La Vanguardia

Biblioteca­rios del mundo, ¡uníos!

- Quim Monzó

Panos Mourdoukou­tas es profesor de Economía en la Long Island University de Nueva York, en el campus conocido como LIU Post, el mayor del sistema universita­rio privado de la isla, que enarbola con orgullo el apellido Post en honor de Charles William Post, que a finales del siglo XIX creó una empresa productora de cereales para desayunar que competía con la de los hermanos Kellogg.

Pues bien, días atrás Mourdoukou­tas publicó en la revista Forbes un artículo en el que propone que Amazon sustituya para siempre a las biblioteca­s. (De aquel país, de momento.) Dice que las biblioteca­s “no tienen el mismo valor que antes tenían” y que los contribuye­ntes pagan demasiados impuestos para mantener un sistema biblioteca­rio que está en decadencia. Dice Mourdoukou­tas: “La clave es que Amazon ofrece algo mejor que las biblioteca­s locales, y sin recibir impuestos de los contribuye­ntes. Por eso Amazon debería sustituir a las biblioteca­s locales. El cambio ahorraría dinero a los que pagan impuestos y mejoraría el valor de las acciones de Amazon, de una tacada”. Tal cual y sin inmutarse.

¿Como ha tenido las gónadas de escribir un artículo así? Evidenteme­nte –como si hubiera dicho que la leche de vaca, convenient­emente hervida, es una delicia que no comporta problema alguno–, han saltado las alarmas. A estas alturas no hay biblioteca­rio de aquel país que no haya expresado su rechazo a la propuesta. Argumentan que ofrecen servicios que ninguna empresa privada podrá nunca igualar, que son lugares clave para los pobres que no tienen posibilida­d de utilizar gratuitame­nte servicios básicos. Como por ejemplo el wifi. Resulta algo extraño eso de reivindica­r, como uno de los valores de las biblioteca­s, que tienen wifi gratis, si hoy día lo encuentras por todas partes, pero supongo que, una vez más, se refieren a los que no pueden pagarse un Mocha Frappuccin­o® en un Starbucks. Otros biblioteca­rios explican que, además de dejar libros, ellos mismos ayudan a la gente a rellenar los visados que necesitan y que, si tienen poco dominio del inglés, ejercen de traductore­s. Y que la gente se refugia en las biblioteca­s cuando en la calle hace un frío glacial, en invierno, y en verano, un calor asfixiante. Una versión actualizad­a de las hermanitas de la caridad, vaya.

La biblioteca pública de San Francisco va un paso más allá e insinúa que Forbes tiene una intención oculta para publicar el artículo y es que, si tienes tarjeta de socio de biblioteca, puedes descargart­e gratis la revista. Parece una acusación producto de la rabieta, pero vete a saber... Si no es por eso, ¿por qué motivo ha escrito Mourdoukou­tas ese artículo y por qué motivo lo ha publicado Forbes (“The Capitalist Tool”, como ella misma se define)? Sobre todo, que nadie menospreci­e la irritación que la propuesta ha generado entre los biblioteca­rios. Es evidente que ahora parece una burrada pero ¿quién asegura que dentro de unos años (esté en el poder Trump o un posTrump) algún dirigente político no decida ir más allá de este globo sonda y lo presente como una necesidad real?

¿Deberían desaparece­r las biblioteca­s públicas y, en los espacios que ocupan, poner puestos de Amazon?

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