El salvaje lado correcto de la historia
Si los tribunales cometen abusos de poder en forma de prisión cautelar, si hay grupos parlamentarios que retuercen reglamentos para tunear el motor de la historia y si tanto se alardea de que las calles siempre serán nuestras, es lógico que los taxistas en huelga actúen como actúan. Hijo de la incompetencia de las administraciones, el abuso de poder es a la vez un acto de desesperación y la certificación de un fracaso democrático. Las razones de los huelguistas contrastan con la arbitrariedad de cómo las defienden. La alcaldesa Ada Colau se adhiere a la causa, pero no interviene en las formas de una movilización con demasiados brotes de insurrección e intolerancia. ¿Y la Generalitat? Elsa Artadi dice que el culpable es el Estado español mientras, desde Waterloo, el president Quim Torra, junto a Valtonyc, se felicita de estar “en el lado correcto de la historia”.
El problema es que, en paralelo al grandilocuente magnetismo y a la superioridad moral del lado correcto, está la pequeña historia diaria, que en Barcelona ha creado situaciones que, igual que en otros momentos recientes de tensión, fingimos que no son tan graves porque diagnosticarlos como lo que son rompería el espíritu de casa de apuestas en el que se ha convertido la política.
La geometría de la corrección histórica sería un buen tema filosófico (¿y si la historia fuera esférica y no estuvieran claras las hegemonías entre los lados) y podría ser debatida hasta la extenuación en la Biennal del Pensament. Una bienal que, por caprichos de la ironía, se llama Ciutat oberta. Digo yo que la apertura será metafórica y no incluirá ni la Gran Via ni la racionalidad de unos piquetes que, a diferencia de lo que suelen afirmar los portavoces de gremios y asociaciones de empresarios, no perjudican la imagen intangible del turismo sino la vida tangible de miles de barceloneses y visitantes. ¿Respuesta? Desconcierto, ineficacia y la impunidad como signo de identidad, que confunde la tolerancia con la indiferencia y que mitifica los derechos a cambio de criminalizar los deberes. Y por parte de las autoridades promesas de reuniones que ya veremos si están pensadas para encontrar soluciones o para agravar el problema.
En el programa Interferències (Catalunya Ràdio), debate sobre las secuelas políticas, sociales y culturales del Mayo del 68 con Pere Vilanova, Jordi Borja y Octavi Martí. Con su lucidez habitual, Vilanova dice que hoy tenemos la ventaja de conocer los detalles de la historia pero que, mientras la vivían, los protagonistas de aquella insurrección no tenían ni idea de lo que pasaba. O sea: igual que ahora. Vilanova, que es un hombre sabio, también sabe que estar en el lado correcto de la historia no exime ni de cometer injusticias ni de provocar catástrofes.
La geometría de la corrección histórica sería un buen tema filosófico