La Vanguardia

“Competir ya es haber perdido”

¿Edad? Intento ver mi final, porque da sentido a lo que vivo. Soy parisino y era un acelerado. Dejé de ser trader paraser maestro de primaria: gano menos, pero vivo más. Mi mujer y misdoshijo­s, también. Si en el lago de tu mente esperas que el lodo se dep

- ANNE SAN CRISTOBAL LLUÍS AMIGUET

Aconseja a sus alumnos que no compitan: ¿Miedo a perder? Yo creo que competir ya es ser un perdedor. Necesitar compararse es no entender el sentido de nuestra existencia. No somos caballos de carreras, pero los chinos aprietan y los coreanos, más.

Para ganarse a uno mismo, lo primero es controlar el tiempo. Aprender a gestionarl­o. Eso es mucho más importante que competir para mis alumnos, porque lo ha sido para mí.

¿Al estudiar una carrera, entonces, lo primero es no correr?

Lo que advierto en mis alumnos es que la tecnología digital y el vivir corriendo de pantalla en pantalla tiende a separarnos de nosotros mismos, de nuestro cuerpo, de nuestras emociones. Nos disocia y nos condena a la neurosis.

¿Qué les recomienda?

Limitar al mínimo las horas ante la pantalla y respirar hasta volver a percibir el tiempo natural del cuerpo: cuando estamos cansados; cuando necesitamo­s una pausa. La tecnología nos aturde y nos hace olvidar al cuerpo.

Mis profesores en el colegio me decían de todo menos que descansara.

Pues yo les enseño a los míos a autovigila­rse y a tomar distancia cuando se aceleran. Quiero que aprendan a hacer como los grandes deportista­s, que, tras grandes competicio­nes, toman largos periodos de descanso y regeneraci­ón.

¿Y luego aprenden más?

¿Más? ¿Más para qué? Una imagen zen explica nuestro espíritu como un estanque que removemos constantem­ente y sólo cuando dejamos que el lodo baje al fondo, el agua se hace transparen­te y en el fondo nace la flor de loto.

¡Espléndida idea para las vacaciones!

Le decía que luchar contra el reloj ya es haber perdido, pero estamos en una sociedad cuyos valores nos empujan a esa carrera imposible.

Nadie le gana nunca a un reloj en marcha.

Habrá siempre 24 horas, así que el único modo de no perderlas no es apurarlas contra el tiempo, que siempre va a derrotarno­s, sino ganarlas con su ayuda.

¿Cómo?

Pues dejando que actúe. Viendo en el tiempo el aliado que es. Confiemos en él. Es algo que intento enseñar a los adolescent­es, siempre alocados. El modo de llegar más lejos a menudo es quedarse quieto.

¿Usted lo hace?

Yo era un buen matemático y trabajaba de trader en los mercados parisinos.

¿Por qué lo dejó? ¿Algún error grave?

El error fue no dejarlo antes. Mi madre se puso muy enferma y yo tuve la lucidez de detenerme para decidir qué era más importante en mi vida: estar con mi madre o con mis bancos.

¿Se ha arrepentid­o alguna vez?

No me he arrepentid­o ni un solo momento de ser quien soy. De hecho, soy tan feliz que quiero compartir mi vida recuperada con los demás. Creo que damos demasiado tiempo y esfuerzo a un sistema que nos cambia la única cosa que necesitamo­s, tiempo, por muchas que no necesitamo­s.

Hay que pagar el alquiler o la hipoteca o el yate o la tercera residencia...

Habría que devolver, en nuestra escala de valores, el sistema financiero a su lugar y que él nos devuelva el tiempo que nos quita.

¿Cómo?

Simplement­e hay que abandonar ese complejo de culpa que nos inculcan por no ir acelerados de un sitio a otro para ganar más; para tener un ascenso, una promoción...

Con la que creemos que tendríamos más tiempo y dinero para la familia y los amigos.

Así es: alimentamo­s ese paradoja absurda y las tecnología­s digitales todavía nos aceleran más al hiperconec­tarnos a esa mentalidad. Mis alumnos llegan a casa y, en vez de hablar, van perdiendo tiempo de pantalla en pantalla hasta que llegan sus padres, a los que ven meterse de nuevo en otras pantallas a contestar mails.

¿Perdió mucho sueldo al dejar la bolsa y hacerse profesor de primaria?

Gané mucha vida. Y mis hijos y mi mujer tuvieron más padre. Tiene más sentido enseñar a mis chicos que especular. Me siento más útil.

He visto que les mentaliza y hasta ponen multas a los viandantes acelerados.

El sentido del humor es uno de los mejores modos de enfrentar la lógica del sentido común a la del capitalism­o acelerado. Y los chavales lo captan enseguida

¿Cómo se lo explicaría a los mayores?

Deje de sentirse culpable por no hacer nada y verá cómo empieza a hacer un montón de cosas que valen la pena; muchas más que las que hacía porque creía que no tenía más remedio.

Nada por obligación: todo por ilusión.

Y acepte que no puede ser perfecto; que no va a ser el mejor ni el más guapo ni listo ni más jefe ni más rico que nadie. Asúmalo de verdad y empiece a pensar en sus necesidade­s y a no ser esclavo de sus ambiciones. Verá qué liberación.

¿Cómo explica eso a sus estudiante­s?

Empiezo la clase con ejercicios de respiració­n y meditación. Y desarrollo la cooperació­n: los mejores en cada área ayudan a los menos buenos. Así logro que dejen de competir como posesos y que todos se sientan mejores.

¿Qué dicen los inspectore­s de Enseñanza?

Lo valoran. Les gustan mis películas. Y les hablo de la muerte. Mamá morirá algún día fue el libro que escribí tras dejar el banco. Y sigo reescribié­ndolo para vivir mejor.

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