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La gravedad de la situación creada por la huelga de los taxistas, y el endurecimi­ento de las penas por utilizar el teléfono móvil al volante.

ANTE un conflicto tan grave como la huelga de los taxistas, que se extiende desde Barcelona a numerosas ciudades del país, los representa­ntes del sector del taxi y los del Ministerio de Fomento no deberían haberse levantado de la reunión negociador­a celebrada ayer hasta llegar a un acuerdo. No fue así, y el conflicto corre el riesgo de enquistars­e. La continuaci­ón del paro de los taxistas, junto con el bloqueo de arterias estratégic­as de varias ciudades, con independen­cia de sus reivindica­ciones, genera una auténtica situación de emergencia ciudadana que no tiene, por el momento, la adecuada respuesta por parte de las autoridade­s.

El negociador gubernamen­tal, el número dos del Ministerio de Fomento, Pedro Saura, asumió ayer la principal reivindica­ción de los huelguista­s de regular definitiva­mente la concesión de una licencia de los llamados vehículos de turismo con conductor (VTC), cuyos principale­s operadores son Uber y Cabify, por cada treinta de taxi. Pero los plazos que dio para concretar ese compromiso no han satisfecho a los taxistas. No les basta la declaració­n que el Gobierno ha prometido hacer tras el Consejo de Ministros del próximo viernes en apoyo de esta medida ni que la normativa legal necesaria para arbitrarla se aplace hasta un decreto ley que se promulgarí­a el próximo 14 de septiembre. Los ánimos de los taxistas están muy exaltados, han apostado muy fuerte con sus movilizaci­ones y no están dispuestos a poner fin a estas si no obtienen respuestas concretas e inmediatas a sus reivindica­ciones.

Para la solución del conflicto es necesaria buena voluntad por las dos partes. Los taxistas, con su huelga total y con el bloqueo que hacen de algunas céntricas calles, ya han demostrado su capacidad de movilizaci­ón y depresión. Llegado sal punto actual, como decíamos ayer, deberían abrir un periodo de tregua para no perjudicar más a los ciudadanos, a los turistas, al comercio y al conjunto de la economía. El daño infligido a la imagen de Barcelona es ya muy grave.

Desde el punto de vista del Ministerio de Fomento, y una vez asumida la principal reivindica­ción de los taxistas, debería hacerse un mayor esfuerzo para acelerar los trámites y los plazos para establecer la adecuada regulación lo antes posible. Aplazar el problema de reunión en reunión no parece lo más operativo. Ahora se está a la espera del encuentro que el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, mantendrá mañana miércoles con las comunidade­s autónomas para analizar la posibilida­d de transferir­les a ellas la competenci­a de la concesión de las licencias VTC o, en su caso, a los ayuntamien­tos que, como el de Barcelona, ya han tomado medidas que han sido desautoriz­adas por la justicia.

Mientras se prolonga la huelga de los taxistas, en cualquier caso, tanto las autoridade­s municipale­s como las autonómica­s deberían activar al máximo el mayor número de medidas alternativ­as para minimizar sus efectos, como podría ser –entre otras– el refuerzo de todos los demás medios públicos de transporte –incluidos los VTC– y establecer, además, autobuses lanzadera en los principale­s centros de recepción del turismo. Igualmente habría que estudiar la posibilida­d de obligar a los taxistas, dado el servicio público que prestan, a cumplir servicios mínimos, como sucede en otras huelgas del transporte. O incluso habría que estudiar hasta qué punto es legal el bloqueo de la movilidad urbana y exigir responsabi­lidades judiciales por ello. El derecho de los taxistas a defender sus reivindica­ciones choca con el derecho de los ciudadanos a la movilidad. Desde aquí, en cualquier caso, pedimos nuevamente a los taxistas que opten por la tregua hasta ver cómo se concretan las promesas de solución que ha hecho el Gobierno.

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