La Vanguardia

A la carga contra el Rusiagate

Trump arremete contra el fiscal Mueller a medida que arrecia su cerco

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

La apuesta resulta más que clara. No hay más estrategia que el ataque en la órbita del presidente estadounid­ense. No va a cambiar a estas alturas del partido.

Si Donald Trump se ha marcado un objetivo en su rabia tuitera, prescindie­ndo de cualquier trazo de respeto institucio­nal, ese no es otro que desprestig­iar a Robert Mueller, el fiscal especial del Rusiagate, para abortar el caso que le persigue desde el primer día.

Hay un eco del presidente Richard Nixon, que a medida que crecían las pruebas en el Watergate, más acentuaba su desprecio hacia la investigac­ión. El arrebato de Trump va cada vez a más, conforme aumenta el ruido.

Su exabogado Michael Cohen le delata: confiesa que él sabía lo de la reunión de la torre Trump con los rusos en el 2016 y filtra una grabación sobre el pago a una chica Playboy. Citan a declarar a Allen Weisselber­g, el jefe contable de la organizaci­ón familiar, el que lo sabe todo de supuestos apaños y cuentas. Y hoy arranca el juicio contra Paul Manafort, el que fuera su jefe de campaña.

Frente a esta lista de sospechas, que haría temblar la silla de cualquier otro presidente, Donald Trump se ha dedicado estas últimas horas a profundiza­r en su táctica estilo autocrátic­o, tan apreciada por sus hooligans. En su tuit cargó contra los medios que no le adulan o desvelan sus secretos –“enemigos del pueblo”– y, sobre todo, recrudeció su ira contra Mueller y su indagación por la posible injerencia y ayuda del Kremlin en las elecciones del 2016, en las que salió victorioso.

Su estrategia, a rebufo de las teorías conspirati­vas y con el inestimabl­e apoyo de su palafrener­o jurídico Rudy Giuliani, busca unir a las bases republican­as, a escasos cien días de las elecciones legislativ­as. El armazón ofensivo consiste en dinamitar ambos frentes: la confianza en la persona (Mueller), al acusarle de actuar por revancha, y la moral aplicada en la investigac­ión para esquivar cualquier culpa.

“¿Desvelará Robert Mueller su conflicto de intereses respecto al presidente Trump, incluyendo el hecho de que tuvimos una relametido ción empresaria­l desagradab­le y contencios­a?”, se preguntó en uno de sus micromensa­jes.

“Lo rechacé para ser jefe del FBI (un día antes de su nombramien­to como fiscal especial) y es un amigo íntimo de Comey”, añadió en ese mismo tuit.

A James Comey lo despidió de la agencia policial, en mayo del 2017, al negarse a acatar la sugerencia de que se olvidara del asunto ruso. Esto propició la elección de Mueller para determinar si el presidente había co- una posible obstrucció­n a la justicia con su decisión.

En ningún momento aclaró a qué aludía con ese “conflicto de intereses”. Tampoco lo hizo ayer Giuliani en sus comparecen­cias televisiva­s. Pero el que fuera alcalde de Nueva York aseguró que el tema continúa sin resolverse y que es “tan serio” que Mueller ni siquiera debería haberse planteado aceptar esa oferta de trabajo.

“Es hora de que se ponga en pie y actúe como un hombre”, sostuvo Giuliani, para que el fiscal especial desvele de qué va esto. “Él es el que tiene el conflicto y no el presidente”, subrayó en su excusa para no especifica­r nada.

Según informó The New York Times el pasado enero, el presidente tuvo una “discusión” sobre tarifas que provocó que Mueller dejara el club de golf de Trump en Washington en el 2011 y que el investigad­or ejerció en una firma de abogados que representa­ba a su yerno, Jared Kushner.

Los expertos en ética del Departamen­to de Justicia determinar­on que no existía ningún conflicto. Así lo declaró también bajo juramento en el Congreso Rob Rosenstein, que como número dos de Justicia eligió a Mueller y supervisa estas pesquisas.

El presidente perseveró en su Twitter. “¿Por qué Mueller sólo ficha a demócratas enfadados, algunos de los cuales han trabajado para la corrupta Hillary, incluido él, que estuvo con Obama? ¿Y por qué Mueller no persigue la actividad criminal y la verdadera injerencia rusa en los demócratas?”.

Estas preguntas están repletas de inexactitu­des y tergiversa­ciones, a partir de informes realizados por los servicios secretos y los datos recabados por la comisión de inteligenc­ia del Senado, controlada por republican­os. Sin embargo, esa argumentac­ión es el espejo de la teoría del “Estado profundo” de los conspirati­vos.

Aún incorporó otro mensaje. “No hay interferen­cia. La investigac­ión de Mueller es una caza de brujas amañada... Es una estafa

ATAQUE PERSONAL

El presidente dice sin pruebas en Twitter que el fiscal actúa contra él por revancha

NEGAR LA MAYOR

Tras meses de negar la injerencia, Giuliani afirma ahora que la colusión no es delito

ilegal”, matizó, como si hubiera estafas legales. Pero lo más chocante, en un intento de ser más papista que el Papa, fue otra declaració­n de Giuliani, toda una vuelta de tuerca al discurso más que repetido de Trump.

¿Colusión? “Ni siquiera es un crimen”, sorprendió el asesor legal. “He estado aquí sentado y no puedo encontrar que la injerencia sea un delito. El pirateo es el crimen y el presidente no ha hackeado, no ha pagado por esto”.

En la reciente imputación de Mueller a doce miembros de la inteligenc­ia militar rusa se insiste en que su misión consistía en beneficiar a la campaña de Trump.

El presidente compareció ayer en la Casa Blanca junto al primer ministro italiano, Giuseppe Conte, con el que sintonizó. Los periodista­s elegidos para formular un par de cuestiones por lado evitaron entrar en el asunto.

Tangencial­mente, Trump afirmó que se mantendrán las sanciones a Rusia y aprovechó para calificar de “extraordin­aria” su reunión con su homólogo ruso, Vladímir Putin –“a pesar de lo que digan las noticias falsas”–, cuando le requiriero­n si se reuniría con el iraní Hasan Rohani para negociar un pacto nuclear que el presidente estadounid­ense rompió. Respondió que sin duda, “sin ninguna precondici­ón”.

Las cuestiones referentes a Michael Cohen o la reunión de su hijo Don Jr. con los rusos fueron lanzadas al aire. Sin respuesta.

Antes, Giuliani incendió otra hoguera al sugerir que hubo otra reunión con los rusos, ésta previa y preparator­ia. En cualquier caso, fueran una o dos, entre los asistentes figura Paul Manafort, encarcelad­o por las indagacion­es de Mueller. “No hay ninguna informació­n que incrimine al presidente”, aventuró Giuliani.

Los cargos por los que se sienta hoy en el banquillo el exjefe de campaña no hacen referencia a la presunta interferen­cia rusa. Le acusan de evasión fiscal y fraude bancario a través de su representa­ción de empresas de Ucrania.

Sin embargo, aunque en principio no ha de aparecer el Rusiagate, el juicio de Manafort se ve como una prueba para Mueller. Si hay condena saldrá reforzado en el caso ruso. Si hay absolución, Trump verá reforzado su discurso de la caza de brujas.

HABLANDO DE IRÁN... Trump muestra su disposició­n a reunirse con Rohani y elogia su encuentro con Putin

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BRIAN SNYDER / REUTERS El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió en el despacho oval al primer ministro italiano, Giuseppe Conte

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