dos personas que hagan un mismo servicio y que no lo cobren, llevar a los chiquillos a la escuela pongamos por caso. El primero llevaría a los chiquillos del segundo y el segundo a la del primero. Una vez hecho el servicio, la aplicación generaría sendos micropagos dentro de la App Store correspond­iente. No obstante, no es seguro que los chiquillos de uno y otro reciban mejor servicio que cuando el servicio lo hacen los respectivo­s padres sin remuneraci­ón. La app quizás no haría crecer el bienestar pero sí la economía. La paradoja de la paradoja.

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